AINA S. ERICE
El libro de las plantas olvidadas
ARIEL
Sinopsis
Una guía visual de las plantas que han formado parte de nuestra cultura.
Cuando hablamos de plantas, ¿nos referimos a arbustos o árboles? ¿Se trata de plantas comestibles, medicinales, decorativas, melíferas…? ¿Por qué hemos olvidado la riqueza que esconden determinadas hojas, frutos, cortezas o flores? Este herbario excepcional responde a estas y muchas otras preguntas apelando a los usos de plantas que han formado parte de nuestras tradiciones y que muchas de ellas, por alguna extraña razón, han caído en el olvido. Por 'plantas olvidadas' entendemos especies hasta ahora infrautilizadas, pero que contienen elementos nutricionales, propiedades curativas e incluso genes de resistencia a plagas y enfermedades que reducirían el uso de pesticidas.
A través de los orígenes, parentescos, curiosidades, usos materiales y simbólicos de 100 especies en concreto, la autora construye un denso catálogo en el que conviven desde la caléndula, la ortiga y el trébol, hasta el serbal, el nispolero, el guillomo o el cornejo, pasando por la cicuta, el nopal, el tomillo…, plantas que pertenecen a diversos paisajes y costumbres, pero que conforman nuestra historia aunque hoy solo seamos capaces de reconocer a unas más que a otras.
©2019, ARIEL
ISBN: 9788434431577
Generado con: QualityEbook v0.87
Generado por: AsA, 17/11/2019
Una recuperación de los usos tradicionales de nuestras plantas
Prólogo de José Antonio Marina
Ilustraciones de Montse Moreta
En memoria de mi abuela, sa padrina
Prólogo
M I RELACIÓN con la autora de este libro viene de lejos. Aún no había terminado sus estudios cuando le pedí que identificara las flores que aparecen en los cuadros de los siglos XVI y XVII. Me sorprendió su agilidad para pasar de la ciencia al arte, la literatura y todos los campos de la cultura. Pensé entonces que debía dedicarse a la alta divulgación científica, un género que me parece fascinante y absolutamente necesario en un momento en que la brecha entre ciencias y humanidades se va agrandando. Años después intenté poner en marcha un ambicioso proyecto intelectual. Se trataba de estudiar la relación que la inteligencia humana ha establecido a lo largo de la historia con los tres reinos de la naturaleza. El trato de los sapiens con plantas, piedras y animales ha sido permanente, plural y sorprendente. Los hemos utilizado para mil empleos, adorado, cantado, cubierto de leyendas, estudiado, comprado, vendido, robado, destruido. Pensé que Aina podía escribir el libro referente a la larga y variada convivencia del hombre con las plantas. El resultado fue un bello, fascinante y divertido libro titulado La invención del reino vegetal, cuya lectura recomiendo encarecidamente. Ella utilizó la palabra invención en su sugerente ambivalencia. Significa «encontrar» y «crear». Mostró con elocuencia que los humanos hemos descubierto y a la vez creado el mundo vegetal.
Ahora ha vuelto a describir parte de ese mundo, pero con un método diferente, que voy a denominar zoom holográfico. En la apabullante riqueza vegetal va centrando su atención en plantas concretas. En este caso, en plantas olvidadas porque no se consideran muy interesantes. Ésta es la característica de la estética zoom: sacar un objeto de la insignificancia. Detenernos en él, en vez de pasar corriendo, para descubrir sus tesoros ocultos. Hay un haiku de Basho, el gran poeta japonés del siglo XVII, que resume el estilo de este libro:
Yoku mireba
Nazuna hana saku
Kakine kana
[Cuando miro con cuidado,
es admirable ver florecer
la nazuna junto al seto]
Imagino a Basho caminando cuando descubrió junto al seto una planta silvestre, insignificante, la nazuna (Capsella bursa-pastoris). En vez de pasar adelante se detiene ante ese hecho que considera prodigioso. Mis alumnos del Instituto de La Cabrera recuerdan, treinta años después, que les llevaba al monte para que vieran florecer los minúsculos sedum. Aina hace zoom sobre esas plantas humildes, olvidadas, que crecen en los huertos, los campos, el agua, la montaña, para demostrar su admiración. Pero he dicho que utiliza un zoom holográfico porque esa concentración —que amplía el objeto y lo trae a primer plano— contiene un holos, una totalidad que puede expandirse: las características botánicas, las aplicaciones prácticas, las leyendas. Unas admirables ilustraciones nos presentan el aspecto físico de cada una, y a partir de él aparece la pluralidad de significados. La imagen literalmente estalla. El libro es un ejemplo de pirotecnia intelectual. Un cohete es un cartucho poco interesante que se despliega en luces maravillosas al prenderle fuego. Aina S. Erice hace lo mismo con las plantas, y las hace brillar como un fantástico espectáculo de fuegos naturales que se hubieran hecho artificiales.
Espero que disfruten con la lectura.
J. A. M.
Introducción
BUSCANDO EN EL VERGEL DE LOS RECUERDOS...
¿E RES capaz de encontrar los nombres de quince plantas olvidadas escondidas en esta sopa de letras?
EL SILENCIO DE LOS MEMBRILLOS
¿Has tenido alguna vez la sensación visceral de que hay algo que no estamos haciendo bien? La última vez que sentí ese profundo desasosiego que te remueve las tripas fue por la muerte de dos membrilleros.
Nuestra historia de amor era joven, pero intensa: los había conocido en el trabajo, donde compartía espacio con ellos a diario, y allí había descubierto sus bellísimas y perfumadas flores, además de sus frutos dorados. Estos membrilleros formaban parte de una pequeña huerta muy diversa, donde crecían higueras, nogales, jerbos, azufaifos, granados... hasta que, un buen día, los propietarios de la finca decidieron que aquel campo debía ponerse en producción y que, por tanto, lo convertirían en un limonar.
Al llegar la hora del desahucio, algunos de los inquilinos se salvaron; los granados, por fortuna, se trasplantaron. Sin embargo, el resto de los árboles fue eliminado sin piedad, sierra eléctrica en mano. Entre ellos, mis queridos membrilleros.
Casi por aquellas mismas fechas, la casa que hay enfrente de la vivienda de unos familiares cambió de propietarios. Yo no tenía mucha relación con los antiguos, pero sí existía un amor platónico con un membrillero que asomaba por encima de la valla cubierta de hiedra, pues siempre me acercaba a olisquear sus flores en primavera.
Los nuevos vecinos empezaron una intensa renovación de la casa. Cada vez que visitábamos a mis familiares, seguía con interés el trajín de operarios de todo tipo, y me preguntaba qué iban a hacer con el jardín... hasta que un fin de semana obtuve la respuesta.
Como me esperaba, la hiedra había pasado a mejor vida, pero lo que me chocó fue que el membrillero también había desaparecido. El jardín había quedado reducido a un alcorque circular con un olivo de tronco venerable, de esos que la gente valora tanto por su bella estampa o simplemente porque dan categoría social.