Como casi todos los libros, éste también es deudor de muchas personas y circunstancias imposibles de enumerar.
Destacamos únicamente a don Jaime Sebastián, director del parador de Cardona, y a todas las personas, desde las recepcionistas hasta las camareras, que hicieron grata nuestra estancia y fácil nuestro trabajo.
Asimismo agradecemos muy especialmente la inestimable colaboración de Amaya Delgado.
INTRODUCCIÓN
Diálogos en Cardona
El 19 de abril de 2007, el doctor Valentín Fuster era investido doctor honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid.
A la misma hora, en el Círculo de Lectores también de Madrid, José Luis Sampedro recibía un homenaje organizado por la editorial Random House Mondadori con motivo de su noventa cumpleaños.
Al recibir las invitaciones respectivas, ambos lamentaron no poder asistir al evento del otro, pero como el homenaje a Sampedro se alargó más de lo previsto, el doctor Fuster logró colgar el birrete y llegar a tiempo para felicitar a José Luis Sampedro y escuchar su respuesta.
Todos los asistentes al acto quedaron hondamente impresionados por ese intercambio de palabras.
¿Por qué? ¿Porque son amigos y se quieren? Sí. ¿Porque son sabios? También. ¿Por algo más? Sin duda. En aquella sala repleta de admiradores, discípulos, colaboradores y familiares de JLS, muchos habían tomado la palabra para manifestar su cariño y respeto al homenajeado. Todos ellos quieren, y la mayoría conocen, a José Luis Sampedro tanto o más que el doctor Fuster; no pocos son también figuras relevantes en su campo; algunos nos habían hecho reír, otros nos emocionaron, nos refrescaron la memoria, pero ese silencio de respiración contenida de los buenos conciertos, esa atmósfera especial que a todos nos marcó, se produjo cuando Valentín Fuster tomó la palabra. ¿Cuál era el secreto? En mi opinión que los asuntos de «vida o muerte» siempre dejan su huella y el encuentro entre una persona que años atrás superó un momento crítico y el médico que lo atendió suele estar cargado de una emotividad y un sentimiento de amistad distinta de cualquier otra.
Ignoro si los editores tuvieron en cuenta el dato, si recordaron el libro que José Luis Sampedro escribió con motivo de su estancia en el hospital Monte Sinaí de Nueva York donde conoció a Valentín Fuster, o si simplemente quedaron deslumbrados, pero algo quedó claro: querían más. ¡Que se sienten, que sigan hablando, hagamos un libro! Se iban animando unos a otros y, finalmente, surgió la propuesta concreta: que Valentín Fuster y José Luis Sampedro se sienten a hablar en presencia de Olga Lucas para que ella nos describa y nos transmita lo oído, vivido y percibido.
Que hablen de la salud, de la enfermedad, de la vida y la muerte, del ser humano como ser biológico y como ser social, del mundo en el que vivimos, de lo que quieran y sepan, pero que hablen. Queremos seguir escuchándoles, queremos aprender, emocionarnos, imbuirnos de esa atmósfera especial que se crea en torno a ellos.
Nos contagiaron su entusiasmo: se consultaron agendas, se barajaron fechas y lugares y, finalmente, en los primeros días de agosto de 2007, Valentín Fuster y José Luis Sampedro se reunieron en el castillo de Cardona para charlar y «hacer un libro».
El sentido de estas líneas preliminares, además de contarles la génesis de este libro, debería ser la presentación de los autores. Tarea fácil y difícil a partes iguales. Fácil porque al tratarse de dos personas sobradamente conocidas no es necesario pasar horas navegando en internet ni consultar las hemerotecas en busca de documentación acerca de ellos. Difícil porque ¿qué les digo que no sepan ya? La interminable enumeración de cargos, méritos, distinciones y publicaciones pasadas y presentes o la reiteración de las no pocas entrevistas concedidas a los medios sería absurda, pues la mayoría de ustedes han decidido leer este libro precisamente porque saben quiénes están hablando, porque les conocen, admiran y desean «oírles» a través de estas páginas.
A cambio, les desvelaré un poco la trastienda: cómo les he visto en la distancia corta, qué me han parecido, cómo creo yo que son, qué les une, en qué se parecen, en qué coinciden y en qué disienten.
Si tuviera que elegir una única palabra para definir a Valentín Fuster, a José Luis Sampedro y a sus conversaciones, elegiría «sabiduría». Son sabios porque ambos persiguen la sabiduría, conscientes de no alcanzarla. Si se me permitiera una segunda palabra, pondría «bondad» en el sentido machadiano del término. Son buenos porque ambos viven con responsabilidad su profesión y su lugar en la sociedad, ambos tienen el sentido del deber humano como contrapartida al derecho humano, es decir, distinguen entre derechos, deberes y valores humanos. Estas dos cualidades engloban a las demás: son reflexivos, observadores y entregados, amantes de la vida, apasionados por el ser humano y el fenómeno social, por la búsqueda de soluciones a los males que nos aquejan. Son humanos y humanistas: con la misma humanidad y entrega que el doctor Fuster atiende a sus pacientes, trataba José Luis Sampedro a sus alumnos. Y puesto que la palabra «vividor» ha adquirido unas connotaciones injustamente negativas, diré que son vitalistas.
Tal vez alguien eche en falta el adjetivo «humilde». Sí, lo son, pero después de haberlos descrito como sabios, hablar de su humildad sería una redundancia. ¿Acaso puede alguien concebir a un sabio petulante, arrogante, sentando cátedra en posesión de la verdad? No es el caso, les aseguro.
Son sabios, se quieren, se respetan y se admiran hasta el punto de sentirse honrados por trabajar juntos en este proyecto, deseosos de contribuir a un mundo mejor. Comparten la creencia de que será imposible conseguirlo sin la educación, la cultura y la transmisión del saber. A lo largo de estas páginas ya irán ustedes descubriendo hasta qué punto se sienten obligados con la sociedad. Y a lo largo de estas páginas descubrirán también las diferencias de enfoque.
El médico e investigador trata con personas, con individuos uno a uno, realiza estudios, ensayos y proyectos con grupos o comunidades reducidas; el economista y escritor estudioso de lo social reflexiona y trabaja con datos globales.
Parece más fácil ser optimista al tratar personas individualmente. Más de una vez se oyen exclamaciones como ésta: «¡Pero si hay mucha gente buena, más de la que creemos, lo que pasa es que no son noticia!». Pero cuando se escucha el telediario, se leen los periódicos o se asoma una a las estadísticas, el mundo y sus gobernantes parecen mucho peor.
De ahí la importancia de este libro: sus autores nos ofrecen visiones complementarias sobre la salud del individuo inserto en la sociedad actual.
Que ustedes disfruten y aprendan leyéndolos, tanto o más que yo escuchándolos y redactando el texto final.
O LGA L UCAS
La hierba crece de noche
Al fin, Valentín Fuster y José Luis Sampedro consiguen encontrarse. Intercambian saludos, las preguntas y respuestas de rigor «cómo estás, qué tal te encuentras, te veo muy bien, la familia, bien, gracias, todos estupendamente» y sin perder más tiempo se sientan a trabajar con la seriedad que les caracteriza.
Yo diría que es algo más que seriedad. Es también la tensión del reto intelectual. Este proyecto les ilusiona, no cabe duda, pero cada uno de ellos tiene al otro en tan alta estima, se valoran tanto mutuamente que ambos dejan traslucir la inquietud de «estar a la altura». Tensión que se disipa en cuanto dejan de dar rodeos y entran en materia.