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Educar sin maltratar
© 2014 por David Solá. Todos los derechos reservados.
Originalmente publicado en el 2008 por Ediciones Noufront, con ISBN 978-84-935641-8-6.
Fotografía de la portada © por iStockphoto.com. Todos los derechos reservados.
Fotografía del autor: produccioneditorial.com
Diseño de la portada: produccioneditorial.com
Diseño del interior: produccioneditorial.com
Edición: Blanca Hermosa
El texto bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso. Reina-Valera 1960® es una marca registrada de la American Bible Society, y puede ser usada solamente bajo licencia.
ISBN 978-1-4964-0099-4
Dedicatoria:
Me siento muy afortunado y agradecido de haber contado en mi vida con los mejores maestros: mi esposa, mis hijos y el conjunto de toda mi familia.
Y por si esto fuera poco, he disfrutado de cientos de familias a las que he podido ayudar, y me han enseñado mucho sobre el arte de amar, convivir y educar.
Prólogo
La educación es, sin duda, un reto y, como todo reto, necesita preparación, tiempo e ilusión. Si una persona se propusiera escalar una gran montaña, tendría que prepararse a fondo conociendo sus características, tendría que dedicarle tiempo a la ejecución del proyecto y, además, ninguno de estos esfuerzos le compensaría si no tuviera ilusión para conseguir su objetivo.
Muchas veces nos enfrentamos al reto de la maternidad o de la paternidad sin más pertrecho que la buena voluntad, la improvisación, y un sentimiento utópico de que todo va a salir bien sin más, simplemente porque queremos mucho a esa nueva criatura que tenemos en nuestros brazos. La realidad, sin embargo, se encargará bien pronto de demostrarnos lo inadecuado de estos planteamientos; de ahí la utilidad de un libro como éste, que hace un recorrido bastante pormenorizado por todas aquellas cuestiones que necesitamos conocer para educar a nuestros hijos sin dañarlos emocionalmente y que, además, nos ayuda a formarnos primero a nosotros mismos para formarlos a ellos después.
Una de las muchas virtudes de este libro es que está escrito desde la experiencia, tanto profesional, como personal del autor. Como psicólogo clínico, David Solá ha ayudado a muchas familias a solucionar los múltiples problemas que a veces surgen en la convivencia diaria, pero, además, le avala su experiencia personal como padre de dos hijos y dos hijas. Su familia es de ésas que cuando la conoces no pasa simplemente por tu vida, sino que se queda en ella, enriqueciéndola.
Se trata, pues, de una valiosa aportación para todas aquellas personas que deseamos que la educación de nuestros hijos y de nuestras hijas no sea una tarea ardua y frustrante, sino una aventura apasionante a la que enfrentarnos cada día con nuevas ilusiones.
Marga Muñiz Aguilar
Orientadora Educativa y Logopeda
Carta de un hijo a todos los padres y madres del mundo
Queridos papás:
No me deis todo lo que os pido, a veces sólo pido para ver hasta cuánto podré tomar.
No me gritéis, os respeto menos cuando me gritáis y me enseñáis a gritar a mí también, y yo no quisiera gritar.
No me deis siempre órdenes y más órdenes, si a veces me pidierais las cosas yo lo haría más rápido y con más gusto.
Cumplid vuestras promesas, buenas o malas. Si me prometéis un premio, quiero recibirlo y también si es una corrección.
No me comparéis con nadie (especialmente con mi hermano); si me presentáis como mejor que los demás alguien va a sufrir, y si peor, seré yo quien sufra.
No cambiéis de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer, decidíos y mantened esa decisión.
Dejadme valerme por mí mismo. Si hacéis todo por mí nunca podré aprender.
Corregidme con ternura.
No digáis mentiras delante de mí, ni me pidáis que las diga por vosotros, aunque sea para sacaros de un apuro. Está mal. Me hace sentir mal y pierdo la fe en lo que vosotros decís.
Cuando hago algo malo no me exijáis que os diga el “porqué lo hice”, a veces ni yo mismo lo sé.
Si alguna vez os equivocáis en algo, admitidlo, así se fortalece la opinión que tengo de vosotros y me enseñáis a admitir mis propias equivocaciones.
