Joyce Meyer - La Revolución de Amor

la Revolución de Amor

Título en inglés: The Love Revolution

© 2009 por Joyce Meyer

Publicado por Faith Words

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ISBN: 978-0-446-56777-0

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Primera eBook Edición: Diciembre 2009

Revolución. La palabra misma provoca esperanza, enciende pasión e inspira lealtad como ninguna otra palabra del vocabulario humano. A lo largo de la Historia, la idea de una revolución ha echado leña sobre agitadores y ha inyectado valor a los pusilánimes. Las revoluciones han juntado a todas aquellas personas en busca de una causa mayor que ellos mismos, y les ha dado a hombres y mujeres sin propósito una causa por la que estuvieron dispuestos a dar su vida. Han dado a luz a grandes líderes y han criado a grandes seguidores; literalmente han cambiado el mundo.

Una revolución es un cambio repentino, radical y total de la manera en que normalmente se hacen las cosas. Las revoluciones normalmente las encienden una persona o un grupo de gente muy pequeño que no están dispuestos a seguir viviendo como han vivido en el pasado. Creen que algo puede y debe cambiar, y siguen promoviendo sus ideas hasta que comienza una marejada y finalmente cambia la situación, a menudo de formas radicales.

El mundo ha experimentado revoluciones en el pasado, cuando los gobiernos que se estaban aprovechando de sus ciudadanos fueron derrocados. Eso ocurrió en la Revolución Americana, la Revolución Francesa y la Revolución Rusa (también llamada la Revolución Bolchevique), por nombrar sólo algunas. También se han llevado a cabo revoluciones cuando sistemas o formas de hacer las cosas desfasadas o ineficaces se reemplazaron, y los viejos patrones de pensamiento cedieron su lugar a nuevas ideas, como ocurrió en la Revolución Científica o la Revolución Industrial. Thomas Jefferson dijo: “Cada generación necesita una nueva revolución”, y yo creo que ahora es el momento de la siguiente revolución mundial, la mayor revolución de todas. No necesitamos el mismo tipo de revoluciones que han surcado el panorama de la historia mundial en las generaciones previas a nosotros; no necesitamos una revolución basada en la política, la economía o la tecnología. Necesitamos una Revolución de Amor.

Tenemos que derribar el dominio del vivir egoísta y egocéntrico de nuestras vidas. Nada cambiará en nuestro mundo a menos que cada uno de nosotros esté dispuesto a cambiar. A menudo nos gustaría que el mundo pudiera cambiar sin detenernos a entender que la condición del mundo es el resultado de la manera en que vivimos nuestras vidas como individuos y de las decisiones que tomamos cada día.

Si cada persona en el planeta supiera cómo recibir y dar amor, nuestro mundo sería un lugar radicalmente diferente. Creo que todos sabemos que algo no funciona en la sociedad y que necesita que alguien lo arregle, pero nadie parece saber qué hacer o cómo comenzar a hacer cambios. Nuestra reacción ante un mundo que está fuera de control es quejarnos y pensar: Alguien debería hacer algo. Pensamos y decimos que quizá Dios, o el gobierno, u otra persona en autoridad deberían 105 cartas en el asunto. Pero la verdad es que cada uno de nosotros tiene que hacer algo. Tenemos que aprender a vivir la vida desde un punto de vista totalmente diferente del que hemos tenido. Debemos estar dispuestos a aprender, a cambiar y a admitir que somos parte del problema.

No podemos arreglar lo que no entendemos, así que la primera necesidad es localizar la raíz del problema. ¿Por qué la mayoría de la gente no es feliz? ¿Por qué hay tanta violencia en las familias, los vecindarios, las ciudades y las naciones? ¿Por qué la gente está tan enojada? Quizá piense que estas cosas suceden a causa del pecado; quizá diga: “La gente es pecadora, ese es el problema”. En la teoría, estoy de acuerdo, pero me gustaría abordar el problema desde un punto de vista práctico con el que todos podamos tratar diariamente. Creo firmemente que la raíz de todos estos asuntos y de muchos otros es el egoísmo. El egoísmo es, claro está, la expresión del pecado; es una persona que dice: “Quiero lo que quiero y haré lo que sea necesario para conseguirlo”. El pecado existe allá donde una persona vaya en contra de Dios y de sus caminos.

Tenemos la tendencia a vivir “hacia atrás”: exactamente en el camino opuesto al que deberíamos vivir. Vivimos para nosotros mismos y, al mismo tiempo, parece que nunca terminamos de estar satisfechos. Deberíamos vivir para los demás y aprender el maravilloso secreto de que lo que damos regresa a nosotros multiplicado muchas veces. Me gusta mucho cómo lo expresa el famoso doctor llamado Lucas: “Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes” (Lucas 6:38).

En muchas sociedades, tener, poseer y controlar se han convertido en el objetivo número uno de la gente; todos quieren ser “el número uno”, lo cual indica automáticamente que mucha gente quedará decepcionada, porque solamente uno puede ser el número uno en un determinado campo. Sólo una persona puede ser el corredor número uno del mundo; sólo uno puede ser el presidente de la compañía, o el actor o actriz más reconocido en el escenario o la pantalla. Sólo uno puede ser el mejor autor o el mejor pintor del mundo. Aunque creo que todos deberíamos estar orientados a los objetivos y dar lo mejor de nosotros mismos, no creo que todos debamos querer todo para nosotros y no interesarnos por otras personas.

He vivido sesenta y cinco años antes de escribir este libro, y supongo que solamente eso me permite saber unas cuantas cosas. Al menos he vivido lo suficiente como para haber probado diferentes maneras de ser feliz, y he descubierto por eliminación lo que funciona y lo que no. El egoísmo no hace que la vida funcione como estaba diseñada que lo hiciera y, definitivamente, no es la voluntad de Dios para la humanidad. Creo que puedo demostrar en este libro que el egoísmo es, sin duda, el mayor problema que afrontamos hoy en todo el mundo, y que nuestra respuesta debe ser un movimiento agresivo para eliminarlo. Tenemos que declarar la guerra al egoísmo. Necesitamos una Revolución de Amor.

El amor debe ser más que una teoría o una palabra; tiene que ser acción. Se debe ver y sentir. ¡Dios es amor! El amor es y ha sido siempre idea de Él. Él vino para amarnos, para enseñarnos cómo amarle, y para enseñarnos cómo amarnos a nosotros mismos y a los demás.

Cuando hacemos eso, la vida es hermosa; cuando no lo hacemos, nada funciona adecuadamente. El amor es la respuesta al egoísmo porque el amor da mientras que el egoísmo toma. Debemos ser liberados de nosotros mismos, y Jesús vino con ese propósito, como vemos en 2 Corintios 5:15: “Y él murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió por ellos y fue resucitado”.