El hygge (pronunciado «hu-ga») es un atributo de la presencia y una experiencia de unión. Es sentirse acogido, seguro, cómodo y protegido.
Se trata de una experiencia de yoidad y de comunión con personas y lugares que nos afianza y nos reafirma, que nos da valor y consuelo.
La práctica del hygge invita a la intimidad y a la conexión. Es un sentimiento de compromiso y vinculación, de pertenencia al momento y a quienes nos rodean. Hygge es una sensación de abundancia y contento. El hygge invita a ser, no a tener.
Nota de la autora
El hygge es un sentimiento que la mayoría conocemos, pero que no sabemos acabar de definir. Para dar nombre a una experiencia, hay que prestarle atención. El hygge alberga sentimientos que ya conoces. Lo encontrarás en el ritmo de tu vida diaria, en tus hábitos, rutinas y costumbres.
Ni las recetas danesas ni los secretos del estilo de vida escandinavo son esenciales para implementar la filosofía hygge. Para ponerla en práctica, solo tienes que preguntarte en qué lugar te sientes más a gusto, qué actividades y costumbres te estabilizan, quién te hace sentir bien, qué da sentido a tu concepción del bienestar, qué haces para relajarte y qué necesitas para sentirte cómodo.
Para mí, el hygge está presente en los momentos de contento, especialmente al principio y al final del día. A primera hora de la mañana está ahí cuando encendemos una vela en la mesa del desayuno, mientras nos hacemos el café y las tostadas y preparamos las tarteras para la comida, y más tarde cuando volvemos a casa y nos reencontramos, nos tomamos un té o una copa de vino juntos y nos sentamos en la cocina para disfrutar de la cena.
Yo propicio el hygge sentándome frente al fuego casi cada día, tanto en casa como en el jardín, pasando tiempo con la gente a la que quiero y disfrutando de mis ratos a solas. Lo practico al leer cuentos a la hora de dormir, un ritual que llevo haciendo desde hace veintitrés años, en las celebraciones de cumpleaños y en el encanto de la Nochebuena. Para celebrar las estaciones, nado en el río durante todo el año, saco a pasear a mis perros al campo por la noche y me baño fuera. Me sumerjo en el hygge cuando cocino risotto, hago el amor, preparo té o leo en la cama. Lo encuentro en el centro de la pista de baile, cuando paseo por mi ciudad, acampo en festivales pequeños o quedo con un amigo para tomar café. Está presente en el estudio de mi padre, en el jardín de mi madre, en torno a la mesa del tranquilo piso de mi tía en Århus, en el porche bajo el enorme cielo africano de la familia de mi marido. El hygge aparece cuando mis cuatro hijos llegan a casa y nos sentamos junto a una hoguera bajo los robles del jardín, jugamos a las cartas, buscamos pequeños tesoros en la playa, bailamos en la cocina o nos acurrucamos con una manta para ver una película todos juntos.
Espero poder traducir la genuina palabra danesa hygge al lenguaje universal al que pertenece y que, al leer este libro, descubras el hygge que ya existe en tu vida y aprendas a apreciar su presencia.
Introducción
Ser es maravilloso en sí; nunca deberíamos ser otra cosa.
Mogens Lorentzen
El término hygge se ha popularizado en los últimos años, aunque el concepto no es nuevo. Se trata de una práctica tan antigua como sentarse frente a la chimenea o quedar a comer con un amigo. Las palabras surgen de la cultura, la historia, la topografía y el lugar. Las forman el tiempo y el hábito y se transmiten de generación en generación mediante historias, costumbres y valores. El hygge nos ayuda a expresar lo que es ser humano; forma parte de un vocabulario global que evidencia nuestra humanidad y apela a nuestra necesidad humana básica de pertenencia. Es una palabra antigua para un lenguaje nuevo que estamos empezando a explorar con el propósito de compartir los valores que todos tenemos en común.
La felicidad es como una mariposa: cuanto más la persigues, más se escapa; pero si te centras en otras cosas, se posará sobre ti.
Henry David Thoreau
Los daneses, considerados uno de los pueblos más felices del mundo, llevan siglos disfrutando del hygge. El alto nivel de vida de Dinamarca, la sanidad respetable, la igualdad de género, la educación accesible y la distribución equitativa de la riqueza contribuyen al alto grado de felicidad de los daneses. Sin embargo, la incesante búsqueda de la felicidad no siempre lleva al bienestar. En la esencia de la vida danesa, así como en el núcleo de la filosofía hygge, encontramos una estabilidad más profunda, la que proporciona el contento.
Cuando nos sentimos contentos, nuestras acciones diarias se imbuyen de una satisfacción serena que compartimos con quienes nos rodean. Somos capaces de apreciar y responsabilizarnos del bienestar de los demás, y ellos, a su vez, del nuestro. La filosofía hygge entraña una manera de ser con los demás, preocupándonos de ellos y de nosotros mismos.
En el marco de nuestras estresantes y complejas vidas, el hygge aparece como una sencilla práctica diaria que nos cautiva y nos permite conectar con lo que nos rodea, así como estar abiertos a la empatía y a la sorpresa.
El hygge forma parte del lenguaje de la acción humana y de la interacción en todo el mundo. En tanto que acción, el hygge es un estímulo universal que se aprecia en las pequeñas costumbres, gestos y experiencias cotidianas universales que nos unen y nos definen.
Todos practicamos la filosofía hygge: sentados a la mesa para compartir una comida o frente al fuego en una noche oscura, cuando nos sentamos en un rincón de nuestra cafetería de siempre o nos envolvemos con una toalla al final de un día de playa. Dormir abrazados, hornear en una cocina acogedora, bañarnos a la luz de las velas, meternos en la cama con una bolsa de agua caliente y un buen libro; todo ello es hygge. Este cobra sentido en el tejido de la vida diaria. Es una forma de reconocer lo sagrado en lo seglar, de conferir a lo ordinario un contexto, un espíritu y una calidez especiales y dedicar tiempo para convertirlo en algo extraordinario.