Índice
Introducción
La decisión
Más difícil de lo que parece
Algo debe cambiar
Un juego diferente
¡A jugar!
Empieza aquí
Hagan su apuesta
¿Qué es lo más importante?
¿A quién le importa?
Es tu turno
El plan de juego
¿Qué sigue?
Epílogo
Agradecimientos
Acerca del autor
Créditos
Este libro está dedicado a Truett Cathy.
Fue mi privilegio observarlo y aprender
de él por casi cuatro décadas mientras creaba
su propia organización de alto desempeño.
Ser líder nunca ha sido fácil. Desde nuestros primeros experimentos cuando tratábamos que nuestros compañeros de clase nos siguieran o el momento en que nos asignaron nuestra primera tarea en el trabajo, el liderazgo siempre ha requerido nuestro mejor esfuerzo. Eso no ha cambiado, pero otra cosa sí: la complejidad de los problemas que enfrentamos y las organizaciones que dirigimos se ha incrementado exponencialmente.
Quizá esta complejidad tenga su origen en el entorno de tu organización o sea consecuencia del aumento de su volumen de negocio. Estos sí que son grandes problemas a resolver… si los líderes pueden diseñar una estrategia adecuada.
Desafortunadamente, para muchos líderes, los éxitos del pasado ya no se traducen en unos nuevos. El juego literalmente ha cambiado delante de nuestros ojos. Los excelentes métodos del pasado ya no tienen el mismo efecto. En muchos casos aquella brillante verdad se ha tornado falsa y opaca.
La mayoría de nosotros empezamos nuestra odisea como líderes utilizando un enfoque con increíbles semejanzas al juego de damas: divertido, conservador y jugado a menudo a un ritmo frenético. Cualquier estrategia que hayamos utilizado con este estilo de liderazgo era limitada, si no es que rudimentaria.
En nuestro mundo están en decadencia las oportunidades para que los líderes jueguen damas y sean exitosos.
Hoy, la mejor comparación del juego para la mayoría de los líderes es el ajedrez, un juego en el que la estrategia importa; un juego en el que cada pieza tiene habilidades únicas y, por tanto, hace contribuciones únicas; un juego en el que para ganar se necesita, además de una concentración al límite, un nivel de pensamiento profundo.
Aunque La estrategia del rey aporta una gran metáfora para los líderes, es mucho más que eso. El juego de ajedrez tiene cuatro analogías específicas que pueden instruir y transformar a cualquier organización que busque nuevos niveles de desempeño. He posicionado cada una de estas ideas como un “movimiento” para que tu organización se acerque un paso más hacia tus objetivos. En conjunto, estos movimientos pueden ser tu plan de acción para un alto desempeño sostenido.
Espero que te identifiques con esta sencilla trama.
La compañía que Blake dirige no es real; sin embargo, las situaciones a las que hace frente son tan relevantes como las noticias de hoy. He omitido intencionalmente los detalles de su organización, dejándola sin nombre ni rostro. Espero que de esta manera sea más fácil que pienses en la tuya propia. ¿Estás jugando damas en vez de ajedrez? Si tu respuesta es afirmativa, hoy puedes aprender un nuevo juego.
¡Es tu turno!
Si pierdes la “oportunidad de tu vida”,
¿volverás a tener otra?
Blake escribió aquellas palabras en su diario, puso la pluma a un lado y se quedó mirando a través de la ventana de la cocina. Se había levantado temprano; de cualquier manera, no podía dormir. Su mente se aceleraba mientras reflexionaba sobre su vida y su carrera hasta este punto.
La última década había sido un torbellino. Después de la muerte de su padre, Blake había invertido cinco años tratando de estar a la altura de las expectativas de su progenitor. Jeff siempre había creído que su hijo podía ser un líder. Blake nunca había estado seguro de eso, pero hizo a un lado sus dudas y se dedicó a aprender las habilidades del liderazgo.
La odisea del liderazgo de Blake había sido frustrante. Después de aprender a establecer la visión, construir equipos, lograr resultados, etcétera, había sido pasado por alto para ocupar puestos formales de liderazgo. Confundido por el giro de los acontecimientos, contactó a quien había sido su mentora desde hace ya mucho tiempo, Debbie Brewster.
Ella lo ayudó a comprender lo más importante en su vida hasta ahora: Si tu corazón no está bien, a nadie le van a importar tus habilidades.
Esta revelación llevó a Blake a la siguiente fase en su odisea. Armado con las habilidades que aprendió, empezó a trabajar diligentemente para fortalecer su carácter de líder. Según los más cercanos a él, estaba funcionando. Blake se estaba convirtiendo en un líder al que uno desearía seguir.
Ahora, una década después en su carrera, sintió que al fin entendía lo que era ser un líder. Los hombres y las mujeres que trabajaban con él parecían concordar. Había rumores de que Blake podía ascender a un puesto de liderazgo de alto nivel. Aun así, Blake era escéptico acerca de su futuro en Dynastar y todavía le quedaban dudas acerca de su propio liderazgo. Si tenía tanto potencial, ¿por qué todavía no se le había dado un puesto de liderazgo? Todos esos pensamientos hacíanaún más difícil la decisión actual de Blake.
Las opciones eran claras: quedarse en Dynastar con la esperanza de un futuro brillante o aceptar una oferta para ser el director general de un pequeño negocio en una comunidad cercana.
“Pequeño” era un término relativo. El negocio tenía ventas anuales por varios millones de dólares y más de cincuenta empleados. El ingreso de Blake sería mayor a lo que en ese tiempo obtenía, pero no era eso lo que lo emocionaba. Basado en lo que había aprendido, creía que el negocio tenía un tremendo potencial desaprovechado. Estaba convencido de que en algunos años, podría duplicar las ventas y las ganancias. La ventaja de la oportunidad era significativa.
Todavía quedaban dos problemas.
El estancamiento de las ventas no había escapado a los ojos de la empresa matriz.
Estaban impacientes por un cambio radical.
En sus conversaciones con líderes de alto nivel, Blake tenía la clara impresión de que él tenía que hacer que sucediera rápido o el negocio podría cerrarse o venderse. Su reto sería regresarlo al camino del crecimiento tan pronto como fuera posible.
El otro problema era Megan. Felizmente casada con Blake por poco más de diez años, había estado en cada paso de su carrera. Blake sabía que se sentía muy insegura con esta decisión.
Blake fue a la barra para servirse otro café, al tiempo que Megan entraba en la cocina.
—Buenos días —dijo.
—Hola —murmuró Megan mientras se dirigía hacia la cafetera. Blake le pasó una taza, ella la meció con ambas manos y colocó su rostro unos centímetros por encima de ella para respirar el vapor tibio. Ya más despabilada dijo—: Hoy tomas la decisión, ¿cierto?
—Sí hoy.
—¿Qué decidiste?
—Voy a hacerlo.
—¿Qué inclinó la balanza? —preguntó Megan.
—Veo esto como una gran oportunidad para nosotros. Me parece que el negocio ha sido gestionado en exceso y le falta dirección.
—Sabes que tienes mi apoyo total, y no me gusta tener que decírtelo, pero, tengo una última pregunta —dijo Megan de mala gana.