Í NDICE
PRIMERA PARTE
RETOS PARA UN FUTURO INMEDIATO
SEGUNDA PARTE
RESPUESTAS Y RECOMENDACIONES PARA AQUÍ Y AHORA
A mis hijos, Alejandro y Carlota,
y a mi yerno, Carlos García-Moro.
A GRADECIMIENTOS
E n primer lugar quiero agradecerte a ti, lector, tu tiempo y la atención que vas a dedicar a leer estas páginas; espero que te resulten útiles y amenas.
A continuación me gustaría agradecer su colaboración a los profesionales y a las empresas que han aceptado ser los ejemplos a seguir en la última parte de este libro. Por orden alfabético, que no de gratitud, debida a todos por igual, quiero dar las gracias a José Ramón Azurmendi y a Jaime Kirkpatrick, director de Marketing y de Clientes y CEO de Aegon España respectivamente. A Beatriz Sanz y a José Luis Perelli, socia directora de Analytics y presidente de EY. A Cristina Ruiz y Sergio Martín Guerrero, de Indra, donde desempeñan las funciones de directora de Minsait y director de Soluciones Digitales FEEP. A José González y a Marcelo Ruiz, presidente y director de Nuevos Negocios de Luckia. A Susana Rodríguez, directora de Operaciones de Oracle Iberia (y Benelux). A José Tamayo, director Financiero, y Fabián Gradolph, director de Comunicación, ambos de Oracle Iberia. Su inestimable aportación dota de realismo y pragmatismo a estas páginas.
No quiero olvidar, una vez más, a todos mis equipos, compañeros y jefes, que me han enseñado tanto a lo largo de mi vida profesional con su talento y su compromiso. También mi estima y agradecimiento al profesor doctor Luis Vives, de Esade, con el que comparto alumnos de vez en cuando y del que no dejo de aprender yo misma como una más.
Finalmente también quiero agradecer su colaboración a Gonzalo García Chasco y a todo el equipo de Thinking Heads que me ha ayudado tanto y me ha facilitado la labor de estructurar mis propias ideas; sin su aportación este libro no habría salido nunca a la luz.
Y a mis hijos, siempre, por el tiempo que compartimos y porque ellos son la razón por la que me sigo esforzando diariamente, intentando ser siempre un buen ejemplo y un referente en sus vidas.
A todos ellos, gracias, muchas gracias.
I NTRODUCCIÓN
CRUZANDO EL VALLE DE LA MUERTE
No existe lo desconocido, solo lo temporalmente oculto.
C APITÁN K IRK , Star Trek
Lo antiguo y lo nuevo
«Llego tarde, llego tarde, llego tarde…».
Todos nos podemos identificar con el conejo blanco de Alicia en el País de las Maravillas , siempre corriendo, con prisa, pendientes del reloj, pendientes del tiempo. El tiempo es una magnitud que siempre ha obsesionado al ser humano: el tiempo vivido, el tiempo por venir, ese tiempo que se nos escapa, que se nos escurre entre los dedos. Tempus fugit nos decía desde la Antigüedad el poeta Virgilio, porque ya entonces, en realidad como siempre, se tenía conciencia de su fugacidad, de su veloz transcurso. El tiempo vuela. Muchos años después Einstein nos enseñó que el tiempo es, en todo caso, relativo, como un chicle que puede estirarse y contraerse. Pero seguimos comprobando, como ya lo percibía Virgilio, que se trata de un recurso muy valioso, el único que no se puede recuperar. Uno de los rasgos más distintivos de la inteligencia humana es su asimilación de la idea del tiempo. Nos sometemos al tiempo porque no nos queda más remedio, pero también nos rebelamos contra él.
Reconozco que tengo especial debilidad por un autor como José Antonio Marina, filósofo y pedagogo —y a quien no podré por menos que aludir de vez en cuando a lo largo de las próximas páginas—, puesto que su visión humanizadora y su puesta en valor de la creatividad, la cultura, el talento y los valores humanos conecta en muchos aspectos con las cuestiones que quiero transmitir aquí. En su libro Teoría de la inteligencia creadora , apunta que la inteligencia humana conoce el presente y el pasado, pero pretende determinar el futuro, para lo cual promete, proyecta, previene y produce. Por eso, si los animales tienen futuro, el ser humano tiene porvenir.
