Annotation
Estás embarazada o quizá tienes ya un bebé entre tus brazos. A lo mejor sólo te estás planteando el tema de la maternidad. Sea como sea, estás hecha un lío, tienes mil preguntas y nadie a quien recurrir. Escoges un libro, luego otro, luego otro más… Tu perplejidad va en aumento: ¿cómo puede ser que coexistan enfoques tan diferentes? ¿Por qué los expertos se contradicen de tal modo? ¿Por qué te hacen sentir tan impotente y por qué, a pesar de todo, sigues necesitando desesperadamente la guía que te ofrecen? Te dicen que para un criar a un niño hace falta toda la tribu, pero… ¿dónde está nuestra tribu? ¿Cuándo y cómo nos hemos quedado tan solos? Tener un hijo es una de las experiencias más comunes de la humanidad, pero estamos peor preparados que nunca para ese trance. Vivimos obstinadamente de espaldas a nuestra propia naturaleza desvalida, tan dependiente de los cuidados de los demás. Y cuando, de pronto, la evidencia de esta vulnerabilidad se hace carne en el cuerpo de nuestros hijos, todo se tambalea. ¿Es nuestro interior emocional el que tiene que hacer todo el trabajo para reacomodar esta experiencia insólita? ¿Es quizá más conocimiento experto lo que nos falta? ¿Podemos poner a nuestros hijos en el centro de nuestras vidas sin exigir que todo cambie? ¿Podemos siquiera entender lo que nos está pasando sin mirar más allá de nuestros cuerpos, más allá de las paredes de nuestros apartamentos? ¿Dónde está mi tribu? se plantea este y otros interrogantes buscando siempre un marco más amplio que el de la familia, o el de la pareja madre-hijo, en el que situar estas cuestiones. Porque cuidar de nuestros hijos podría ser una experiencia mucho más gozosa y, si no lo es, no es por nuestra culpa (pero tampoco por la suya).
CAROLINA DEL OLMO
Donde está mi tribú
Ediciones Culturales Paidós, S.A
Sinopsis
Estás embarazada o quizá tienes ya un bebé entre tus brazos. A lo mejor sólo te estás planteando el tema de la maternidad. Sea como sea, estás hecha un lío, tienes mil preguntas y nadie a quien recurrir. Escoges un libro, luego otro, luego otro más… Tu perplejidad va en aumento: ¿cómo puede ser que coexistan enfoques tan diferentes? ¿Por qué los expertos se contradicen de tal modo? ¿Por qué te hacen sentir tan impotente y por qué, a pesar de todo, sigues necesitando desesperadamente la guía que te ofrecen? Te dicen que para un criar a un niño hace falta toda la tribu, pero… ¿dónde está nuestra tribu? ¿Cuándo y cómo nos hemos quedado tan solos? Tener un hijo es una de las experiencias más comunes de la humanidad, pero estamos peor preparados que nunca para ese trance. Vivimos obstinadamente de espaldas a nuestra propia naturaleza desvalida, tan dependiente de los cuidados de los demás. Y cuando, de pronto, la evidencia de esta vulnerabilidad se hace carne en el cuerpo de nuestros hijos, todo se tambalea. ¿Es nuestro interior emocional el que tiene que hacer todo el trabajo para reacomodar esta experiencia insólita? ¿Es quizá más conocimiento experto lo que nos falta? ¿Podemos poner a nuestros hijos en el centro de nuestras vidas sin exigir que todo cambie? ¿Podemos siquiera entender lo que nos está pasando sin mirar más allá de nuestros cuerpos, más allá de las paredes de nuestros apartamentos? ¿Dónde está mi tribu? se plantea este y otros interrogantes buscando siempre un marco más amplio que el de la familia, o el de la pareja madre-hijo, en el que situar estas cuestiones. Porque cuidar de nuestros hijos podría ser una experiencia mucho más gozosa y, si no lo es, no es por nuestra culpa (pero tampoco por la suya).
©2013, del Olmo, Carolina
©2014, Ediciones Culturales Paidós, S.A
ISBN: 9786079377786
Generado con: QualityEbook v0.87
Carolina del Olmo
¿Dónde está mi tribu?
