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Hacer que el lector desee copiar los libros de uno.
Sobre el KIT de corrección y reescritura
Mientras que en la vida no podemos volver atrás, la escritura proporciona la placentera facultad de rehacer lo hecho, nos permite retroceder y remediar los errores cometidos.
Tras la primera versión, nos disponemos a corregir. No distinguimos cuáles son los fallos. O los distinguimos, pero no damos con el camino acertado para solucionarlos. Al escribirla, la historia nos resultaba emocionante, pero al releerla nos resulta insulsa y no sabemos cómo mejorarla. ¿Qué hacer? No hay fórmulas fijas, pero hay diversos caminos. Escoge el más estimulante para ti y lánzate.
A continuación te propongo un kit de herramientas para la autocorrección. En estas páginas consigno los Problemas que pueden afectar a tu relato y las Claves para solucionarlos + Causas y Razones + Respuestas de escritores conocidos + Ejemplos prácticos de cada tema y de informes editoriales + Ejercicios para la reescritura: qué y cómo reescribir.
Provienen de los fallos inventariados en los cientos de novelas, ensayos y cuentos impublicables recibidos en el equipo de revisión de Grafein, en agencias literarias, en editoriales. Responden al proceso interno del escritor (corriges bien si conectas con tu mundo auténtico) y a las estrategias para mejorar estructura y estilo.
Puesto que escribir provoca el deseo de publicar, contemplan los errores que impiden que ese deseo se cumpla.
Escribir es un acto de vida siempre. Reescribir es un acto de supervivencia si lo haces desde lo más hondo de tu verdad.
Saber corregir consiste también en volver a conectar con nuestra voz más placentera y permitirle que nos indique qué falta y qué sobra, qué hacer y qué no hacer.
Una vez que hayas trabajado con este libro, espero con gusto tus comentarios y preguntas:
silviaadelakohan@grafein.jazztel.es / www.grafein.org
Primera parte
No sacrifiques la sinceridad literaria a nada. Ni a la política ni al triunfo. Escribe (y reescribe) para ese otro, silencioso e implacable, que llevamos dentro y no es posible engañar.
J UAN C ARLOS O NETTI
Necesito veintiún días para escribir mis novelas, y el resto del año para corregirlas: sesenta veces corrijo cada una de ellas.
F RED V ARGAS
1. Revisamos para ver aquello que no vimos durante la escritura
Colocas el punto final. Dejas pasar unos días. Lo relees. Algo falla. Es raro que la primera versión de un texto se revele como la mejor. El proceso de corrección puede conducir a la reescritura o a la papelera. Ambas decisiones son válidas, deben ser tenidas en cuenta y deben ser acertadas. Da buenos resultados alejarse del texto cuando sabes que le falta algo, pero no sabes qué. Te alejas de él, pero lo tienes presente mientras haces otras cosas hasta que, cuando menos te lo esperas, escuchas una frase al pasar y das con la respuesta.
Entonces, relájate, encara la revisión con alegría, como si fueras al encuentro contigo mismo frente al espejo a fin de mejorar tu atuendo. El riesgo sería autoengañarse. Es así como más de un tallerista llega y nos cuenta de qué trata su relato, lo lee, y se desilusiona al ver que no percibimos el argumento del que habló, la intensidad no es la que él creía ni mantiene el suspense como suponía, pero igualmente lo sigue defendiendo, intenta justificar lo que no está o lo que no se entiende. ¿Qué ha pasado? Se ha enamorado de su retoño, y como dicen que el amor es ciego…
En el otro extremo, están los que en lugar de cortar, desplazar, recomponer, prefieren reescribir todo nuevamente a partir de la misma idea, sin consultar la primera versión. Empiezan por una reescritura mental, en la que a menudo no se permiten llegar a la pantalla o al papel hasta que no despejan todas sus dudas.
Es un tema con muchas aristas. Otro riesgo es corregir demasiado. Puede que el texto pierda la espontaneidad originaria cuando le quitamos al cuento, a la novela, al ensayo, esos sedimentos que tal vez contienen lo verdadero. Si eliminas sedimentos y te quedan dudas, continúa con la tijera pero guarda esos restos, no los releas hasta acabar la corrección, más adelante verás si los incorporas o no.