Tratadme con la misma amabilidad y cordialidad con que veo que tratáis a vuestros amigos, pues por ser familia no significa que no podamos ser también amigos.
No me pidáis que haga una cosa que vosotros no hacéis; yo aprenderé a hacer todo lo que vosotros hacéis aunque no me lo digáis, pero difícilmente haré lo que decís y no hacéis.
Cuando os cuente un problema mío, aunque os parezca muy pequeño, no me digáis “no tenemos tiempo ahora para esas bobadas”; tratad de comprenderme, necesito que me ayudéis, necesito de vosotros.
Para mí es muy necesario que me queráis y me lo digáis, casi lo que más me gusta es escucharos decir: “te queremos”.
Abrazadme, necesito sentiros muy cerca de mí. Que vosotros no os olvidéis que yo soy, ni más ni menos que vuestro hijo.
Yo
(Autor desconocido)
PARTE 1.
1: LA EDUCACIÓN EN CRISIS
“Cuando son pequeños te los comerías. Cuando se hacen mayores, te arrepientes de no habértelos comido.” |
Con frecuencia recibo en mi consulta a muchos padres que lamentan cómo sus hijos los maltratan psicológicamente: les hablan sin respeto, y exigen sin atender a razones. Se muestran incapaces de apreciar el esfuerzo, la dedicación y hasta el servilismo de sus padres hacia ellos. Siempre se están quejando y ni siquiera les permiten mantener una simple conversación. Se comportan como si los padres no tuvieran ningún derecho y su existencia sólo tuviera sentido para servir a los hijos en todo lo que ellos desean. No quieren escuchar razones: cuando los padres dicen que no pueden, ellos interpretan que no quieren. Si les dicen que no es bueno para ellos, les responden que no están para sermones y que saben muy bien lo que han de hacer con su vida. En definitiva, los padres llegan a desesperarse y no sólo sienten dolor y frustración, sino también resentimiento contra sus hijos.
Estos padres nunca podían imaginar que llegaran a presentarse este tipo de situaciones cuando sus hijos eran unos maravillosos bebés, los cogían entre sus brazos y los arrullaban con toda la ternura y cariño del mundo. Soñaban con preciosos planes para compartir sus vidas, cuidarlos y enseñarles muchas cosas, viéndoles crecer felices a su lado, esperando cuando fueran mayores algún tipo de reconocimiento por su labor de entrega y dedicación.
Pusieron todo su empeño como padres: trataron de que no les faltase nada; tuvieron especial interés en proveerles de todo aquello de lo que carecieron ellos cuando fueron niños, se esforzaron para que en ningún momento se sintieran inferiores a sus compañeros, cubriendo sus necesidades y caprichos en abundancia. ¿Cómo pudieron convertirse en estos adolescentes irrespetuosos y egoístas sin escrúpulos?
Causa y efecto
Una de las leyes universales que rigen en la vida de las personas reza así: “Cada uno cosecha lo que siembra”; y según este principio, la mala conducta de los hijos hacia los padres, es la consecuencia lógica de la educación y de las relaciones disfuncionales entre unos y otros. En honor a la verdad, hay que decir que esta regla tiene muchos condicionantes en cuanto a la expectativa de obtener un resultado deseado: padres que tienen dos hijos, uno crece bien educado y el otro mal educado; el primero da muchas satisfacciones y el segundo muchos disgustos. Los padres intentaron hacer las cosas lo mejor posible en los dos casos, aplicando las mismas normas y estrategias, pero la respuesta de cada uno ha sido diferente. Tanto los estudios realizados sobre la educación de los hijos como la propia experiencia demuestran que hay diversos factores que pueden dar al traste con un tratamiento normalizado por parte de los padres hacia los hijos. Lo que es válido para un hijo, no lo es para el otro. Lo que es válido a una determinada edad, no lo es en otra. Dos hijos resultarán necesariamente diferentes: lo son genéticamente, lo son anímicamente, y por mucho que nos empeñemos en que vivan en iguales condiciones ambientales, será totalmente imposible conseguirlo; su posición en la constelación familiar no es la misma, la gente con la que cada uno de ellos se relacionará tampoco, y el tipo de interrelación que se desarrolle entre unos y otros también diferirá.