Maternidad y crianza en una sociedad individualista
2013, Carolina del Olmo
Primera edición: septiembre de 2014
ISBN: 978-607-9377-78-6
2014, Ediciones Culturales Paidós, S.A
Índice
PREFACIO
CAPÍTULO 1. CRIAR SIN RED
De vuelta a la tribu Abuelos
Todo lo sólido se desvanece en el aire
La invención del hogar
La ambigüedad de la liberación
¿Caminos de servidumbre? Opting out
Las lecciones del «encimonismo»
Aguantar
Niños (perdidos) en el supermercado
La crisis de los cuidados Los límites de la intimidad ¿Una nueva mística de la feminidad?
CAPÍTULO 2. CUANDO EL ENEMIGO ESTÁ DENTRO
La competencia sentimental Hedonismo, altruismo y compromiso
Obligados a preferir El compromiso en un mundo líquido
En busca de un nuevo modelo
Reivindicar el cuidado Animales dependientes y vulnerables
Dependencia maternal
El deber de cuidar y el experimento de la conciliación
¿Soluciones de compromiso?
CAPÍTULO 3. EXPERTOS
El auge del experto Privatización y burocracia del cuidado
¿La ciencia de criar a un hijo?
La crianza como práctica social
Expertos en el cálculo racional
El poder de la culpa
Los límites de la divulgación científica
Sesgos estadísticos, correlaciones espurias y mala ciencia
Autonomía y ayuda mutua
CAPÍTULO 4. EL PAPEL DE LA NATURALEZA
Neorromanticismo
Destete, sueño y culpa
La evolución y la crianza
El instinto
El mito de la crianza todopoderosa
La educación moral
La personalidad terapéutica
Las condiciones sociales de la maternidad
EPÍLOGO. EL DERECHO A CUIDAR
AGRADECIMIENTOS
BIBLIOGRAFÍA
ACERCA DEL AUTOR
CRÉDITOS
Prefacio
M I HIJO GUILLERMO nació en mayo de 2009. Un niño querido y esperado. Mi situación personal y familiar era, a mis ojos, inmejorable. El embarazo fue muy bueno y el niño nació sano, fuerte, guapo. El padre, César, estuvo a mi lado en todo momento, volcado en todo lo que pudiera hacerme falta. No sufrí ningún atisbo de mi temida depresión posparto —más bien sufrí un ataque de euforia— y hasta la lactancia comenzó suavemente y sin problemas. Vamos, que salió todo a pedir de boca. Las noches me resultaban duras, eso sí. El niño quería mamar cada dos por tres, y yo me levantaba a darle el pecho en un sillón. Temía dormirme y que se me cayera al suelo. Y muchas noches me desesperaba porque no sabía cómo calmar su llanto. Recuerdo especialmente una noche en la que lloraba sin parar. Yo intentaba que se enganchara al pecho, pero él lloraba cada vez más rabioso. Se retorcía de tal forma que uno de sus bracitos siempre acababa estorbando, entre mi pecho y su cara. En cierto momento, no sé bien cómo, me vi a mí misma forcejeando con él, apartando con brusquedad su brazo, que había agarrado con lo que en aquel momento me pareció una fuerza excesiva. Ese arranque de mal humor y la irritación que sentí me dejó acongojada. Temí perder la paciencia y poder llegar a hacerle algo malo. En aquellas noches me forjé la idea de que yo era una madre débil, incapaz de soportar con estoicismo la falta de sueño y que llevaba muy mal la sensación de soledad que me producía pasar las noches en vela con él.
Poco a poco el niño fue durmiendo mejor, y en agosto, con tres meses, dormía tramos seguidos de cuatro, cinco y hasta seis horas. Según me decían, mi hijo era «una ganga». Pero aquella experiencia temprana —perfectamente normal, por lo que comentaban otras madres— me había provocado un hondo temor a la falta de sueño: yo era floja y no podía soportar las malas noches con serenidad. Y cuando por fin empezaba a confiar en que casi todas las noches iban a ser tranquilas, con dos o tres despertares a lo sumo, la cosa empezó a empeorar. Poco a poco fue despertándose más y más veces por noche, y a menudo no bastaba con darle el pecho para que volviera a dormirse sereno. Esa especie de regresión a las pautas de sueño de recién nacido, al poco de haber cumplido cuatro meses, me desesperaba.