¿Cómo no resistirse al reflejo inconsciente y vital de dormir, no buscar el sueño, sino dejar que él nos encuentre?
El sueño o la puerta de los sueños
Aparte del hecho innegable de que todos los seres humanos, independientemente del color de su piel, su lengua, su cultura, sus costumbres y sus creencias, tienen un cuerpo, una cabeza, dos ojos, dos oídos, una nariz, una boca, en una palabra, todo lo que los paleontólogos atribuyen como características comunes a la especie que han bautizado con el nombre científico de Homo sapiens, comparten otros signos distintivos y dominantes con la mayoría de las especies animales de sangre caliente. Como estas, nacen y mueren, claro, y para vivir sobre la tierra deben respirar, alimentarse, deshidratarse, expulsar sus excreciones y excrementos, dormir y soñar. Dormir es, pues, la puerta de los sueños.
Dormir es vital
“El sueño que revolotea en las pupilas del niño pequeño, ¿quién sabrá decir de dónde viene?”, se preguntaba el poeta y narrador indio Rabindranath Tagore (1861-1941). Por lo que sabemos hasta hoy, podemos responderle explicándole que el sueño es uno de los instintos vitales y primordiales del ser humano, que también comparte con muchas especies animales. Nadie puede vivir sin dormir. Ni siquiera puedes impedirte o contenerte de dormir. Inténtalo, verás. Mejor no, no lo intentes, pues podría tener graves repercusiones en tu sistema nervioso y tu equilibrio psicológico, y afectar de forma considerable a tu bienestar y a tu salud. Resumiendo, se puede decir que la ausencia de sueño produce una verdadera intoxicación del sistema cerebro-espinal, lesiones cerebrales, el coma y, después, la muerte. Los chinos de antaño, que se consideraban maestros del arte de la tortura, lo sabían y dejaban morir a los condenados privándoles de sueño. Si pasas veinticuatro horas sin dormir, al final te “caerás” de sueño.
¿Qué es el sueño?
El estado de sueño es la inconsciencia; el estado de vigilia es la consciencia, que los neurofisiólogos prefieren llamar estado de “vigilancia”, aunque este término ya no responda a las investigaciones de la psicología moderna, sobre todo a las del análisis psicológico de la escuela junguiana. Según las observaciones y estudios de los adeptos del pensamiento de Carl Gustav Jung, en el estado de vigilia o de vigilancia, cuando actúa la consciencia, esta continúa bajo la influencia del inconsciente. En estos casos extremos o (psico)patológicos, puede ser totalmente invadida por el inconsciente, inundada o aniquilada por él. ¿Qué podemos decir del sueño, además de que responde a un instinto primordial, una necesidad vital, y por tanto, en términos de nuestros días, un reflejo inconsciente? Igual que respiramos de forma inconsciente y nuestro corazón late sin que nos demos cuenta, no podemos resistirnos a la necesidad de dormir. El sueño es una suspensión fisiológica y vital de la conciencia y la voluntad.
¿Encontramos el sueño o el sueño nos encuentra a nosotros?
“El sueño no está a nuestras órdenes. Es un pez ciego que asciende de las profundidades, un ave que se abate sobre nosotros”, escribió Jean Cocteau (1889-1963). En su vanidad de querer ejercer su voluntad y libre albedrío en todo y para todo, de ser dueño absoluto de sí mismo y del mundo que lo rodea, el ser humano se convenció de que “encontraba el sueño”. Sin embargo, si queremos admitir que el sueño tiene que ver con una necesidad vital y un instinto primordial, es evidente que es él el que nos encuentra, el que nos sorprende en el estado de vigilia, para llevarnos a lo que siempre fue un misterio sagrado para nuestros antepasados, otra realidad en la que somos actores y espectadores simultáneamente: el sueño. Y así dedicamos casi un tercio de nuestra vida a dormir... ¿y a soñar? A dormir, sin duda; a soñar, probablemente mucho más.
