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Para todos aquellos que luchan por lo que creen y especialmente para Har, que además ha luchado por lo que yo he creído
PRÓLOGO
A principios del curso 2005-2006 y a través de diferentes mensajes desde el School of the Arts Institute of Chicago, donde María Acaso estaba haciendo una estancia de investigación, acordamos la publicación de El lenguaje visual en la colección Arte y Educación de Paidós. Con este acuerdo, se daba paso a la participación de autores en lengua española en la colección, abriendo así un nuevo horizonte.
Cuando la autora me propuso que escribiera el prólogo, no me pasó como en la mayoría de las veces, en que el honor de prologar una buena obra te hace dudar largamente de si en realidad eres la persona indicada para hacerlo. En este caso lo acepté de inmediato, ya que se me brindaba una magnífica oportunidad de resaltar que detrás de este libro hay muchas más cosas que significan un logro importante para la educación artística. Sabía que el texto era el resultado de un serio trabajo de muchos años y que podía aportar algunos comentarios necesarios sobre estos recorridos que hemos vivido conjuntamente y matices que a la autora —no por falta de conocimiento, sino más bien por modestia— le hubiera sido difícil resaltar. Agradezco, pues, esta oportunidad de hacer justicia a una causa merecida. Por ello, no empezaré subrayando el contenido, sino las intenciones, ya que este libro quiere ofrecer un tipo de información determinada, con el objetivo de introducir en la colección una tipología de textos muy concretos que ayuden a completar lagunas de formación típicas de la transición entre un nivel de formación propio de una persona con cultura generalista o media en educación artística, al de un experto en determinadas materias y estudios.
Esta colección nació a partir de las valoraciones de los textos ya editados en arte y educación. Cada obra fue seleccionada para abrir algunas de las dimensiones de la educación artística y para explicar de manera monográfica sus muchas y amplias manifestaciones, dibujando un panorama abierto de este campo de estudio, tal y como corresponde entenderlo en la actualidad.
Entre las valoraciones que compartíamos con la autora y los editores, y los continuos comentarios que recogemos de los lectores, se pensó que se podría ofrecer, además, otro estilo de libros. Éstos serían abiertamente enfocados a promover la cultura artística; serían obras breves, con un discurso plenamente didáctico, que se preocuparan de recoger los contenidos más tradicionales —como podría ser el aprendizaje del dibujo—, pero también su evolución o derivación hacia un lenguaje visual más adecuado a las nuevas alfabetizaciones. Tanto los textos introductorios como los de nivel intermedio forman parte de un material que en nuestro contexto escasea, y esta carencia determina la comprensión de las lecturas posteriores, que no consiguen motivar lo suficiente porque no hay una progresión gradual en dificultad en la exposición de los conceptos. Hacía falta, pues, crear una base de formación que diera las claves para interpretar lecturas en mayor profundidad. Se necesitaba producir un nivel de calidad que pudiera llegar con facilidad a una gran mayoría de públicos, y esto significaba iniciar una línea no existente hasta el momento, que se justificara por sí misma. Tal y como decía el director editorial, Enric Folch —uno de los más cualificados profesionales y ferviente defensor de esta colección y de su función social—, este objetivo no tenía que llevarnos a un equívoco, puesto que contrariamente a lo que pueda parecer, para llegar a un gran público de la manera pretendida, se necesitan expertos con capacidades polivalentes, ya que los autores de los textos, aparte de tener un buen conocimiento del tema, han de ser buenos didactas y comunicadores y tienen que plantear la estrategia adecuada a cada momento. Por ejemplo, han de tener buen criterio para la elección de imágenes, entendiendo que éstas no son un complemento final, sino que han de quedar estrechamente trabadas con el contenido.
Tenían que ser, pues, libros motivadores, coherentes con la función que deben ejercer y capaces de ofrecer el nivel de síntesis y de dificultad adecuado, sin dejar por ello de ofrecer una gran calidad. Con ello la colección Arte y Educación inicia una nueva etapa, justo después de la edición de los diez títulos que daban a conocer autores de diferentes latitudes, alternando textos de historia, obras de reciente publicación y trabajos considerados un referente de los últimos veinte años.
