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SINOPSIS
Nuestros pensamientos rigen la relación que tenemos con nosotros mismos, cómo nos relacionamos con otras personas y con el mundo. Nos permiten ver más oportunidades, pero también nos pueden limitar y nos hacen infelices. En este libro, Tomás Navarro identifica los ocho errores de pensamiento más comunes y nos muestra las claves para aprender a pensar bonito; un nuevo estilo de pensamiento más abierto y expansivo, que nos invita a explorar nuestros límites para alcanzar la mejor versión de nosotros mismos. Pensar bonito es el mejor aliado que tienes para poder vivir la vida que deseas según tus deseos y prioridades. Pensar bonito te permite ver oportunidades donde otras personas no pueden verlas. Pensar bonito es armarte de resiliencia para gestionar la adversidad sin sufrir más de lo necesario, minimizando el impacto del dolor y de sus secuelas. Pensar bonito es pensar de manera compasiva, incorporando a otras personas en tu universo, compartiendo la vida y creando más oportunidades para todos. Pensar bonito te hará vencedor antes de la batalla.
TOMÁS NAVARRO
PIENSA
BONITO
Ocho errores que debes evitar para liberar
tu mente y lograr la vida que deseas
Dedicado a Alícia, con acento en la i.
No puedo expresar todo lo que siento al mirarte.
Te miro y veo un compendio de virtudes, una persona absolutamente encantadora, inteligente, noble, curiosa y resiliente.
Este año la vida nos ha puesto una prueba que nos podría haber marcado para siempre, pero la has superado con creces.
Cuando quiero dibujar una sonrisa en mi cara, tan solo tengo que pensar en Alícia
INTRODUCCIÓN
CONFÍAS DEMASIADO EN TU CEREBRO
Empecé a escribir este libro en uno de los años más difíciles de mi vida. A mediados de marzo del año 2020, igual que la mayoría de personas del planeta, mi mujer, mi hija y yo nos confinamos en casa a raíz de la pandemia provocada por la COVID-19. Como se verá, esto resultó ser un hecho afortunado y marcó la diferencia entre la vida y la muerte para un miembro de mi familia pocas semanas después.
El día 6 de abril, mientras yo preparaba la cena, mi hija Alícia y mi mujer Núria estaban en la buhardilla preparando la decoración de la fiesta que estábamos organizando para el día siguiente con motivo de nuestro decimoctavo aniversario de boda. Me acaba de recorrer un escalofrío por todo el cuerpo con solo recordar el grito de mi hija llamándome, en ese momento, con un tono desesperado, un tono que jamás le había oído. Apagué el fuego en un acto reflejo y subí corriendo, con el corazón en la boca, tropezando y levantándome al vuelo. Núria estaba en el suelo, sin respirar. Todo pasó muy rápido. Le dije a Alícia que llamara a urgencias y yo empecé a tratar de resucitar a Núria mediante la reanimación cardiopulmonar. Afortunadamente, Núria reaccionó al masaje cardíaco. Parecía que la había rescatado del otro lado. Cinco minutos después ya tenía dos ambulancias en la puerta de casa. Alícia les abrió y mientras se llevaban a mi mujer, le pedí que se quedara en casa de los vecinos. Pensé que sería mejor ahorrarle más imágenes traumáticas.
No sabemos todavía la causa del episodio de Núria. Quizás fuera provocado por un cambio en la medicación que toma para su delicada salud, o a lo mejor fue por algún componente neurológico de sus enfermedades autoinmunes. No tenemos ni la menor idea porque, en plena pandemia y con los hospitales colapsados, se limitaron a estabilizarla y la enviaron de vuelta a casa para que no contrajera la COVID-19. No dejo de pensar que si no hubiera sido por esta pandemia y por el confinamiento, el día del incidente, a la hora en que todo sucedió, mi mujer hubiera estado sola en casa y ahora todo sería bien distinto.
Este año ha sido muy duro. Los médicos nos advirtieron de que podría volver a ocurrirle en cualquier momento, y ese es un temor que escapa a cualquier control. Trata de imaginártelo, trata de imaginar lo que supone convivir con la posibilidad —y alta probabilidad— de que tu mujer vuelva a caer sin respiración en cualquier momento. Reto al director de la más terrible película de terror a que intente infundirme una pequeña parte de todo el miedo que he pasado durante este año. No creo que lo consiga.
Por suerte, el episodio de Núria no se ha repetido en algo más de un año y los médicos se decantan por la opción de la medicación como su posible causa. Le he dado muchas vueltas a lo ocurrido durante este año. Apenas hace unos meses empezamos a dejar a Núria sola, pero cada vez que volvía con Alícia del colegio, si no escuchaba un ruido que delatara la actividad de mi mujer, me apresuraba a comprobar que todo estaba bien. Tantas veces he subido la escalera del aparcamiento temiendo lo peor. He sufrido mucho, me he despertado mil veces para escuchar si seguía respirando, me he sorprendido con la mirada perdida imaginando cosas terribles y me he recluido en casa para no correr ningún riesgo innecesario.
¿Por qué te cuento todo esto? Pues porque tengo dos reflexiones que quiero compartir y que han nacido de este terrible incidente. La primera es que estoy tremendamente agradecido de haber pensado y actuado adecuadamente en un momento tan crítico. Siempre me he preocupado por mejorar mi proceso de pensamiento y todo lo que he leído, entrenado, practicado y aprendido cobró sentido en los escasos pero eternos minutos que duró la peor experiencia de mi vida. La segunda es que he sobrellevado dignamente el peor año de mi vida. Sí, he ganado algunos kilos, he abusado del chocolate y he descuidado el deporte, las amistades e incluso el trabajo. Pero gracias, de nuevo a mi forma de pensar, el impacto de algo tan terrible ha sido mucho menor de lo que podría haber sido.