El dios del sueño
En la Grecia antigua, la personificación del sueño era Hipnos, un dios alado que volaba por encima de tierras y mares. Todos aquellos que se encontraban a su paso, se dormían de forma irresistible. Era hijo de Erebo, la divinidad de las Tinieblas Infernales, y de Nicte, la diosa de la Noche, y tenía como hermano gemelo a Tánatos (la Muerte). En las Metamorfosis, un largo poema compuesto por 15 libros y 14.000 versos que probablemente data del año 5 d.C. y repasa numerosos relatos de la mitología griega, el poeta latino Ovidio describe con todo lujo de detalles el palacio encantado de Hipnos donde todo duerme.
Endimión, Selene e Hipnos
Según una leyenda mítica, Hipnos se enamoró perdidamente de Endimión, un joven pastor de gran belleza del que antes se había enamorado Selene (la Luna). Esta aspiraba a quedarse con su joven y bello amante para la eternidad, así que rogó a Zeus, el mayor dios del Olimpo, que intercediera en su favor ante Hipnos, para que este concediese a Endimión un sueño eterno y conservase su juventud intacta para siempre. Hipnos obedeció a Zeus, pero al hacerlo se prendó del joven pastor, que, siempre según la leyenda, siguió durmiendo con los ojos abiertos para que el dios del sueño pudiera admirar sin cesar los ojos de su amante.
Los nuevos mercaderes del sueño
Hasta no hace mucho, los mercaderes del sueño eran los mesoneros, y después los hoteleros. Más tarde, esta expresión se volvió peyorativa para designar a todos aquellos que hicieron, y que lamentablemente siguen haciendo, un comercio desvergonzado alquilando a personas desfavorecidas o sin domicilio un lugar para dormir a cambio de cantidades exorbitantes. En nuestros días, se podría designar de este modo a los grandes laboratorios farmacéuticos que fabrican y venden en grandes cantidades sustancias psicotrópicas, y a los médicos demasiado complacientes que las prescriben a pacientes ansiosos, depresivos, insomnes. “Los estudios muestran que los antidepresivos son eficaces para entre el 60 y el 70 % de las llamadas depresiones caracterizadas —y que, por otro lado—; […] entre dos tercios y tres cuartos de los sujetos sometidos a antidepresivos son mujeres.”
¿Qué son las sustancias psicotrópicas?
Las sustancias psicotrópicas son “sustancias naturales o sintéticas que provocan modificaciones de las funciones superiores del sistema nervioso, como la percepción, la ideación, la memoria, la emotividad, el humor” (Encyclopédie des Sciences, Librairie Generale Française, 1998).
¡ATENCIÓN, PELIGRO!
La eficacia de las sustancias psicotrópicas constituye un peligro, ya que el recurso a este tipo de medicamentos (que no carecen de efectos secundarios, traidores y perversos) se ha convertido en costumbre: no hay una serie estadounidense en la que, en un momento u otro, uno de los personajes, cuando no consulta a un “loquero”, recurre a su cajita de píldoras mágicas. En otros tiempos, Hollywood promocionaba el cigarrillo. Hoy, las grandes marcas de píldoras mágicas patrocinan la producción cinematográfica. Las sustancias químicas que actúan sobre el sistema nervioso, fabricadas por los grandes laboratorios farmacéuticos, suplantan poco a poco a las sustancias llamadas psicoactivas o de dependencia: el tabaco y el alcohol, entre otras.
Para soñar bien, hay que dormir bien
Es evidente que los estados depresivos, la ansiedad, el estrés y la angustia, entre otros, pueden afectar al estado general de un individuo, y es cierto que, en nuestro agitado mundo, el insomnio y los trastornos del sueño son más frecuentes de lo que se cree, por no hablar de la contaminación acústica, cada vez más evidente en las grandes metrópolis, e incluso en ciudades pequeñas, que altera a muchos de nosotros. Pero para que el sueño nos encuentre cada noche cuando nos metemos bajo las sábanas o nos arrebullamos bajo el nórdico, sigue siendo necesario que nos hallemos en un estado propicio para el reencuentro. A ser posible, debemos estar calmados, relajados, serenos. En efecto, si quieres que tu “máquina de sueños” se ponga en marcha y que tus sueños te hablen de ti, es necesario que te sientas bien en tu cuerpo, que dejes que Morfeo te tome en sus brazos, y dormir con el sueño de los justos. Para soñar bien, hay que dormir bien. Las dificultades para dormir suelen crear sueños agitados y “malos sueños”.