Hay que decir que determinar esta oferta cultural no ha sido una empresa fácil, ya que es imprescindible conocer muy a fondo la situación cultural en diferentes contextos de formación, que van desde las aulas hasta los congresos, y desde la formación permanente hasta las librerías o casas editoras. Con esta introducción pretendo explicar que María Acaso, en este libro, más allá del trabajo didáctico y de los contenidos que expone, ha dado en el punto justo de esta nueva tipología de texto. Su perfil es el indicado para aportar diálogo y colaboración hacia unas necesidades sociales que ella misma ha detectado con su interés y dedicación. Sus conocimientos teóricos, prácticos y didácticos del arte son sometidos a comprobación en su día a día con los estudiantes de Bellas Artes, en las escuelas de primaria y secundaria, en los continuos debates nacionales e internacionales, a los cuales acude cuando no es la organizadora. Todo ello la acredita como una persona capaz de estar al lado del lector y saber lo que busca, lo que conviene darle y la manera como hay que presentarlo. Es evidente que éste es un proceso que debería ser obligatorio para todos los investigadores de la educación, pero no es menos verdad que muy raramente dedicamos tiempo a preocuparnos de que nuestros estudios se basen en datos empíricos y recojan debates como ¿dónde centrar el aprendizaje?, ¿cómo podemos facilitarlo?, ¿con qué medios?
Muchos libros de cultura artística serían más incidentes si a priori se preocuparan por adaptarse y graduar el nivel cultural a los conocimientos reales de la sociedad; por el contrario, los trabajos generalmente responden a encargos o vienen dados por la oportunidad del momento. La colección, y de una manera especial el libro de María Acaso, acepta el reto de ofrecer una formación adecuada y actual, que quiere llenar los vacíos existentes con una temática y un estilo ausentes en el mercado cultural.
De acuerdo con los presupuestos anteriores, este libro no proviene de ninguna tesis doctoral, ni tampoco es ninguna recopilación de textos, sino que ha sido elaborado a partir de las necesidades reiteradas por el propio público interesado y se fundamenta en la experiencia personal de la autora, que se caracteriza por la voluntad de atender a las demandas que llegan desde diferentes ámbitos de la formación; peticiones todas ellas que hay que responder desde perspectivas plurales. Encaja, también, con una manera de concebir la construcción del conocimiento y la definición del campo en el cual se ubica; expone la actualidad de los contenidos fundamentales para el aprendizaje en educación artística y también pone de manifiesto su evolución; sitúa a los lectores y lectoras y los orienta en el tiempo, propiciando que se entienda la diferencia interpretativa entre un texto de hoy con otro anterior, a la vez que resalta algunos puntos en común.
Con las mismas intenciones que la autora, en los años ochenta editamos, junto con Marta Balada, La educación visual en la escuela y, sin saberlo, en el mismo momento Lucia Lazotti publicaba Comunicación visual en la escuela: tanto un texto como el otro respondían a la voluntad de facilitar a los educadores la promoción del aprendizaje de la alfabetización visual. En unos momentos de pleno auge de los medios audiovisuales y la publicidad, se seguían editando textos que únicamente se centraban en enseñar las técnicas de dibujo y pintura y se propiciaba un divorcio entre la educación artística como agente de la alfabetización visual y la sociedad, que generaba continuamente nuevos códigos de comunicación. Se tenían que dar unas pautas de fácil comprensión para que los docentes se sintieran seguros y las pudieran aplicar con comodidad. La metáfora del lenguaje visual surgió casualmente en ambos textos, y la seguridad que nos dio al comprobarlo sirvió para iniciar una amistad y proyectos de colaboración que se han mantenido durante el resto de nuestra vida profesional. Algunos textos comparables, a pesar de estar escritos en años y con finalidades diferentes, serían los de Nicholas Roukes, Arthur Asa Berger o el de Dora Dondis; y el ya muy conocido