Richard E. Nisbett - Mindware. Herramientas para pensar mejor

Herramientas

para pensar mejor

Traducción de

Joaquín Chamorro Mielke

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Para Sarah Nisbett

Introducción

La lógica de la ciencia es la lógica de los menesteres y de la vida.

J OHN S TUART M ILL

En otros tiempos, cuando muchas personas necesitaban hacer mediciones de terrenos, tenía sentido exigir prácticamente a cada estudiante que deseara ingresar en una universidad importante que supiera algo de trigonometría. En la actualidad tiene más sentido una formación básica en probabilidad, estadística y análisis de decisiones.

L AWRENCE S UMMERS ,

antiguo rector de la Universidad de Harvard

Nunca, pero nunca jamás, aparece la palabra «coseno».

R OZ C HAST , Secretos de la edad adulta

Pagamos 12 dólares por una entrada para ver una película que, a la media hora, nos parece carente de interés y aburrida. Qué deberíamos hacer ¿permanecer en la sala o marcharnos?

Poseemos dos paquetes de acciones, uno de los cuales ha dado bastante buen resultado en los últimos cinco años, mientras que el otro ha perdido algo de su valor desde que lo adquirimos. Necesitamos dinero y queremos vender uno de ellos. ¿Vendemos las acciones buenas con el fin de evitar las pérdidas de las malas, o vendemos las malas con la esperanza de que las buenas continúen dándonos beneficios?

Debemos elegir entre dos aspirantes a ocupar un puesto. El aspirante A tiene más experiencia y mejores recomendaciones que el aspirante B, pero en la entrevista el aspirante B parece más brillante y enérgico que el aspirante A. ¿A quién contratamos?

A una persona que ocupa un puesto de recursos humanos en una compañía le han escrito varias mujeres quejándose de que sus solicitudes han sido rechazadas en favor de varones con cualificaciones profesionales inferiores. ¿Cómo sabrá si se trata realmente de discriminación de género?

La revista Time advirtió recientemente que los padres no deben controlar los alimentos que toman sus hijos porque es probable que, si lo hacen, sus hijos tengan sobrepeso. ¿No nos parece un tanto dudosa esta afirmación?

Las personas que toman una o dos bebidas alcohólicas una vez al día tienen menos problemas cardiovasculares que las que no lo hacen. Si realmente bebemos menos que esto, ¿debemos aumentar nuestra ingesta de alcohol? Y si bebemos más, ¿debemos reducirla?

Problemas como estos no figuran en los test utilizados para determinar el cociente intelectual, pero hay maneras más inteligentes y otras menos inteligentes de resolverlos. Cuando haya terminado de leer este libro, tendrá una caja de herramientas cognitiva que le permitirá analizar estos problemas —y muchísimos otros— de manera muy diferente de la habitual. Las herramientas son alrededor de un centenar de conceptos, principios y reglas de inferencia desarrollados por científicos en muchos campos —especialmente en los de la psicología y la economía—, y también por estadísticos, lógicos y filósofos. En ocasiones el empleo del sentido común en la resolución de problemas genera errores de apreciación y acciones desafortunadas. Los conceptos que aparecen en este libro le mostrarán cómo pensar y actuar con mejores resultados. Las ideas proporcionan un suplemento al sentido común: reglas y principios que puede aprender a aplicar de modo automático y sin esfuerzo a incontables problemas que surgen en la vida cotidiana.

Este libro aborda algunas de las cuestiones más básicas sobre los modos de razonar y de hacer inferencias válidas. ¿Qué vale como explicación (para casi todo, desde el comportamiento irritante de nuestro amigo hasta el fracaso en el lanzamiento de un producto)? ¿Cómo podemos diferenciar los acontecimientos causalmente relacionados de los acontecimientos meramente coincidentes en tiempo o lugar? ¿Qué formas de conocimiento podemos considerar ciertas y qué otras conjeturales? ¿Cuáles son las características de una buena teoría, tanto en la ciencia como en la vida cotidiana? ¿Cómo podemos diferenciar las teorías que pueden ser falsadas de aquellas otras que no pueden serlo? Si tenemos una teoría sobre negocios o prácticas profesionales realmente eficiente, ¿cómo podemos contrastar esta teoría de una manera convincente?

Los medios de comunicación nos bombardean con supuestos hallazgos científicos, muchos de los cuales son sencillamente falsos. ¿Cómo podemos evaluar las aserciones científicas en conflicto que encontramos en esos medios? ¿Cuándo podemos confiar en los expertos —suponiendo que los encontremos— y cuándo deberíamos dudar?

Y lo más importante: ¿cómo podemos aumentar la probabilidad de que las cosas que elijamos sirvan a nuestros propósitos y mejoren nuestras vidas y las de otros?

¿P UEDE ENSEÑARSE A RAZONAR ?

¿Es realmente posible enseñar a la gente a pensar con más eficacia? No digo hacer que sepa más cosas, como el nombre de la capital de Uzbekistán o el procedimiento para extraer raíces cuadradas, sino enseñarle a razonar más correctamente y a resolver problemas personales y profesionales de manera más satisfactoria.

La respuesta a esta pregunta dista de ser obvia, aunque hace dos mil seiscientos años muchos filósofos y pedagogos creían que enseñar a razonar era posible. Decía Platón: «Hasta los más obtusos, si se les enseña la aritmética, [...], se vuelven más ágiles de lo que lo serían si no la conocieran [...]. Debemos convencer a los hombres que aspiran a ocupar los puestos más importantes del Estado de que aprendan aritmética». Posteriormente, los filósofos romanos añadieron el estudio de la gramática y los ejercicios memorísticos a las prácticas destinadas a mejorar el razonamiento. Los escolásticos medievales reconocieron la importancia de la lógica, particularmente del silogismo (por ejemplo, «Todos los hombres son mortales. Sócrates es un hombre, luego Sócrates es mortal»). Los humanistas del Renacimiento añadieron el latín y el griego, seguramente porque pensaban que el empleo de estas lenguas contribuía al triunfo de estas antiguas civilizaciones.

La fe en la inculcación de las reglas matemáticas, lógicas y lingüísticas era tan poderosa que en el siglo XIX hubo personas que creían que la pura ejercitación del cerebro en difíciles sistemas de reglas —cualquier sistema difícil— bastaba para hacer a los individuos más inteligentes. Un pedagogo del siglo XX llegó a afirmar: «Como inglés y profesor, mi reivindicación del latín se basa simplemente en la imposibilidad de encontrar un instrumento mejor para los niños ingleses. La adquisición de una lengua carece de importancia educativa; lo importante es el proceso de su adquisición. El único gran mérito del latín como instrumento educativo es su tremenda dificultad».

Nunca se halló una sola prueba para ninguna de estas opiniones sobre la educación: desde la de Platón hasta la del trasnochado profesor de latín. Pero a principios del siglo XX hubo psicólogos que aportaron algunas demostraciones científicas sobre el razonamiento y la manera de mejorarlo.