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Alejandro Grimson - Mitomanías de las educación argentina: crítica de las frases hechas, las medias verdades y las soluciones mágicas (Singular) (Spanish Edition)

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Alejandro Grimson Mitomanías de las educación argentina: crítica de las frases hechas, las medias verdades y las soluciones mágicas (Singular) (Spanish Edition)
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    Mitomanías de las educación argentina: crítica de las frases hechas, las medias verdades y las soluciones mágicas (Singular) (Spanish Edition)
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    2014
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Mitomanías de las educación argentina: crítica de las frases hechas, las medias verdades y las soluciones mágicas (Singular) (Spanish Edition): resumen, descripción y anotación

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Se sabe que en cada argentino se esconden un director técnico de fútbol y también un “experto” en educación, capaz de diagnosticar los grandes problemas de la escuela y prescribir recetas mágicas para solucionarlos. Todos nos sentimos autorizados a hablar de la educación, porque fuimos a la escuela o porque volvimos a ella como docentes o como padres. El problema no es que opinemos, sino que esas opiniones se conviertan en estereotipos, que en un extremo consideran a la educación como la culpable de todos los desastres nacionales y, en el otro, como la única institución sagrada que nos queda. “A la escuela pública de antes asistían todos, desde el hijo del obrero hasta el hijo del médico”, “Antes la educación era de mejor calidad, y además había orden y disciplina”, “Hay que adecuar la escuela a las demandas del mercado”, “El maestro perdió autoridad”, “La educación mejoraría automáticamente si se invirtiera más”, “La culpa la tienen los sindicatos”, “La política no debe entrar en la escuela”… Todos alguna vez oímos, pronunciamos y hasta defendimos ideas como estas. Y no es raro, porque son comunes en los medios de comunicación, en las salas de profesores, en la sobremesa del domingo o en las charlas de café. Son nuestra mitolandia educativa. Con reconocidas trayectorias en los campos de la educación y las ciencias sociales, Alejandro Grimson y Emilio Tenti Fanfani revisan cada una de esas creencias, no para levantar un dedo acusador o para demostrar que son enteramente falsas, sino para analizarlas y contrastarlas con datos y argumentos. Si se han convertido en arraigados lugares comunes, es porque tienen su parte de razón y tocan un nervio de la sociedad. Lo malo es que, con su pretensión de verdad absoluta, se han vuelto auténticas mitomanías que nos impiden pensar. Por eso, antes que ignorarlas, hay que ponerlas en cuestión para construir, sin prejuicios, la educación que merece una sociedad que aspira a ser democrática e igualitaria.

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singular

Alejandro Grimson y Emilio Tenti Fanfani

Mitomanías de la educación argentina

Crítica de las frases hechas, las medias verdades y las soluciones máginas

Alejandro Grimson Los mitos de la educación argentina Alejandro Grimson y - photo 1

Alejandro Grimson

Los mitos de la educación argentina // Alejandro Grimson y Emilio Tenti Fanfani.- 1ª ed.- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2014.- (colección Singular)

E-Book.

ISBN 978-987-629-496-6

1. Historia de la Educación Argentina. I. Emilio Tenti Fanfani.

CDD 370.098 2

© 2014, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

Diseño de original de cubierta: Juan Pablo Cambariere

Adaptación de cubierta: Eugenia Lardiés

Digitalización: Departamento de Producción Editorial de Siglo XXI Editores Argentina

Primera edición en formato digital: septiembre de 2014

Hecho el depósito que marca la ley 11.723

ISBN edición digital (ePub): 978-987-629-496-6

Borges: El estilo de T. S. Eliot es desesperante. Dice algo y en seguida lo atenúa con un quizás o un según creo, o le resta importancia reconociendo que en ocasiones lo contrario es cierto. A veces me parece que lo hace para llenar papel, porque hay que escribir un artículo.

Bioy [Casares]: Yo creo que es porque cuando dice algo teme exponerse, por haber cometido una inexactitud. A mí, por lo menos, me pasa eso, pero creo que los autores deben atenerse a tener afirmaciones un poco audaces, en la inteligencia de que el lector comprenderá que no hay que tomar todo literalmente y contribuirá con las dudas. Por un ideal de nitidez y simplificación hay que tener el coraje de afirmar algo a veces.

Borges: Goethe declaró que esas palabras como quizá, según me parece, si no me equivoco, deben estar sobreentendidas en todos los escritos, que el lector puede distribuirlas donde lo juzgue conveniente y que él escribía cómodamente sin ellas.

Adolfo Bioy Casares, Borges, ed. abreviada, Barcelona, Back List, 2010, p. 60.

Agradecimientos

Un libro siempre es un proyecto colectivo, hecho de conversaciones, debates, textos y voces de otros. Este no hubiera sido posible sin la generosidad de Gabriel Noel y Leandro Bottinelli, quienes colaboraron con datos, informaciones, sugerencias y críticas. Hemos entrevistado y consultado a diversos colegas, docentes, periodistas y funcionarios para construir este texto. También ha colaborado con nosotros María Soledad Córdoba, reuniendo y procesando información.

