Según Henry Higgs, la obra de Cantillon es «un producto cultural tan valioso como el descubrimiento de la circulación por Harvey». La figura enigmática de Cantillon —su nacionalidad, sus verdaderas actividades, el lugar donde residía, son motivo de duda o polémica— contribuyó no poco a convertir su texto en interesante objeto de discusión; pero al margen de esos misterios subalternos, queda en este sereno y brillante tratado el primer paso hacia lo que habría de ser una de las especialidades decisivas de la modernidad. Say, Ricardo, los fisiócratas, tienen en el Ensayo de Richard Cantillon una pieza clave, una referencia que explica el contorno de sus obras respectivas y su posible alcance: el Ensayo valora justamente los tres factores de la producción, plantea con lucidez difícilmente igualada los problemas de la moneda, diserta sobre la tierra como factor central de la riqueza y de la producción, expone y analiza las modificaciones que afectan a la actividad comercial.
Capítulo I
Del comercio con el extranjero
C UANDO un Estado cambia una pequeña cantidad de productos de la tierra contra otra cantidad mayor de productos en sus tratos con el extranjero, seguramente lleva ventaja en este comercio; y si por añadidura el dinero corriente abunda más en el propio Estado que en el exterior, cambiará siempre una cantidad menor de productos de la tierra por otra más grande.
Cuando el Estado cambia su trabajo por el producto de la tierra del extranjero resulta, al parecer, una ventaja en el comercio, puesto que sus habitantes se sustentan a expensas del extranjero.
Cuando un Estado cambia su producto, conjuntamente con su trabajo, por una cantidad mayor de productos del extranjero, conjuntamente con un trabajo igual o mayor, todavía sigue manteniendo la misma ventaja en el comercio.
Si las damas de París consumen, en un año normal, encajes de Bruselas por valor de cien mil onzas de plata, corresponderá a esta suma la cuarta parte de un acre de tierra en Brabante, que producirá ciento cincuenta libras de lino a base de las cuales se confeccionarán encajes finos en Bruselas. Hará falta el trabajo de unas dos mil personas, aproximadamente, en Brabante, durante un año, para realizar todas las tareas de esta manufactura, desde la siembra del lino hasta el acabado de los encajes. El mercader de encajes o empresario de Bruselas hará el anticipo; pagará directa o indirectamente todas las hilanderas y encajeras, y la proporción del trabajo de quienes confeccionan los utensilios necesarios; todos cuantos participan en el trabajo, directa o indirectamente, comprarán los artículos para su sustento al colono barbanzón, quien a su vez paga la renta de su propietario. Si consideramos que el producto de la tierra que se atribuye en esta economía a las dos mil personas corresponde a tres acres de tierra, tanto para el sustento de sus personas como para el de sus familias, que en parte subsisten a base de él, habrá en Brabante seis mil acres de tierra empleados para el sustento de quienes participan en la industria encajera, y todo ello a expensas de las damas de París que pagarán estos encajes y se embellecerán con ellos.
Las damas de París pagarán las cien mil onzas de plata, cada una en proporción a su consumo; este dinero se enviará en especie a Bruselas, sin otra deducción que la de los gastos de remesa, y a base de ello el empresario de Bruselas no solamente habrá de recuperar la totalidad de sus anticipos y el interés del dinero, que acaso tome, en préstamo, sino, además, como empresario, un beneficio para el sustento de su familia. Si el precio que las damas pagan por los encajes no cubre todos los gastos y beneficios, en general, no existirá aliciente para esta manufactura, y los empresarios cesarán de producir o se declararán en quiebra. Pero como en nuestro supuesto la manufactura continúa, forzosamente todos los gastos estarán incluidos en el precio pagado por las damas de París, y se enviarán a Bruselas las cien mil onzas de plata, a menos que los brabanzones importen artículos de Francia, para compensar esta deuda.
Pero si los habitantes del Brabante apetecen los vinos de Champagne, y consumen durante un año normal cien mil onzas de plata en vino de esa procedencia, el artículo denominado vino podrá servir de compensación al encaje, y la balanza de comercio, con relación a estas dos partidas, se hallará equilibrada. La compensación y la circulación se harán por intermedio de los empresarios y banqueros que participan en tales operaciones.
Las damas de París pagarán cien mil onzas de plata a quien les vende y entrega los encajes; este comerciante las pagará al banquero, de quien recibirá una o varias letras de cambio giradas contra su corresponsal en Bruselas. El banquero, a su vez, entregará el dinero a los comerciantes de vino en Champagne, que disponen de cien mil onzas de plata situadas en Bruselas, y como contrapartida los vinateros le darán letras de cambio por el mismo valor, giradas contra él por su corresponsal de Bruselas. De este modo las cien mil onzas pagadas por el vino de Champagne en Bruselas compensarán las cien mil onzas pagadas por los encajes en París. Con ello se evitará el inconveniente de remesar el dinero recibido en París, hasta Bruselas, y el recibido en Bruselas, hasta París. Esta compensación se realiza por medio de letras de cambio, cuya naturaleza trataré de explicar en el capítulo siguiente.
En este ejemplo se advierte, sin embargo, que las cien mil onzas que las damas de París pagan por los encajes, van a parar a manos de los comerciantes que envían vino de Champagne a Bruselas; y las cien mil onzas que los consumidores de vino de Champagne pagan por este vino, en Bruselas, van a parar a manos de los empresarios o comerciantes de encajes. Los empresarios de cada uno de estos grupos distribuyen dicha suma entre aquellos cuyo trabajo emplean, sea por lo que respecta a los vinos o a los encajes.
Por este ejemplo se evidencia que las damas de París sustentan y mantienen a cuantas personas intervienen en la confección de los encajes de Brabante, y que, por consiguiente, originan en dicha comarca una circulación de dinero. Es igualmente notorio que los consumidores de vino de Champagne, en Bruselas, sustentan y mantienen en Champagne no solamente a los viticultores y a las demás personas que participan en la producción del vino, sino a todos los carreteros, herradores, cocheros, etc., que se ocupan del transporte, así como a las caballerías que en esas tareas se utilizan, pero pagan además el valor del producto de la tierra de donde se obtiene el vino, y motivan una circulación de dinero de Champagne.