Título original: Think like a freak
Stephen J. Dubner & Steven D. Levitt, 2014
Traducción: Javier Guerrero
Editor digital: Un_Tal_Lucas
ePub base r1.2
Para Ellen, que ha estado ahí para todo, incluidos los libros.
SJD
Para mi hermana Linda Levitt Jines, cuyo genio creativo me asombró, divirtió e inspiró.
SDL
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¿Qué significa pensar como un freak?
Después de escribir Freakonomics y Superfreakonomics, los lectores empezaron a plantearnos todo tipo de preguntas. ¿Todavía merece la pena un título universitario? (Desde que los periodistas dejaron de padecerlo, dejaron de escribir sobre ello, pero el problema persiste, sobre todo entre los obreros).
Algunas preguntas tenían un carácter existencial: ¿Qué hace que la gente sea verdaderamente feliz? ¿La desigualdad de ingresos es tan peligrosa como parece? ¿Una dieta rica en omega-3 conduciría a la paz mundial?
La gente quería conocer los pros y los contras de: automóviles sin conductor, lactancia materna, quimioterapia, impuestos estatales, fracking, loterías, «oración medicinal», citas por Internet, reforma de patentes, caza furtiva de rinocerontes, utilizar un hierro para salir del tee y monedas virtuales. Recibíamos un mensaje de correo pidiéndonos «resolver la epidemia de obesidad» y luego, al cabo de cinco minutos, otro que nos instaba a «eliminar el hambre, ¡ahora mismo!».
Al parecer, los lectores creían que ningún acertijo era demasiado peliagudo, que no existía ningún problema tan difícil que no pudiera resolverse. Era como si tuviésemos una herramienta patentada —un fórceps freakonómico, se diría— que podía utilizarse en el cuerpo político para extraer alguna sabiduría enterrada.
¡Ojalá fuera cierto!
El hecho es que resolver problemas es difícil. Si un problema dado todavía existe, puedes apostar a que mucha gente ya lo ha estudiado y no ha logrado resolverlo. Los problemas fáciles se evaporan; son los difíciles los que permanecen. Además, localizar, organizar y analizar los datos para responder bien incluso una pregunta nimia requiere mucho tiempo.
Así pues, más que intentar responder las preguntas que nos enviasteis, y probablemente fracasar, nos planteamos si no sería mejor escribir un libro que pueda enseñar a cualquiera a pensar como un freak.
¿Qué aspecto tendría?
Imagina que eres futbolista, un futbolista muy bueno, y has conducido a tu país al borde de ganar un Mundial. Lo único que has de hacer ahora es marcar un penalti. La estadística está a tu favor: el 75% de las penas máximas en el fútbol de elite acaban en gol.
El público ruge mientras tú colocas el balón en la marca de tiza del punto de penalti. La portería está a once metros; mide 7,32 metros de ancho y 2,44 de altura.
El portero te mira. Una vez que la pelota sale disparada de tu bota, viajará hacia él a 120 km/h. Teniendo en cuenta esa velocidad, el guardameta no puede esperar a ver adónde chutarás el balón; tiene que intentar adivinarlo y lanzarse en esa dirección. Si se equivoca de lado, tus posibilidades se elevan al 90%.
La mejor opción es ajustar el chut a uno de los postes, con suficiente fuerza para que el portero no pueda detener el balón ni siquiera si adivina hacia qué lado tirarse. Sin embargo, un tiro así deja poco margen al error: un pequeño desvío y la pelota irá fuera. Así pues, podrías querer no arriesgar tanto y no ajustar tanto el balón al poste; aunque eso da al portero una mejor oportunidad si adivina correctamente la dirección del disparo.
También has de elegir entre el lado izquierdo y el derecho. Si eres diestro, como la mayoría de los futbolistas, chutar a tu izquierda es el disparo «natural». Eso se traduce en más potencia y precisión, pero por supuesto el portero también lo sabe. Por eso los porteros se lanzan hacia su lado derecho (el izquierdo del que chuta) un 57% de las veces y a su izquierda solo un 41%.