De todos modos, mientras la libertad interior –que se puede traducir como talento– nos enseña a escribir, las técnicas nos enseñan a reescribir para que luzca el diamante narrativo. En eso estamos.
La reescritura puede ser infinita y casi infinitos son los aspectos que se pueden corregir. ¿De qué depende que un relato atrape al lector? ¿Cuándo se considera que un relato es bueno? ¿Cuántas reescrituras son necesarias para darlo por acabado y mandarlo a un concurso o a una editorial? Los clásicos supieron escribir con la voz propia, la claridad y la precisión necesarias para que los lectores recomendasen sus libros de generación en generación, por eso son clásicos. Supieron corregir y reescribir sin concesiones.
Ya sea en la ficción o la no ficción, ¿has contado tu verdad sin temor a manifestarla tal cual la sientes? El secreto está en escribir la historia que queremos contar –nuestra verdad– con un lenguaje propio y en asegurarnos de que las palabras son las acertadas: necesarias, exactas, sugerentes, conectadas..., y de que no estamos repitiendo los caminos que ya recorrieron otros.
Difícilmente se consigue todo en la primera escritura. De ahí que debas disponerte a comprobar los posibles errores, a mejorar el texto, y en consecuencia a destilar tus ideas, tus palabras, tu voz, y a comprobar los fallos y los logros con las antenas preparadas para ello.
La clave está en saber cómo abordarla y crear tu propio sistema. Lee con atención cada punto de los que siguen en este libro y escoge el que tu instinto narrativo te dicte para iniciar la ruta. ¿Amplificar? ¿Diseccionar? ¿Rehacer? Para Flaubert, el talento tenía una buena dosis de paciencia: reescribió Madame Bovary cientos de veces, buscaba la frase exacta, aunque en otros libros se sabe que corrigió en exceso. Para Faulkner, la estructura engrandecía o empobrecía los temas. Las pruebas de galera que le enviaba a Proust su editor de Gallimard acababan cubiertas de anotaciones y agregados; como si a sus recuerdos se les superpusiera siempre otro, o sea, al texto original se le superpusiera siempre otro. Para Tolstói, efectuar una corrección de pruebas significaba enriquecerla, hacía crecer tanto el original que desesperaba a los editores (como aquel pintor que cuando sus cuadros ya estaban colgados en el museo iba con un pincel y controlando que nadie lo viera los retocaba). De hecho, una vez que encuentras tu sistema, reescribir es un placer. A medida que recompones el texto, recompones tus ideas, asoman frases que no salieron en la primera escritura, el mismo texto te revela ahora cosas de ti que no sabías, te da respuestas, te reconcilia contigo: te consideras capaz. ¿Tal vez era este placer el que impulsaba en realidad a Flaubert, a Tolstói, al pintor que iba a escondidas al museo? Los resultados son dignos de ser tenidos en cuenta.
Atención: En todos los casos, escribamos lo que escribamos, es esencial expresarse con claridad. Claridad en la historia («qué decimos») para consignar nuestro punto de vista, si es posible conectado con los sentimientos y los afectos. Claridad en el discurso («cómo lo decimos»), rechazar el rebuscamiento, el desorden y la verborragia. Podría ser una primera premisa, pero hay más...
2. Un tiempo para todo
¿Cuándo iniciar la revisión?
Escuchemos a Raymond Carver:
No me gusta dejar mi relato así como está. Prefiero retomar una historia después de haberla escrito y continuar trabajando, cambiando. Reescribir me gusta mucho. Pienso que no soy por naturaleza un tipo espontáneo, pero sé perfectamente que rever una historia cuando he acabado de escribirla es algo que me resulta natural y me gusta mucho hacer. Hay una razón: la revisión me guía forzosamente al centro, hacia el verdadero argumento de la historia. Porque se trata de un proceso, no de una realidad bien definida.
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