Dedico este libro a mis maestros de Dharma, con mi más sincera gratitud: a Geshe Acharya Thubten Loden, fundador de la Australia’s Tibetan Buddhist Society, a Les Sheehy, director de la Tibetan Buddhist Society de Perth (Australia Occidental) y al venerable Acharya Zasep Tulku Rinpoche, fundador de Gaden for the West. Nunca podré agradecerles lo suficiente su generosidad. Sin ellos, no podría haber escrito este libro.
CAPÍTULO 1
¿DE VERDAD EL MINDFULNESS ES MEJOR QUE EL CHOCOLATE?
La infelicidad humana se debe a su incapacidad de sentarse en silencio en una habitación, a solas.
B LAISE P ASCAL
¿De verdad el mindfulness es mejor que el chocolate? Ahora que lo pienso, ¿hay algo mejor que el chocolate? ¿O el título de este libro no es más que una descarada estrategia para llamar la atención?
Lo cierto es que la idea de que el mindfulness es mejor que el chocolate se basa en una investigación muy convincente. Más de dos mil personas en Estados Unidos tomaron parte en un innovador estudio realizado con la ayuda de teléfonos inteligentes. A los participantes en la investigación les preguntaban a diferentes horas del día y de la noche qué estaban haciendo, en qué estaban pensando y hasta qué punto eran felices.
El análisis, publicado por los psicólogos de la Universidad de Harvard Matthew Killingsworth y Daniel Gilbert en la revista Science , reveló tres cuestiones importantes. La primera, que el 47 por ciento de las veces la gente no estaba pensando en lo que estaba haciendo. La segunda, que la gente era menos feliz cuando su mente estaba dispersa, que cuando no lo estaba. Y la tercera, que lo que la gente estaba pensando era un indicador más fiable de su nivel de felicidad que lo que estaba haciendo.
Los investigadores llegaron a la siguiente conclusión: «La mente humana tiende a dispersarse y una mente dispersa es una mente infeliz. La capacidad de pensar en lo que no está sucediendo es un logro cognitivo que conlleva un coste emocional».
Hace mucho tiempo los budistas llegaron prácticamente a la misma conclusión. Hay un cuento muy antiguo que trata de un novicio que le pregunta a un monje iluminado cuál es el secreto de la felicidad. El monje le dice: «Yo como, camino y duermo». Cuando el novicio le responde que él también hace esas cosas, el monje añade: «Cuando como, como. Cuando camino, camino. Cuando duermo, duermo».
Está claro que Buda y el Departamento de Psicología de Harvard opinan lo mismo sobre la atención plena. Además, los hallazgos de Harvard tienen abundantes repercusiones en lo que a la conducta humana se refiere.
Pero lo que nos interesa ahora mismo es el chocolate.
El estudio revela que alcanzamos el máximo nivel de felicidad cuando nuestra mente no está dispersa, es decir, cuando logramos un estado de mindfulness. Aunque «la naturaleza de las actividades que las personas realizan tiene un impacto mínimo sobre si su mente se dispersa o no». Al parecer, da igual que estemos fregando los platos o comiendo el bombón belga más delicioso del mundo: la probabilidad de que nuestra mente continúe estando dispersa es la misma. Comer chocolate no garantiza que estemos pensando en lo que estamos haciendo.
Por eso el mindfulness siempre será un sistema más fiable para lograr la felicidad que el chocolate.
Puede que a nadie le resulte extraño, pero existe una actividad humana en la que el nivel de atención plena es considerablemente elevado: el sexo. Solo el 10 por ciento de las personas reconocieron estar dispersas durante la práctica de dicha actividad, así que titular este libro « Por qué el mindfulness es mejor que el sexo» , habría sido columpiarme demasiado.
Dicho sea de paso, no puedo evitar imaginarme en qué estarían pensando ese 10 por ciento de individuos que admitieron estar dispersos mientras practicaban sexo. ¿Es posible que el viejo tópico de la lista de la compra sea cierto? ¡Necesitamos más datos, por favor!
Sin embargo, he de admitir que he sido un poco travieso al crear una falsa dicotomía entre el mindfulness y el chocolate. No hay por qué elegir entre ambos. Al contrario, el momento culminante de mis seminarios sobre mindfulness suele ser un ejercicio al que yo llamo «técnica Lindt», en el que invito a los participantes a disfrutar con atención plena de un bombón. Les pido que se centren exclusivamente en la sensación de comer chocolate, en analizar cada detalle con la exhaustividad de un forense, desde la apertura del envoltorio hasta el aspecto y el peso de la esfera, pasando por la degustación de la explosión de deliciosos sabores y del corazón suave y líquido del bombón al introducirlo en la boca.
¿Ya estás salivando?
Durante dos o tres minutos se produce un agradable silencio. Comer chocolate en atención plena: ¡Eso sí podría ser un digno rival hasta para las míticas listas de la compra!
LA NORMALIZACIÓN DEL MINDFULNESS
El mindfulness y la meditación se han puesto muy de moda últimamente. Al igual que los escuadrones de amantes del hachís y las camisas de gasa de los años 70 maduraron y se convirtieron en los pilares de la sociedad, nuestra percepción de la meditación también ha evolucionado en las últimas décadas para dejar de ser algo relacionado con el misticismo de la época de los hippies y los alucinógenos y convertirse en una práctica normalizada.
Aunque más adelante hablaremos en detalle sobre la diferencia entre la meditación y el mindfulness, para empezar es importante saber discernir entre ambas palabras. Cuando practicamos mindfulness, estamos prestando atención al momento presente, de forma deliberada y sin emitir juicios. Cuando meditamos, estamos prestando atención plena a un objeto específico —por ejemplo a la sensación de la respiración en la entrada de las fosas nasales— durante un periodo de tiempo determinado. La meditación es, por así decirlo, el campo de entrenamiento del mindfulness. La práctica habitual de la meditación potencia la capacidad de alcanzar un estado de atención plena. Todos podemos disfrutar con atención plena de una taza de café sin las ventajas de la práctica meditativa, pero nuestra capacidad de alcanzar un estado de atención plena aumenta considerablemente si meditamos con regularidad.
Actualmente, es tan habitual que los médicos recomienden la meditación para gestionar el estrés como que receten fármacos. Muchas de las empresas de servicios más importantes del mundo como Google, Apple, Facebook y Twitter apoyan de forma activa la meditación en el lugar de trabajo. Lo mismo sucede con algunas importantes instituciones financieras, consultoras y fábricas, entre otro tipo de compañías. Hoy en día ninguna escuela de negocios que se precie tiene unas buenas prácticas si no incluye un programa de liderazgo basado en el mindfulness. Los mejores atletas profesionales del mundo, las estrellas del deporte y los número uno de las artes escénicas usan técnicas que han tomado prestadas de la caja de herramientas del mindfulness. El mindfulness es la base de disciplinas cada vez más populares como el yoga, el taichi y una gran variedad de artes marciales. Se ha demostrado que los talleres de meditación impartidos en las prisiones se encuentran entre los programas más eficaces para reducir los índices de reincidencia. Desde el cambio de siglo se está llevando a cabo un alud de investigaciones en laboratorios de California, Nueva Inglaterra, Europa y Australia que se centra en la disciplina emergente de la neurociencia contemplativa. Hasta los marines de Estados Unidos se han apuntado a la tendencia y entrenan a los soldados con ejercicios basados en la meditación antes de desplegarlos en las zonas en guerra más peligrosas del mundo.