PRÓLOGO
Cada día surgía un nuevo obstáculo y, a la vez, el reto de resolverlo. Los niños avanzaban, vibraban, aprendían. Y yo me sentía enardecida con los resultados de ese aprendizaje que era al mismo tiempo el mío...
Yo me decía: «No puede existir dedicación más hermosa que ésta». Compartir con los niños lo que yo ya sabía, despertar en ellos el deseo de averiguar por su cuenta la causa de los fenómenos, las razones de los hechos históricos. Ése era el milagro de una profesión que estaba empezando a vivir y que me mantenía contenta a pesar de la nieve y de la cocina oscura, a pesar de lo poco que aparentemente me daban y lo mucho que yo tenía que dar. O quizá por eso mismo. Una exaltación juvenil me trastornaba y un aura de heroína me rodeaba ante mis ojos. Tenía que pasar mucho tiempo hasta que yo me diera cuenta de que lo que me daban los niños valía más que todo lo que ellos recibían de mí.
J OSEFINA R. A LDECOA ,
Historia de una maestra
Querido futuro maestro / querida futura maestra:
Nos tendrás que perdonar que empecemos de una manera poco modesta. El caso es que la inmodestia nos va a servir para excusar el atrevimiento de creer que podemos ayudarte si te escribimos algunas reflexiones sobre la profesión de maestro que ahora comienzas o comenzarás pronto.
Esto es de lo que presumimos: tenemos la suerte de saber sacar lecciones positivas de hechos o de vivencias que no siempre lo son (ya ves que no necesitamos abuela que nos cante las excelencias). Con veinte años escasos, y ha llovido mucho desde entonces, hicimos el servicio militar. Si hicimos la temida y aburrida mili fue porque no nos atrevimos a plantarnos como objetores de conciencia, por la sencilla razón de que el precio habría sido unos cuantos años de nuestra juventud en la cárcel. Durante aquel tiempo sólo aprendimos dos cosas. La primera es muy importante: a convivir con personas muy diversas, con alguna de las cuales —y este elemento concreta nuestro aprendizaje— no habríamos ido de manera voluntaria ni a recoger el premio de un décimo del gordo de Navidad. Pero nos obligaron a estar con gente que no nos interesaba en absoluto y esta convivencia atemperó algunas de nuestras intolerancias.
La segunda lección la podemos resumir con este dicho tan castrense: la veteranía es un grado. Por eso, esgrimiendo nuestra veteranía como único mérito, nos atrevemos a dirigirnos a ti para mostrarte el fruto de nuestra experiencia, para hacerte unas cuantas sugerencias y para desearte, sobre todo, que seas tan feliz como nosotros lo somos, a pesar de los pesares, en el ejercicio de la tarea que has decidido iniciar.
Somos maestros desde hace muchos años. Hemos estado en el aula con alumnos de casi todas las edades, desde el ciclo inicial hasta la universidad. Nos gustaría (lo confesamos ahora por primera vez) impregnarnos del clima de las aulas hasta que nos llegue la jubilación. Si hemos de ser sinceros, nos gustaría sentirnos maestros hasta que nos toque pasar al otro lado guiados por la mano de la Desconocida.
Y ahora que ya hemos exteriorizado alguna de nuestras intimidades, es necesario que empecemos a matizar, es decir, tenemos que empezar a practicar una de las operaciones que caracteriza a nuestra profesión. En este caso, matizamos que no nos consideramos maestros del todo, queremos decir que no somos maestros, si eso significa que hemos llegado de manera definitiva a alguna parte. Preferimos afirmar que nos dedicamos a o que durante muchos años hemos ejercido de. Preferimos expresarlo así para dejar claro que es día a día como vamos construyendo nuestro magisterio. A medida que nos vamos haciendo mayores, tenemos más inseguridad, menos certezas, más interrogantes abiertos y menos cosas dadas por acabadas o superadas. Con la edad, profundizamos en la verdad de la vieja sentencia socrática que dice: «Sólo sé que no sé nada».
Esta paradoja tiene una explicación que intentaremos razonar para ti. Los que nos dedicamos al mundo escolar estamos en contacto con criaturas y gente joven, y una de las características de las primeras edades de la vida es la capacidad de estrenar el mundo en cada mirada; esta capacidad de sorprender y sorprenderse es lo que nos hace pisar sobre un terreno que se mueve constantemente bajo los pies. Cada persona es un proyecto, y un proyecto siempre tiene presente un horizonte que nunca se llega a alcanzar del todo, que nadie llega a hacer suyo, y es bueno que sea así, porque el día que tengas la sensación de haber llegado a puerto, descubrirás un nuevo puerto que reclamará tu actividad educadora o, lo que es más sorprendente, descubrirás que estás en un puerto al que no esperabas llegar.
La labor de enseñar es apasionante por eso precisamente, porque siempre hay un más allá que te indica que todavía hay mucho trabajo pendiente y que es importante que continúes haciéndolo. El poeta José Agustín Goytisolo lo expresa en su magnífico e iniciático poema Palabras para Julia: «Recuerda —le dice el poeta a su hija— que yo aún estoy en el camino». Siempre caminamos, porque —y hemos de citarte a otro poeta, esta vez a Antonio Machado— «se hace camino al andar». Y en eso consiste la acción educativa, en hacer camino juntos.
Seguro que alguien te habrá explicado durante tus estudios que los griegos llamaban «pedagogo» a la persona que acompañaba a los niños a la escuela, la persona que los conducía hasta el lugar donde tenían que adquirir los conocimientos. Educar es algo así como hacer camino con. Ahora bien, en este hacer camino con hay un reparto asimétrico de intenciones. Más adelante insistiremos en esta diferencia. Quedémonos de momento con la idea de acompañar, una idea extremadamente valiosa para nosotros. Acompañamos hacia algún lugar siempre imprevisto, porque en educación nadie puede predecir nada.
Algo parecido sucede cuando estás a punto de iniciar los capítulos de esta larga carta que hemos escrito para ti. No sabemos si coincidirás o no con nuestras reflexiones. De todas maneras, si quieres que te digamos la verdad, no es ése nuestro objetivo principal. En realidad, lo que pretendemos es acompañarte, estar a tu lado ahora que, como maestro, empezarás a imbuirte de la vida del aula.