Por supuesto, ambos agradecemos al Conicet y a las universidades en las que trabaja cada uno –la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Nacional de San Martín–, porque las instituciones públicas facilitan y tornan posible realizar investigaciones y libros como este.

Emilio agradece muy especialmente a Silvia, su querida compañera de toda la vida. También a los colegas, maestros, profesores y directivos escolares de la Argentina y otros países de América Latina, con quienes compartió la experiencia de la investigación y la enseñanza.

Alejandro agradece a sus compañeros del IDAES y la UNSAM, y muy especialmente a su madre María Rosa Glasserman, a su padre Wilbur Grimson, a sus hijos Matías y Lucas, y a su compañera Lucila.

Introducción

Todos conocemos la escuela. ¿Verdadero o falso?

¿Usted sabe por qué hay delitos en la Argentina? Porque la escuela no forma a los jóvenes en la cultura del trabajo. ¿Usted sabe por qué existe la corrupción? Porque la escuela no forma con valores contundentes de honestidad a los futuros funcionarios. ¿Cuál sería la causa de la pobreza? Que la escuela no forma individuos competentes y emprendedores capaces de competir en el mercado global. ¿Por qué no aumenta la productividad del país? Porque la escuela no ha formado a las nuevas generaciones en la cultura del sacrificio. Quizá ya puede adivinar las causas del desempleo: es que no se forma a los jóvenes con las habilidades que demanda el mercado. Nada, absolutamente nada de todo lo malo que sucede en este mundo deja de ser una consecuencia del desastre atribuido a la escuela. Fíjese cómo conducen los automovilistas y motociclistas, y las picadas de los jóvenes, sus borracheras, lo mal hablados que son. Antes esto no pasaba: chicos y grandes conocían los códigos del respeto y el buen trato, y eso porque la educación funcionaba de verdad. Sin duda, “todo tiempo pasado fue mejor”.

La distancia abismal entre esta posición –que culpa de todas las desgracias del país a los déficits de la educación– y su exacto reverso –la visión de la escuela como una institución sagrada e intocable– da una idea del atolladero en que nos encontramos para pensar la cuestión.

Todos los lectores de este libro, y no sólo ellos, están involucrados en cuestiones educativas. En efecto: en las sociedades actuales la escuela es uno de los sistemas más incluyentes. Salvo casos excepcionales, todos los adultos argentinos fueron a la escuela: algunos comenzaron antes, otros después; algunos permanecieron más tiempo y alcanzaron los diplomas más elevados, otros salieron de ella en forma prematura y sin obtener un título. La mayoría “ha vuelto” a la escuela como padre o madre de los alumnos. Por lo tanto, todos se sienten legítimamente autorizados a “hablar de educación”. Al menos, todos y cada uno tienen una opinión más o menos formada sobre la cuestión escolar.

Pero las experiencias son muy diferentes. Los argentinos no somos iguales, aunque lo seamos formalmente ante la ley; nuestra sociedad presenta desigualdades (a veces muy profundas) y diferencias sociales, regionales, culturales. Las escuelas tampoco son iguales. Por lo tanto, las experiencias y las ideas que cada grupo tiene de la educación también son muy diferentes. Esto no quiere decir que se distribuyan al azar, sino que individuos que comparten ciertas características sociales (posición de clase, edad, género, lugar de residencia, religión, grupo étnico) y frecuentaron escuelas parecidas tenderán a compartir un sentido común en la materia cuando hablen de las cuestiones escolares. Por otra parte, podríamos parafrasear un conocido refrán y decir que cada uno habla según como le fue en la “feria escolar”. No es lo mismo una experiencia exitosa que una fracasada, o una regular que otra excelente. De cualquier manera, si se lo hace con prudencia, siempre pueden identificarse visiones dominantes y dominadas, así como visiones simplemente diversas sobre la educación escolar.

Más allá de esa heterogeneidad, los argentinos percibimos la educación como un factor clave en la sociedad. Si bien hay países donde es vista como un medio para llegar lo más alto posible en la estructura social (según el modelo del emprendedor o self-made man, que se abre camino en virtud de sus méritos), en la Argentina ha prevalecido la idea de la educación como un derecho que tiende a igualar y permite la tan ansiada movilidad social ascendente. Se trata de un derecho que el Estado debe garantizar para que no existan excluidos y para que la formación de los ciudadanos sea la base de una sociedad democrática con mejor calidad de vida para todos.

Ahora bien, los argentinos oscilamos con facilidad entre el orgullo patriotero por las maravillas de nuestro país y un pesimismo exagerado que insiste en convencernos de que somos un desastre. Como no podía ser de otro modo, esa facilidad imbatible para considerarnos los mejores o los peores afecta nuestra visión de la educación, que, por excesivamente esquemática, rehúye la complejidad y los matices. Entre otros defectos, esa visión tiende a establecer comparaciones salvajes con el sistema educativo de otros países, para concluir que somos un “caso único”, del todo excepcional.

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