Este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin el previo permiso escrito del editor. Todos los derechos reservados.
© 2018, Joaquín Barañao
Ilustración de portada: Mathias Sieldfeld
Diseño colección: Ian Campbell
Diagramación: Ricardo Alarcón Klaussen
Corrección de estilo: Agustina Pulfer
Derechos exclusivos de edición
© 2018, Editorial Planeta Chilena S.A.
Avda. Andrés Bello 2115, 8º piso, Providencia, Santiago de Chile
1ª edición: octubre 2018
Contiene 412.643 caracteres con espacios.
Inscripción Nº 294842
ISBN de la obra completa impresa: 978-956-360-514-3
ISBN del Volumen I impreso: 978-956-360-515-0
ISBN de la obra completa digital: 978-956-360-517-4
ISBN del Volumen I digital: 978-956-360-518-1
Diagramación digital: ebooks Patagonia
www.ebookspatagonia.com
INTRODUCCIÓN
Al igual que los otros libros de esta colección, Historia freak del cine persigue un doble objetivo: por un lado, ofrecer un panorama global de la historia del cine. Por otro, aprovechar dicho sustrato e impregnarlo de datos curiosos puestos en contexto. Está aquello que es importante, haya o no anécdotas memorables de por medio, y está también una cuidada selección de acontecimientos dignos de asombro.
El texto no se adentra, sin embargo, en el terreno de la interpretación. Solo se abordan hechos verificables o bien simbolismos validados por sus propios creadores, porque cualquier otra cosa es jugar con fuego ajeno. En Cannes, un periodista francés elaboró una detallada interpretación del significado de 885 DJU, la matrícula del coche de La trama de Hitchcock. En medio de la enrevesada explicación, el guionista lo interrumpió: “siento decirle lo que voy a decirle, pero la razón de utilizar esa matrícula fue porque es la mía propia y así evitaba todo problema legal”. Algo parecido respondió Ridley Scott ante las elucubraciones en torno a Alien : “carece absolutamente de todo mensaje. Trabaja a un nivel muy visceral y su único punto es el terror y más terror”. A Tiburón , respecto de la cual Spielberg incubaba intenciones similares, se le adjudicó representar la inflación, los impuestos, el desempleo, el machismo, Ronald Reagan y la Comisión de Hawái para la Responsabilidad de los Medios. En El candidato manchú dispararon a través de un envase de leche solo para evitar que todas las muertes fuesen iguales, pero el director confesó que “se nos adjudicó todo tipo de trasfondos simbólicos que nunca habíamos pensado”. Samuel Goldwyn, uno de los padres fundadores de la industria, decía que “si quiero enviar un mensaje, usaré Western Union”. No me malinterprete. El cine sí es un buen vehículo para expresar cargas simbólicas. Es un saludable ejercicio debatir informalmente en un bar acerca de “qué quiso decir el cineasta”. Es solo que resulta muy distinto plantear estas especulaciones cual hechos ciertos en una historia del cine.
Como cualquier libro del género, Historia freak del cine es más parecido a Netflix que a Google: se presta para gozar de un contenido curado con esmero, pero no para buscar y encontrar la película que sea que nos interese. El universo de obras es tan gigantesco que todo esfuerzo por abordarlo será necesariamente una ínfima selección de aquello que causó más impacto en la crítica, en los realizadores posteriores, o en el público. Solo listar el título de las películas indexadas en IMDb requeriría de un volumen 15,3 veces más extenso que este. Yo mismo resiento la ausencia de mis venerados Pedro Almodóvar, Emir Kusturica y Juan José Campanella.
Pese al paso inmisericorde de la tijera, el arte de las imágenes en movimiento es tan rico en estilos, sucesos, intrigas y leyendas que la meta de aunarlas condujo a dos volúmenes. El primero explora desde los inicios más remotos de la tecnología (ni se imagina cuán remotos) hasta fines de la década de James Dean y Marilyn Monroe. El grueso es sobre películas que usted posiblemente no ha visto, pero le ayudará a entender por qué lo que sí ha visto es como es. El segundo, desde Lawrence de Arabia hasta el remezón de Internet, le permitirá disfrutar de lo más granado del tras bambalinas de sus grandes éxitos de siempre.
Si en Historia freak de la música di explicaciones acerca del enfoque occidental, aquí lo hago por el estadounidense. La vasta mayoría de lo que usted se dispone a leer tuvo lugar en un soleado rincón del sur de California, aun cuando solo India engendra más películas al año que Hollywood. El comediante Brahmanandam Kanneganti ha figurado por sí solo en más de mil piezas. Más reciente y menos conocido es el caso de Nigeria, también con una producción superior a la norteamericana , y por periodos lo mismo ha podido decirse de Hong Kong.
Con todo, la predilección por Estados Unidos es menos arbitraria de lo que parece por dos poderosas razones. La primera, que la vasta mayoría de lo que goza el espectador occidental típico proviene de allí. De hecho, esa proporción no es muy distinta al tratamiento de este libro. La segunda, que Estados Unidos no es solo el lugar donde los estadounidenses hacen películas, sino también el gran sumidero mundial de talento fílmico, la gran liga donde va a parar buena parte de la elite mundial. El grueso de las obras de Alejandro González Iñárritu, Alfonso Cuarón, James Cameron, Mel Gibson, Ridley Scott, Roman Polanski, Charles Chaplin o Alfred Hitchcock son consideradas “Hollywood” aun cuando ninguno de ellos haya nacido en Estados Unidos. Nadie dudará en considerar a El vengador del futuro un producto de la maquinaria californiana, pero fue dirigida por un neerlandés, protagonizada por un austriaco, financiada con dinero francés, y distribuida por un estudio de capitales japoneses. Hollywood es la gran ágora de confluencia de los cineastas del mundo.
Por último, incluyo la ya habitual advertencia respecto de la veracidad de los datos. Considere para ello El mago de Oz . Durante la filmación, se adquirió un conjunto de abrigos en una tienda de ropa de segunda mano. De entre ellos, escogieron uno que proyectaba la imagen de “gentil desgaste” para el Profesor Marvel. Durante el rodaje, el actor metió la mano en el bolsillo y encontró una etiqueta. De acuerdo a la versión difundida por mgm , el abrigo había sido elaborado para no otro que Frank Baum, el autor de la novela. Habrían telefoneado tanto al sastre de Chicago indicado en la etiqueta como a la viuda de Baum, y ambos habrían confirmado la autenticidad del hallazgo. El sastre incluso habría enviado una carta formalizada ante notario ratificando su autoría. Si lo cuentan en mgm tiene que ser cierto, ¿no? Pues bien, la carta nunca apareció, lo que hace sospechar pudo ser una estudiada estrategia publicitaria de parte del estudio.
El mensaje es que, en ocasiones, ni siquiera las fuentes más prestigiosas están del todo inoculadas del riesgo de la exageración, el embellecimiento posterior, o la franca mentira. El más de medio millar de curiosidades aquí desperdigadas ha sido chequeado con rigor y sano escepticismo, pero de todos modos cuento con el ojo atento de los lectores para advertir cualquier posible imprecisión. Errar es humano, avisar por mail es divino: editores@datosfreak.org