Introducción
E l jueves 12 de marzo de 2020 mi hijo de 12 años se despertó a las 6:45 a.m. y se preparó para su práctica coral de las 7:20 a.m. Mi esposo se alistó para el trabajo, llevó en su coche a nuestro hijo a la primaria y después abordó el tren. Yo me quedé algunos minutos leyendo afuera antes de empezar a supervisar las rutinas matinales de nuestros otros cuatro hijos. Aproximadamente a las 9:00 a.m., cuando ya todo mundo estaba en la escuela o en manos de nuestra extraordinaria niñera, me instalé como de costumbre en mi oficina: un agradable espacio en la esquina noroeste de nuestra casa en el este de Pensilvania, desde donde puedo ver florecer mis arbustos de campanita china en el jardín. Esa mañana trabajé en mi podcast y en mis proyectos de escritura, pero las noticias se tornaron sombrías rápidamente. Los casos del nuevo coronavirus que ocupaba los encabezados de los periódicos seguían registrándose en todo Estados Unidos. Esa tarde el gobernador ordenó que se cerraran las escuelas por un periodo que terminó extendiéndose hasta el final del semestre. Para cuando mi esposo bajó del tren se había convertido, como yo y como millones de personas más, en un empleado virtual de tiempo completo que tendría que mudarse de un edificio en el centro de la ciudad a una nueva ubicación de lujo: su oficina personal en la habitación del sureste de la casa.
Yo me gano la vida analizando la gestión del tiempo. En una situación normal, mi trabajo implica reunirme con grupos corporativos y de otros tipos y ofrecerles conferencias sobre productividad; y escribir libros con base en el análisis que he hecho de miles de bitácoras personales en los últimos 12 años. Gracias a este análisis he descubierto que trabajar desde casa es cada vez más común, tanto para los autoempleados como para quienes trabajan para alguien más. De acuerdo con un estudio realizado por FlexJobs y Global Workplace Analytics, entre 2005 y 2017 hubo un incremento de 159% en lo que se conoce como trabajo remoto, a distancia, teletrabajo o home office. Sin embargo, como las fronteras entre la oficina y el hogar no son muy claras, es difícil descifrar la información de las estadísticas. Técnicamente, cualquier persona que revise desde su cama el correo de la empresa a las 10:00 p.m. está teletrabajando, incluso si ella misma no lo definiera de esta forma.
Hasta antes de marzo de 2020, trabajar desde casa en horarios de oficina seguía percibiéndose como una elección cuestionable para cualquier persona en verdad ambiciosa. Los privilegios corporativos del trabajo desde casa eran principalmente un beneficio del que sólo se podía gozar una vez a la semana, y que sólo se les asignaba a las personas que necesitaban un mayor equilibrio entre su vida y su trabajo y que habían demostrado ser dignas de confianza. E incluso en esos casos, esta concesión solía reservarse para los viernes. Todos sabemos que el viernes es el día menos productivo de la semana, y como antes se daba por hecho que cualquier persona que hiciera home office ese día en realidad no estaba trabajando, lo mejor era minimizar el coste de oportunidad. Por supuesto, las videoconferencias habían mejorado mucho desde los burdos webinarios del pasado y las organizaciones lamentaban de vez en cuando el impacto ambiental de transportarse diariamente al trabajo… justo antes de enviar a sus directores ejecutivos a Davos en aviones privados. Pero el hecho de que muchos directores dieran por sentado que el trabajo tenía que realizarse durante tiempos establecidos y en un edificio de oficinas con heladas temperaturas fijas de 20 grados centígrados obligaba a millones de personas a enfrentar el tráfico sólo para enviar correos electrónicos y llamar por teléfono a gente en otros lugares. Recuerdo una conversación con un líder de negocios que estaba explorando el trabajo a distancia como una nueva tendencia de la que su organización necesitaba ponerse al tanto, “pero es algo —señaló— que nunca funcionaría para nosotros”.
Luego la epidemia de covid-19 se extendió por Estados Unidos y Europa. En cuestión de días las personas aprendieron que toda su organización podía operar a distancia (incluyendo la del líder empresarial). Según encuestas de Gallup, para entre el 13 y 15 de marzo de 2020 sólo 31% de los trabajadores estadounidenses había laborado a distancia; y para entre el 30 de marzo y el 2 de abril la cifra aumentó a 62%, es decir, se duplicó.
La gente se vio forzada a averiguarlo, y así descubrió que, de hecho, sí era posible proponerle a un cliente un negocio de un millón de dólares a través de Zoom. Muchas visitas médicas de rutina se empezaron a realizar a través de la telemedicina, lo cual hizo que varios se preguntaran por qué habían pasado horas sentados en salas de espera repletas de gérmenes. Ahora se podía trabajar de cerca e incluso reír y compartir momentos con gente que no estaba en el mismo estado que tú. De pronto, quienes comenzaron a hacer malabares con el trabajo y la educación en casa o el cuidado de los niños descubrieron que, aunque no era sencillo de ninguna manera, si planeaban con cuidado, podían trabajar a diversas horas y cumplir con las tareas laborales de todas formas. Si no podemos escribir una propuesta el martes a las 10:00 a.m., tal vez podamos escribirla el martes a las 6:00 a.m., luego presentarla mientras nuestra pareja nos cubre, y brindar por su aceptación durante la siesta de los niños. Cuando la vida cotidiana empezó a restablecerse lentamente, muy pocas personas pudieron argumentar que el home office “no les funcionaría”, porque sí ha funcionado.
La gente siempre retoma sus antiguos hábitos. ¿Cómo se sintió la primera visita a una cafetería después de la cuarentena? Como una manera de celebrar la interacción humana. En la segunda, la gente evita el contacto visual con el barista como de costumbre, pero algunas cosas han cambiado. Tal vez tú también formas parte de los millones de personas que trabajaron desde casa por primera vez durante la cuarentena por el covid-19. Quizá ya no te veas abrochándote el cinturón de seguridad y preparándote para pasar 10 horas a la semana transportándote a la oficina. Es posible que antes pasaras la semana visitando a tus clientes en sus oficinas centrales, pero ahora ellos tampoco quieren enfrentar el tráfico. En abril, Gallup descubrió que 59% de las personas que trabajaron desde casa durante la pandemia quería seguir haciéndolo. Probablemente ahora quieras explorar nuevas maneras de trabajar que se enfoquen más en ti, y en las que la ubicación y las horas no sean tan inflexibles como antes.
Si ése es el caso, este libro es para ti.
Si, al igual que yo, desde hace varios años tienes un pequeño negocio, o si has estado dirigiendo un equipo cuyos integrantes trabajan desde distintas ubicaciones, también este libro es para ti. De hecho, es para cualquier persona que desee aprovechar lo que esta gran agitación nos ha dado: la oportunidad de pensar en el tiempo y en la vida de una nueva manera. Cuando vieron lo que era posible hacer, los líderes más inteligentes comenzaron a reconocer que estructurar el trabajo para que sea más flexible en términos de tiempo y ubicación