La dieta antiinflamatoria
RBA INTEGRAL
SANTI ÁVALOS
LA DIETA ANTIINFLAMATORIA
Cómo prevenir trastornos y aumentar nuestro vigor
NOTA IMPORTANTE: en ocasiones las opiniones sostenidas en «Los libros de Integral» pueden diferir de las de la medicina oficialmente aceptada. La intención es facilitar información y presentar alternativas, hoy disponibles, que ayuden al lector a valorar y decidir responsablemente sobre su propia salud, y, en caso de enfermedad, a establecer un diálogo con su médico o especialista. Este libro no pretende, en ningún caso, ser un sustituto de la consulta médica personal.
Aunque se considera que los consejos e informaciones son exactos y ciertos en el momento de su publicación, ni los autores ni el editor pueden aceptar ninguna responsabilidad legal por cualquier error u omisión que se haya podido producir.
© Santi Ávalos, 2014.
© de esta edición: RBA Libros, S.A., 2014.
Avda. Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.
rbalibros.com
Primera edición: noviembre de 2014.
RBA INTEGRAL
REF: OEBO911
ISBN: 9788416267927
Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito del editor cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida a las sanciones establecidas por la ley. Pueden dirigirse a Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesitan fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).
Todos los derechos reservados.
A MI SOBRINITO SERGI
Contenido
Salud plena
La salud es una condición que nos corresponde por derecho, y que va más allá de la simple ausencia de síntomas. Cuando es plena, no solo se refleja en nuestro cuerpo físico, sino que se manifiesta en nuestro ánimo y en todos los aspectos de nuestra vida. Si nuestro cuerpo está en armonía, gozamos de una belleza natural que se muestra en una mirada más brillante y diáfana, y en una piel libre de impurezas; tenemos más energía, lo que hace que encaremos la vida con más entusiasmo; hay bienestar, lo que se refleja en el buen humor y en un sueño más profundo y reparador. También tenemos mejor apetito, nuestros sentidos están más despiertos, y es más fácil disfrutar de los placeres de la vida. A veces nos creemos sanos porque no tenemos ninguna enfermedad o síntomas clínicos, pero hay algo en nuestro cuerpo, una condición invisible pero insidiosa, que nos impide gozar en plenitud.
Detrás de esta falta de vigor, muchas veces se encuentra el fantasma de la inflamación crónica, un problema sistémico en apariencia inofensivo, pero que si no se corrige a tiempo mediante una serie de hábitos saludables como ejercicio físico moderado y una alimentación equilibrada, puede acabar desencadenando trastornos de gravedad creciente.
LA INFLAMACIÓN AGUDA
La inflamación aguda es la respuesta natural del organismo a una agresión o estrés, ya sea de origen interno o externo. Cuando nos damos un golpe, por ejemplo, nuestro sistema defensivo desencadena una serie de reacciones que comienzan con la liberación de ciertas sustancias, entre las que se encuentra la llamada histamina. Esta molécula provoca la dilatación de los vasos sanguíneos; lo que hace que se produzca una mayor afluencia de sangre en la zona afectada, con el consiguiente enrojecimiento y aumento de temperatura. Al mismo tiempo se enlentece la circulación, lo que facilita el trabajo de las células defensivas y la combustión de las sustancias de desecho. Pero esto no termina aquí, porque además, los tejidos inflamados liberan un líquido (exudado inflamatorio) que, al acumularse, excita las terminaciones nerviosas, lo que nos provoca dolor e impide el movimiento.
Hemos puesto este ejemplo, porque todos hemos experimentado alguna vez las consecuencias de alguna contusión y reconocemos fácilmente la conexión de estos síntomas con su causa (el golpe). Sin embargo existen otros muchos factores, menos visibles, que son capaces de provocar una respuesta inflamatoria de manera parecida a como lo haría un trauma físico. Cualquier agresión que suponga una amenaza, o que provoque un daño celular que tenga que ser reparado, puede estar detrás de esta respuesta defensiva del organismo. Algunas de estas agresiones pueden ser la invasión de un microorganismo (ya sea un virus, una bacteria o un hongo), la exposición a radiaciones, el daño producido por toxinas, el frío o el calor extremos; y, desde luego, ciertos desequilibrios dietéticos, como puede ser un exceso de proteínas o de grasas.
A todas estas causas físicas, además, hay que añadirle el factor psicológico del estrés. Cuando nos vemos desbordados por las responsabilidades del trabajo y de la familia, o cuando nuestros proyectos y planes de vida no se cumplen como lo habíamos planeado, el cuerpo no tarda en responder a nuestra tensión y frustraciones, perdiendo su capacidad natural para regular la respuesta inflamatoria. Hay estudios que demuestran que las personas sometidas a un estrés prolongado están más predispuestas a sufrir infecciones comunes, como un resfriado, debido a que se crea una condición inflamatoria que favorece la invasión del virus. En este caso, vemos que se invierte la relación causa y efecto, porque ya no es la presencia del virus lo que desencadena los síntomas, sino que son los distintos marcadores proinflamatorios (creados por el mismo estrés psicológico), los que crean el terreno propicio para que se pueda asentar la infección. Hay muchos investigadores que creen que este es el mecanismo puente que permite que ciertos estados emocionales acaben desencadenando trastornos cardiovasculares, problemas asmáticos y las llamadas enfermedades autoinmunes.
Todos estos síntomas de los que hemos hablado (calor, rubor, dolor, hinchazón), aunque molestos, cumplen una función positiva y tienen como objetivo restablecer el equilibrio perdido. Un tratamiento integrador, bien enfocado, buscará eliminar la causa del problema, al mismo tiempo que tratará de modular los síntomas de la inflamación, sin llegar a reprimirlos completamente. El objetivo es reducir las molestias, pero manteniendo los mecanismos de defensa activos, hasta que estos ya no sean necesarios y desaparezcan por sus propios medios, al eliminar el origen del problema.
EL FANTASMA DE LA INFLAMACIÓN CRÓNICA
Cuando la causa de esta sintomatología persiste durante demasiado tiempo, debido a un sistema defensivo debilitado o sobrecargado de trabajo, aparece la temida inflamación crónica. Mientras que los síntomas se encuentran en la fase aguda, estos se manifiestan de manera localizada, pero cuando se instala la inflamación crónica (también llamada silenciosa o subclínica por la ausencia de síntomas «evidentes»), el problema se hace sistémico y sus tentáculos se extienden a todos los rincones de nuestro organismo.
El vehículo para que esto suceda es la sangre, que se satura de marcadores proinflamatorios como las citoquinas (también llamadas citocinas), que actúan como auténticas mensajeras del sistema inmunológico. Este proceso se va instalando con sigilo, y a diferencia de la inflamación aguda, se manifiesta poco a poco y sin anunciarse. Todo esto hace que sea más difícil de detectar y genere menos alarma, pero sus efectos son nefastos cuando no se corrige a tiempo, porque crean un terreno propicio para la aparición de todo tipo de problemas de salud. Algunas enfermedades como la psoriasis, la artritis, o los dolores musculares crónicos, están directa o indirectamente relacionados con esta condición física, pero además, cada vez hay más investigadores que acusan a la inflamación crónica de estar detrás de muchos trastornos como la diabetes y el cáncer, o de enfermedades de tipo neurodegenerativo, como el alzhéimer y el párkinson. Mucho antes de que aparezcan estos problemas, puede haber malestar general, inapetencia sexual o, simplemente, falta de energía y desmotivación para emprender cualquier actividad, ya sea física o psicológica. Cualquiera de estos síntomas podrían ser debidos a otras causas, pero cuando hay una condición crónica de este tipo, el organismo moviliza mucha energía para combatir el problema. Esto le obliga economizar sus recursos energéticos, lo que se refleja en una falta de vigor generalizado.
Página siguiente