Ese porvenir es en buena medida el objeto de este libro. «Lo que estaba por llegar ya está aquí», se indica desde el título. Había otra manera de decirlo, más poética, que me gusta especialmente: «Lo que estaba por venir ya está aquí». Y está aquí porque la trepidante revolución tecnológica de la que hemos sido testigos, y seguimos siéndolo, ha acelerado más que nunca ese tiempo que siempre se supo efímero. El caso es que en un entorno tan cambiante como el actual las nociones de lo que nos parece pasado, presente o futuro confluyen en periodos temporales mínimos porque los cambios se suceden a velocidad vertiginosa. La idea del cambio preside nuestra realidad y somos nosotros mismos los que más estamos cambiando: en nuestra manera de vivir y de pensar, de tomar decisiones, de trabajar y de divertirnos. No se trata solo, en contra de lo que decía Darwin, de adaptarse al cambio, sino de gestionarlo y aprovecharlo para encontrar oportunidades de mejora. «Lo que estaba por llegar ya está aquí» significa reconocer que lo que ayer tomábamos como un futuro quizás lejano, de ciencia ficción, es ya presente y no podemos posponer la gestión del cambio.
La literatura y las películas de ciencia ficción nos enseñaron mundos y posibilidades que parecían inverosímiles y, sin embargo, no solo ya están aquí, sino que a menudo hemos visto superados muchos de los sueños del género. Porque al fin y al cabo la ciencia no es ficción. La ficción es creerse que todo es posible si se le aplica imaginación y tenacidad. Uno de los mayores expertos en ciencia ficción de nuestro país, el crítico cinematográfico Ángel Sala, dice que la ciencia ficción nos fascina porque nos trae lo que está por llegar, pero es una fascinación que combina interés y miedo, lo cual deja un amplio camino para las lucubraciones científicas y tecnológicas, pero también para la imaginación y la creatividad. La ciencia ficción nos coloca al borde del vértigo del futuro. Sí, sentimos vértigo por el futuro y además hoy en día asistimos, no sin cierto asombro, al hecho de que la ciencia ficción parece haber llegado realmente a nuestras sociedades para instalarse definitivamente. Y es muy difícil anticipar cómo y con qué intensidad tantos otros descubrimientos revolucionarios nos seguirán sacudiendo en nuestra vida cotidiana y profesional. Parece evidente que lo antiguo ya no nos vale; cada vez con mayor celeridad las cosas se vuelven inmediatamente obsoletas y, sin embargo, todavía no estamos en absoluto preparados para lo nuevo. Porque lo nuevo nos fascina pero también, como decíamos, nos da miedo. Los cambios provocan resistencia pero son necesarios, como es necesario que evolucionemos con ellos.
Si nos fijamos en la literatura o en todas esas películas de ciencia ficción que forman ya parte de nuestro inconsciente colectivo —pienso, por poner unos pocos ejemplos, en 2001: una odisea en el espacio de Stanley Kubrick y Arthur C. Clarke, Blade Runner de Ridley Scott, Terminator de James Cameron, Matrix de Lana y Lilly Wachowski o IA: inteligencia artificial de Steven Spielberg—, vemos que a menudo plantean una reflexión en torno al miedo: el miedo a HAL, a la máquina, a la tecnología, a un futuro en el que los avances tecnológicos traigan consigo un mundo más deshumanizado. Y justo ahora más que nunca, con la tecnología digital y el enorme abanico de posibilidades que abre, ese temor parece más presente que nunca. Es cierto que hay miedo: miedo a lo que va a pasar, miedo a que lo poco que uno ha aprendido ya no le sirva. Es una reacción muy humana: el miedo al cambio, a perder el control, a no ser elegido, a no ser competente. El miedo a la diferencia. A menudo se instala en nosotros una actitud de querer darle brillo y esplendor a lo que tenemos para no enfrentarnos a lo nuevo, para intentar inútilmente que lo de antes nos dure eternamente.