Así que allí estás —el público gritando a voz en cuello, tu corazón acelerado—, preparándote para ese lanzamiento que puede cambiarte la vida. Los ojos del mundo están posados en ti, y las oraciones de tu nación se centran en tu persona. Si el balón va dentro, tu nombre se pronunciará para siempre en el tono reservado a los santos más amados. Si fallas… bueno, mejor no pensar en eso.
Las opciones se arremolinan en tu cabeza. ¿El lado natural o el otro? ¿Vas a ajustarla al poste o arriesgarás un poco menos? ¿Has chutado penaltis contra este portero antes, y en ese caso, qué lado elegiste? ¿Y hacia dónde se tiró él? Mientras piensas todo esto, también piensas en lo que está pensando el portero, incluso podrías pensar en lo que está pensando el portero sobre lo que tú estás pensando.
Sabes que las posibilidades de convertirte en un héroe rondan el 75%, lo cual no está mal. Pero ¿no sería fantástico aumentar esa cifra? ¿Podría haber una manera mejor de abordar este problema? ¿Y si pudieras ser más listo que tu rival pensando más allá de lo obvio? Sabes que el portero se está debatiendo entre tirarse a la derecha o a la izquierda. Pero ¿y si…?, ¿y si…?, ¿y si no chutas ni a la derecha ni a la izquierda? ¿Y si hicieras lo más estúpido e inimaginable y chutaras al centro de la portería?
Sí, ahí es donde está ahora el portero, pero estás casi convencido de que saldrá de ese lugar una fracción de segundo antes de que chutes. Recuerda lo que dicen los datos: los porteros se tiran a su derecha el 57% de las veces y a su izquierda el 41%; lo cual significa que se quedan en el centro solo 2 veces de cada 100. Por supuesto, un portero que se lanza a un lado todavía puede parar un balón chutado al centro, pero ¿con qué frecuencia ocurre eso? ¡Si pudieras ver los datos de todos los penaltis chutados al centro de la portería!
Vale, resulta que tenemos eso: un tiro al centro, tan arriesgado como podría parecer, tiene un 7% más de posibilidades que uno a la esquina.
¿Estás dispuesto a correr ese riesgo?
Digamos que lo estás. Trotas hacia el balón, plantas el pie izquierdo, echas la pierna derecha atrás y la propulsas hacia el balón. Al momento estás atrapado por un rugido sobrecogedor: ¡¡goooool!! El público estalla en un arrebato orgásmico mientras quedas sepultado bajo una montaña de compañeros de equipo. Este momento durará para siempre; el resto de tu vida será una fiesta interminable y feliz; tus hijos crecerán fuertes, prósperos y amables. ¡Enhorabuena!
Pese a que un penalti lanzado al centro de la portería tiene significativamente más posibilidades de éxito, solo el 17% de los tiros se lanzan ahí. ¿Por qué tan pocos?
Una razón es que a primera vista chutar al centro se antoja una idea espantosa. ¿Chutar al sitio donde está el portero? Eso parece antinatural, una violación obvia del sentido común, pero también lo es la idea de prevenir una enfermedad inyectando los mismos microbios que la causan.
Además, una ventaja que el lanzador tiene en un penalti es el misterio: el portero no sabe hacia dónde disparará. Si los lanzadores hicieran lo mismo cada vez, su tasa de éxito se desplomaría; si empezaran a chutar al centro con más frecuencia, los porteros se adaptarían.
Hay una tercera e importante razón por la que la mayoría de los jugadores no buscan el centro, sobre todo en un entorno en el que hay tanto en juego como en un Mundial. Eso sí, ningún futbolista en su sano juicio la reconocería: el miedo a la vergüenza.
Imagina otra vez que eres el jugador que va a ejecutar el penalti. En este momento de máxima turbulencia, ¿cuál es tu verdadero incentivo? La respuesta podría parecer obvia: quieres marcar el gol para que tu selección gane el partido. Si ese es el caso, la estadística muestra claramente que deberías chutar al centro. Pero ¿ganar el partido es tu incentivo más verdadero?