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Prólogo
Enseñarle a cocinar los platos mediterráneos es el objetivo principal del libro.
Pero pretende también un segundo fin, garantizar al lector un método seguro para mantenerse siempre en forma, mejorando su salud gracias a una alimentación genuina y gratificante, como es la histórica y tradicional alimentación de la dieta mediterránea.
La dieta mediterránea es un modo de comer muy sano que se remonta al menos a tres mil años atrás.
Nunca ha decepcionado a las poblaciones históricas que han vivido en la cuenca del Mediterráneo, que puede ser considerada un oasis privilegiado por la naturaleza, amplio y rico en sol, en prados, en mar, en alimentos naturales, en perfumes de mar y de montaña.
Desde hace algunas décadas y precisamente en Estados Unidos, país paladín del consumismo y del comer «fuerte», nuestra dieta mediterránea es clasificada como la mejor del mundo para reparar o prevenir los daños derivados de una alimentación excesiva o desequilibrada.
Las consecuencias negativas de la forma de alimentarse de la sociedad del bienestar saltan a la vista: obesidad, celulitis, hipercolesterolemia, enfermedades cardíacas y circulatorias, congestión hepático-renal, trastornos por mala absorción de las grasas y aumento de caries en la población por un consumo elevado de azúcares.
La forma de alimentarse de Occidente se ha ido deteriorando cada vez más.
La sociedad del bienestar, fruto de la revolución industrial, ha generado colosales progresos en todos los campos, pero su forma de alimentarse se ha hecho cada vez más artificial y antinatural, en claro contraste con los sanos principios biológicos que desde hace millones de años rigen los organismos vivientes.
La dieta mediterránea es buscada y apreciada por los gourmets de todo el mundo.
No tiene nada de artificial ni adulterado.
Es de preparación sencilla, rápida y económica.
Tiene la ventaja de ser también una terapia genérica.
Se impone en las enfermedades específicas de la nutrición: obesidad, delgadez, desnutrición y avitaminosis.
Resulta oportuna cuando un tipo de nutrición desequilibrada o anómala predispone al organismo a enfermar, sufriendo todo tipo de alteraciones como, por ejemplo, en las alteraciones del recambio, en los trastornos arteriales y venosos, en las digestiones difíciles, en las disfunciones gástricas, intestinales y hepático-biliares.
Un régimen dietético racional y metódico, como el de la dieta mediterránea, es siempre aconsejable aunque no se padezcan auténticas enfermedades nutricionales.
Es mucho más fácil prevenir que curar, para ello una forma sana de comer nos mantendrá alejados de las enfermedades.
PRIMERA PARTE
La dieta ayer y hoy
DIETA: UNA PALABRA RICA EN SIGNIFICADO
La palabra «dieta» deriva del griego «diaita».
Significaba y puede significar aún hoy programarse un régimen alimentario racional y metódico, compuesto por productos naturales, ecológicos, aunque esta palabra tiene para muchos el significado genérico de régimen adelgazante.
¿DIETA? SÍ, PERO «MEDITERRÁNEA»...
Si al sustantivo «dieta» le unimos el adjetivo azul «mediterránea», con un juego de fantasía nos hallamos todos sentados al sol, al aire libre, en el frescor de un pinar acariciado por la brisa marina, dispuestos a llevar a la práctica el antiguo sueño mediterráneo de una vida que se anima frente a una mesa que emana los aromas de sabrosos alimentos.
La dieta mediterránea arraiga en las estructuras históricas, étnicas y socioculturales de las poblaciones que habitan los países mediterráneos, de Italia a España, de Grecia a Francia. Es fácil de preparar, apetitosa e higiénica.
El esquema fundamental se basa en cereales, legumbres, hortalizas, grasas vegetales, productos lácteos, fruta, pescado y carne en cantidad limitada, más pescado que carne. Poco a poco, sacará a la mesa platos apetitosos, que no dejarán de ser aplaudidos: la paella valenciana, el gazpacho andaluz, la sopa de pescado a la marsellesa, el cassoulet tolosano, los fettuccine a la italiana, las orecchiette pullesas, los tallarines ligures al pesto, la sopa de lentejas a la griega, los tomates y pimientos griegos rellenos de arroz.
EL LENGUAJE DE LAS CIFRAS
En España, durante muchos años, los consumos alimentarios y la aportación calórica, así como las fuentes energéticas, se mantuvieron invariables o casi.
La tradicional dieta mediterránea, escasa en carne, menos sobria en productos lácteos y en pescado, abundante en cereales (pan, pasta), legumbres (alubias, garbanzos, habas y lentejas), hortalizas y fruta, alimentó durante décadas a campesinos, pescadores, pastores, artesanos y pequeños burgueses.
Las clases más adineradas mantuvieron una dieta que se podía distinguir de la de la mayoría de la población solamente por la calidad y la cantidad, con algunas excentricidades pero contenida dentro de los límites de la misma dieta mediterránea.
A finales de los años cincuenta, al cambiar las condiciones económicas y sociales de gran parte de la población, se produce una clara inversión de tendencia.
La nueva evolución ha visto pasar los consumos alimentarios de las 2.200 kilocalorías (kcal) diarias del trienio 1951-1953 a las 2.700 kcal del trienio 1971-1973, para estabilizarse en torno a las 2.900 kcal en 1988 (ver la tabla de la página siguiente).
CONSUMO MEDIO DE KILOCALORÍAS EN ESPAÑA DE 1951A 1988 |
Período | Proteínas% | Glúcidos % | Lípidos % | Tot.kcal |
1951-53 1961-63 1971-73 1988 | | | | 2.200 2.400 2.700 2.914 |
Datos MAPA (Min. Agricultura, Pesca y Alimentación). Encuesta de la dieta alimentaria española en 1988 e Instituto Nacional de Estadística |
LA DIETA ESPAÑOLA DE HOY ES DESEQUILIBRADA
A partir del examen de los datos de la tabla anterior, se evidencia un aumento de las proteínas y de los lípidos (grasas), así como una disminución de los glúcidos (azúcares) con alteración de los límites fijados por la dieta equilibrada, en la cual las calorías diarias derivadas del alimento deben provenir: