POR DÓNDE EMPEZAR
¿Cómo arranca el proceso de composición? Lo primero que has de saber es que no existe un modus operandi oficial. No hay mapas ni flechas que nos indiquen el lugar señalado ni la dirección correcta. Cada autor debe encontrar la manera con la que se sienta más cómodo. Y para lograrlo existen algunos factores influyentes como la formación musical de la persona, los gustos personales o el estado anímico particular de cada uno.
Busca tu motivación para escribir canciones
Algunos escriben canciones por el sano placer de hacerlo, de traer música nueva a la vida, de crear algo que antes no estaba. Otros lo hacen porque necesitan descargar sus emociones y su sensibilidad en forma de canción. Otros porque tienen la intención de ganarse la vida con ello. Otros componen porque están enamorados de la idea de ser compositores de canciones, aunque no sepan muy bien por dónde empezar. Algunos simplemente se sienten tan atraídos por un movimiento musical determinado que quieren poner su granito de arena. Y luego están los que escriben canciones por una mezcla de todos los motivos citados. La cuestión es, ¿qué quieres tú? ¿Por qué quieres escribir canciones? ¿Qué es lo que te motiva?
Según el impulso de cada cual existen dos rumbos principales a seguir con nuestra brújula creativa: el de comercialidad pura y el de la composición por amor al arte. Podemos movernos teniendo en cuenta el impacto que una canción va a tener entre un determinando número de personas o podemos guiarnos a través de nuestra propia satisfacción artística. También podemos impulsarnos por una mezcla de ambas aspiraciones.
► Escribir buscando la comercialidad
Si eliges esta opción lo normal es que quieras que tu obra sea capaz de llegar a un público suficiente que te permita poder dedicarte profesionalmente a la música. Esto incluye tanto la composición de canciones para terceras personas, como para un proyecto artístico propio. También ámbitos como la composición de sintonías y la música para publicidad entre muchos otros frentes.
En esencia, con la búsqueda de la comercialidad buscamos que nuestras canciones sean atractivas para el mercado. La escritura de canciones según la comercialidad requiere guiarnos a través de las tendencias musicales actuales o futuras. No tienes por qué obligarte a seguir las modas del mercado actual si no quieres. El truco está en ser capaz de adelantarte a las tendencias musicales que están por venir. Para ello has de escuchar con atención las corrientes musicales emergentes y hacer caso a tu intuición.
Tampoco hablamos aquí de una obsesión perpetua por la novedad. A menudo las tendencias musicales se cimentan en el rescate y la revisión de los estilos musicales que triunfaron en el pasado. Hay quien dice que el revival de los años ochenta ha durado mucho más que lo que duraron los propios años ochenta. Casi todo lo que se ha hecho desde hace treinta años sigue esta pauta revisionista.
► Escribir desde el corazón
Cuando componemos por amor al arte se presupone que alcanzamos un nivel de honestidad con nuestra propia obra mucho más elevado. Nuestro nivel de motivación será mayor si nos gusta lo que hacemos, si utilizamos la música como método de expresión artística, más allá de la posible contrapartida económica que podamos cosechar en un futuro.
Escribir lo que nos da la real gana puede tener un matiz egoísta, es cierto, pero es una de las mejores maneras de alcanzar la autenticidad. Y el público agradece la autenticidad. Por tanto, trabajar de esta manera también puede tener una contrapartida comercial a largo plazo.
Nunca se puede saber al cien por cien qué estilos musicales estarán de moda dentro de unos años. Si te gusta la música rock es posible que dentro algún tiempo vuelva de nuevo a despuntar (el rock siempre vuelve). Por otro lado, si odias el reggaetón no tiene mucho sentido dedicar tu tiempo a escribir canciones de este estilo por mucho que esté de moda. Nadie sabe qué estilos marcarán la pauta el día de mañana.
► Escribir desde el corazón sin dejar de lado las tendencias actuales y futuras
Ambos extremos son totalmente compatibles. Existen múltiples matices intermedios para satisfacer las necesidades divinas o terrenales de cada uno. Esto quiere decir que un autor puede escribir según su filosofía artística, abarcar los géneros con los que se siente más cómodo a nivel personal y utilizar la música como válvula de escape emocional, al mismo tiempo que se guía por su intuición comercial.
El germen de una canción
El acto de empezar a componer una canción tiene un fuerte impulso motivacional. Este impulso es prácticamente idéntico a aquel que te hace saltar del sillón y empezar a bailar cuando te suena aquella canción que tanto te gusta. Porque ambos fenómenos tienen muchísimo en común. Me refiero al anzuelo creativo y al anzuelo pegadizo como potentes motores musicales.
Anzuelo creativo: el embrión de la canción
Pongámonos en situación. Imagina que estás tranquilamente escuchando música en la radio de tu coche mientras conduces. O bien estás en la ducha escuchando la radio. O quizás en una discoteca. Da igual. La cuestión es que de pronto algo en la canción que suena llama tu atención: un fragmento de música, una frase, un sonido, un estribillo, una línea de bajo, el alarido de un cantante. Sea lo que sea, a partir de ese momento te enamorarás de la canción y querrás escucharla una y otra vez (o la odiarás y no podrás quitártela de la cabeza). El pez ha picado el anzuelo pegadizo. Ni que decir tiene que en esta metáfora el pez eres tú.
Este mismo proceso se repite a nivel compositivo:
Imagina que estás practicando con la guitarra o el piano en tu casa, quizá improvisando sobre una armonía, o incluso ensayando con tu banda en el local. Puede que estés intentando descubrir los acordes de una de tus canciones favoritas. De pronto algo de lo que emerge de tu instrumento capta tu atención: un sonido, una melodía, una frase, una idea. El pez ha picado el anzuelo creativo. En este caso, el pez es el embrión de una nueva canción. De tu nueva canción.
En la jerga musical se utiliza el término inglés hook para definir ambos procesos. Teniendo en cuenta el significado de la palabra (gancho, anzuelo, garfio) la simbología está bien traída. En definitiva, se trata de algo que atrapa tanto al oyente como al compositor. Este fragmento musical puede ser una figura melódica, pero también un ritmo, una sonoridad determinada, un verso, una frase o una palabra que llama poderosamente la atención.
Pero de alguna manera estos dos procesos (anzuelo creativo y anzuelo pegadizo) son dos fenómenos sustancialmente diferentes, si bien es cierto que guardan una relación muy estrecha. Como oyentes, el anzuelo pegadizo es un elemento dentro de la canción que nos atrapa. Como compositores, el anzuelo creativo es un proceso interno, un fenómeno de comunicación con nuestra propia identidad artística.
En este último caso hablamos de una idea sugerente que el compositor utiliza como punto de partida, el primer paso que lo impulsa a iniciar una nueva canción, o un elemento aislado dentro de la misma (como pueden ser un estribillo, una línea melódica, algún arreglo, una progresión de acordes o una secuencia rítmica).
Anzuelos creativos como elementos pegadizos
En ocasiones ambos elementos musicales pueden acabar coincidiendo. El anzuelo creativo que el compositor utiliza como arranque puede terminar siendo aquel fragmento musical que impacte en la percepción del oyente. De ahí que a veces la jerga musical no diferencie entre ambos conceptos.
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