Ana María Shua
Cómo escribir un microrrelato
alba
Introducción: técnica y misterio
Hay una técnica para escribir microrrelato. Es parecida a la de los talladores de diamantes. Pero también hay un misterio: el de los mineros.
El punto de partida es siempre la búsqueda de la idea original, es decir, el misterio, que es también lo más difícil de analizar, de transmitir. Suele ser la primera pregunta que un autor de cualquier género enfrenta ante un auditorio, es lo primero que un buen lector querría saber y lo más inexplicable: de dónde salen, cómo se le ocurren a un escritor las ideas. En el caso del microrrelato, la pregunta está directamente relacionada con la exploración minera. Cómo y dónde encontrar esa piedra, esa veta que llevará al diamante, cómo reconocerla en la pared de roca, o perdida en la montaña de piedrecitas falsas. Hay, sin embargo, formas de aproximarse al misterio, ejercicios que lo pueden conducir a ese socavón de la mina donde está escondida la veta de sus propias ideas. Más adelante volveremos sobre este tema.
Es mucho más fácil referirse a la técnica: se trata de tallar la primera versión, esa primera idea original que es como una piedra en bruto, hasta obtener un diamante facetado. Como el material del que se parte es pequeño y frágil, hay riesgo de que se rompa en el proceso y se haga necesario volver a empezar. Si no es posible librarse incluso de la más mínima imperfección, hay que tirar la piedra a la basura, sin piedad. Pero no hace falta tirarla inmediatamente. Podemos darle otra oportunidad, tener a nuestra piedrecita archivada durante meses, incluso años, en espera de esa palabra o esa idea complementaria que nos permita alcanzar la perfección. Si no la alcanza, entonces sí, habrá que librarse del texto fallido. Dentro de ese mínimo guijarro, cada palabra tiene el peso de una roca. Por otra parte, el gran placer del escritor de microrrelato (en comparación con otros géneros) es la posibilidad de llegar de una sola vez desde la torpe materia prima hasta una joya perfecta. La técnica es el tema de este libro.
Y, sin embargo, también hay algo que decir acerca del misterio, que está en el centro de la creación. Cómo y por qué aparecen las ideas. A ese lugar secreto apenas es posible aproximarse, y sin embargo lo intentaremos. Solo la poesía da en el centro del blanco, pero se puede invitar a la razón a dar un paseo por los alrededores. Por ejemplo, pensar en la creación como el establecimiento de conexiones no evidentes entre zonas de la realidad, como la posibilidad de relacionar situaciones, objetos, palabras, hechos aparentemente desligados unos de otros.
Hay que tener en cuenta que lo que se crea de verdad es prácticamente nada. Una construcción a partir de los viejos materiales de siempre, en base a estructuras predeterminadas por la tradición. Como hicieron los conquistadores españoles cuando utilizaron los bloques de los templos paganos para edificar sus iglesias. Lo que la gente llama creación es simplemente el ejercicio de un arte combinatorio. No se inventa nada, lo que hacemos es combinar de forma diferente trozos que tomamos de la realidad.
Lo que se crea: apenas alguna nueva comunicación entre las partes, un sutil apartarse de ciertas normas cuya aplicación es necesario dominar. Primer y fundamental consejo: leer mucho microrrelato de alta calidad. Leer grandes autores para escribir como ellos o contra ellos. O mejor todavía, encontrar un camino paralelo. Lo importante es recordar que quien no conoce la tradición está condenado a repetirla.
Tenemos, entonces, dos vertientes, que se unirán en el momento de la magia: por una parte, la tradición literaria que dará el marco, la estructura (o la ruptura de ese marco, la deliberada deconstrucción de esa estructura, que es exactamente lo mismo); y, por otra, la experiencia, propia o ajena, hecha de todo lo que uno vivió, estudió, leyó, conoció, sufrió y le contaron. Solo es posible crear a partir de lo que ya se conoce.
La creación literaria se parece al trabajo de los sueños: no es nada más que una combinación diferente de factores que sin embargo altera el resultado.
Y al mismo tiempo es muy distinta de los sueños, donde nuestra mente mezcla y combina circunstancias, hechos, personas que conocimos en el mundo real sin ningún control sobre el proceso o sobre el resultado. En la creación literaria, en cambio, se trata de hacer una combinación bajo control, el tosco frotar de dos piedras sin saber si va a saltar o no la maldita chispa, pero con todo preparado para aprovecharla si aparece. La chispa, entonces, puede ser incontrolable, imprevisible: es posible buscarla, pero no hay garantías de que brote. El fuego, en cambio, la hoguera, es producto de la razón: hay que juntar ramitas, elegir las más secas, amontonarlas, considerar la necesidad de oxígeno, optar por cierto ángulo.
Presentación y autobiografía
Para comenzar, vamos a presentarnos.
Yo soy Ana María Shua, y lo que pueda interesarle saber de mi biografía pública se lo dirá Internet. Como todas las personas de este mundo tengo también una biografía privada y una biografía secreta, de la que usted nunca se enterará. A veces, cuando duermo, soy tortuga y, con menos frecuencia, sigo siéndolo después de despertar durante todo un día. «Es una señora tan sensible», dicen mis conocidos, y me palmean amablemente el caparazón, fingiendo no notarlo.
Y usted, ¿quién es? Como PRIMER EJERCICIO, le propongo escribir una autobiografía en veinte líneas como máximo. No importa si es ficticia o real. Usted puede presentarse como una bailarina balinesa o como un asesino en serie, como el creador del Universo o como el clavo que sostiene un cuadro colgado en la pared. También puede presentarse con su nombre y apellido y contar su verdadera historia (a veces es precisamente esto lo más difícil). Lo único importante es que esas veinte líneas que va a escribir sean inolvidables. Porque usted está intentando producir literatura y, por lo tanto, pretende ser nada menos que original. Intentará, entonces, escribir algo único y diferente, contar una pequeña historia de una forma en la que nunca haya sido contada. No importa si sus lectores la olvidan tres minutos después de haberla leído: en el momento en que usted la escriba (y la reescriba, cuantas veces sea necesario), debe tratar de que sea inolvidable.
¿Qué es un microrrelato?
Hay mil definiciones más o menos poéticas de microrrelato. Se lo compara con un rayo, con un estallido, con una fragancia, con un relámpago. También hay definiciones técnicas muy rigurosas. Algunas se esfuerzan por abarcar todas las características de los microrrelatos conocidos. En mi opinión personal, estas definiciones enumerativas están limitadas por la misma perspectiva que limitó la comprensión de la obra de Aristóteles durante la Edad Media: una definición no tiene por qué ser una preceptiva, es decir, un conjunto de reglas a las que hay que atenerse para estar seguro de que uno ha logrado mantenerse dentro del género. Los géneros literarios son mucho más elásticos de lo que parece y cada vez que creemos haber encerrado alguno dentro de límites fijos aparece un autor genial y salta por encima del cerco.
Propongo aquí algunas definiciones técnicas y/o poéticas que me parecen interesantes y valiosas. Al final de este apartado diré cuál es la que nos va a resultar útil para trabajar a lo largo de este libro. Dicen del microrrelato:
Francisca Noguerol (crítica española): es una forma narrativa breve, que raramente supera la página de extensión y se diferencia del cuento tradicional por sus tramas ambiguas, personajes abocetados, lenguaje multívoco y finales sor prendentes.