Esta obra no solo aclarará muchos aspectos del verdadero adiestramiento y alcance de la atención plena, sino que ayudará a muchas personas a entrenarse en los métodos concebidos por los grandes maestros desde hace milenios. Mucho se ha hablado del mindfulness estos últimos años, como si fuera un descubrimiento actual, pero si uno quiere avanzar en el viaje hacia dentro, es necesario un conocimiento exacto del tema y de los medios de que se dispone para hacer posible la transformación de la mente.
I NTRODUCCIÓN
Le cabe a Occidente el dudoso privilegio de haber falseado y tergirversado muchas de las más valiosas enseñanzas espirituales de Oriente. Pero considero necesario aclarar dos aspectos que en muchas ocasiones pasan desapercibidos: el primero es que esta tendencia se gestó hace años, especialmente en Estados Unidos, donde a principios del siglo XX empezaron a llegar toda suerte de mentores orientales que explotaban emocional y económicamente a los más crédulos, dando lugar a todo tipo de grupúsculos, sectas y cultos pseudoespirituales y muy rentables, efectuando un descarado proselitismo y provocando una enorme competencia de gurús y de «preceptores espirituales» de técnicas orientales de autorrealización. En todas esas propuestas de estilos de vida diferente siempre ha desempeñado un papel clave una neoespiritualidad pasada por agua, egos y dólares, si bien la palma se la llevan los mentores hindúes y esa cantinela de que el gurú es Dios y no es cuestionable.
El segundo aspecto que quiero aclarar es que, sin lugar a dudas, y paradójicamente, Occidente ha dado los mejores orientalistas, cuyas obras dejan en pañales las de los maestros hindúes de la neoespiritualidad, que han escrito «catecismos» carentes de calidad intelectual y, lo que es aún más grave, de alcance espiritual. Entre los cerebros occidentales expertos en espiritualidad oriental más representativos cabe señalar, entre otros, a Evans-Wentz, Arthur Avalon, Mircea Eliade, Anagarika Govinda, John Blofeld, Jean Bacot, Julius Evola, Heinrich Zimmer o Giuseppe Tucci.
El denominado mindfulness, tan de moda en los últimos años, no ha escapado a la banal vulgarización y a la simplificación, pues muy a menudo se lo ha presentado de una forma superficial y muy alejada del camino de la verdadera enseñanza de la Atención plena o Atención consciente .
Para empezar, resulta incomprensible que tengamos que usar un término inglés para referirnos a algo que podríamos nombrar en nuestra propia lengua. Mindfulness es «estar presente», es decir, mantener la Atención aquí y ahora . Los maestros zen insisten en la necesidad de aprender a conectar con el esto-aquí-ahora para que el color sea más color, el sonido más sonido y estar en la frescura y en la gloria del momento y no en el cementerio de la memoria o en el espejismo de las inciertas expectativas. Asimismo, los maestros zen dicen: «Ahora o nunca», y también: «Me diferencio de los demás en que yo, cuando como, como, y cuando duermo, duermo, mientras que los demás, cuando comen piensan en mil cosas y cuando duermen sueñan con mil cosas».
Aunque a lo largo del libro examinaremos a fondo el concepto de Atención , así como su alcance, beneficios y modos de entrenarla, avancemos que se trata de un «darse cuenta» de lo que hay en el momento presente, es decir, de percibir y conectar con lo que es la realidad inmediata. La Atención es como una flecha con dos puntas: puede dirigirse o bien hacia lo que sucede fuera del instante, o bien a lo que surge dentro de uno: emociones, pensamientos, reacciones, intenciones, etcétera. La Atención es la luz de la mente. Con razón Buda dijo: «Declaro que la Atención es útil en cualquier momento y situación».
Habría que preguntarse por qué se utiliza el vocablo mind fulness y no el de Atención consciente, o Atención plena o, sencillamente, Atención. Pues porque se ha puesto de moda en Estados Unidos antes que en otros países instar a la gente a estar atenta, o estar presente, usurpándonos la posibilidad de decirlo en nuestro idioma, del mismo modo que, por ejemplo, ocurre cuando decimos «voy a hacer footing» en lugar de «voy a correr». Pero lo de menos es que el término inglés haya suplantado al castellano, francés o italiano; lo tristemente llamativo es que se insista en la práctica de un mindfulness a menudo totalmente desvirtuado e incluso impúdicamente prostituido y convertido en un fetiche mercantil. Este uso adulterado no reconoce la paternidad del entrenamiento de la Atención en las enseñanzas ancestrales que empezaron a poner el acento en su desarrollo, como el yoga, el budismo Theravada o el zen, sin concebir o ensayar sus métodos para propiciar más apego o más maya, que es el término sánscrito que hace referencia a la ilusión y al autoengaño que enmascara la Realidad.
Habría sido más acertado usar el vocablo Satipathana, o incluso Vipassana. Hace años, Almudena Hauríe, traductora fiel de numerosas obras budistas, Amadeo Solé-Leris, gran experto en estas temáticas, y yo estuvimos de acuerdo en que los términos hindúes Satipathana o Vapissana podrían haberse popularizado del mismo modo que ocurrió con el vocablo «yoga». Sea como fuere, el término mindfulness no quiere decir nada si no va acompañado de las enseñanzas y métodos fiables y solventes que permitan un desarrollo de la Atención a partir de dos elementos imprescindibles: la ética genuina, o Virtud , y la comprensión clara, o Sabiduría. De lo contrario, el mindfulness no es más que neoespiritualidad. Por eso es fundamental distinguir entre la senda de la verdadera Atención consciente (mindfulness) y lo que tan solo es un pseudoproducto en el supermercado espiritual.
¿Cuáles serían los orígenes del verdadero mindfulness, o entrenamiento para el cultivo y desarrollo de la Atención? La mayoría de los «mindfulnistas» obvian este punto, pero el aspecto fundamental se encuentra en el yoga (originado hace, como poco, 5.000 años) y el budismo Theravada (2.500 años de antigüedad). Muchos años después, el budismo zen puso también el énfasis en el ser consciente del momento presente y activar al máximo la percepción consciente como punto de partida en el desarrollo de la Atención.
El cultivo y el desarrollo metódico de la Atención tiene grandes beneficios no solo en la vida diaria, sino, también, en la búsqueda interior y en la elevación de la consciencia para poder percibir (penetrativamente) aquello que le pasa desapercibido a una mente inestable y de difícil concentración, que se estrella contra lo aparente.
Un midfulness vulgarizado y vulgarizador, desfigurado y sin su verdadera esencia, es de muy corto alcance, además de confuso. Para lograr estar atento y, por tanto, presente —y hay que insistir en esto aun a riesgo de ser demasiado repetitivo—, no basta con desearlo o con que alguien nos aconseje hacerlo. Se necesita un entrenamiento que active la Atención; no se trata solo de hablar por hablar, sino de adiestrarse metódicamente.
Un grupo de especialistas del cerebro viajaban en una furgoneta al lugar en el que se iba a celebrar un congreso sobre las funciones de la mente. Empezaron a debatir acaloradamente sobre la importancia de la Atención y lo necesario que era estar siempre en el aquí y ahora . Puesto que todos trataban de imponer su opinión, se armó un gran revuelo. De repente, el conductor dio un volantazo y la furgoneta se salió de la carretera y fue a parar a un descampado. Los científicos, que seguían discutiendo vehementemente sobre la Atención, ni siquiera se percataron de lo sucedido.
Muchos seguidores del mindfulness se olvidan de que la Atención no sirve de nada si no va acompañada de ecuanimidad. ¿De qué sirve estar atento si uno sigue reaccionando de forma desproporcionada a lo que se está atento? De ese modo no se produce una verdadera liberación de la mente, y las tendencias insanas de esta siguen enraizadas y condicionando nuestro comportamiento.