1
Escribir y crear
Con algunas palabras y una intención podemos crear cualquier estructura, podemos describir un lugar, hacer el retrato de alguien, dar forma a lo que pensamos, iluminar los rincones de un recuerdo e incluso explicar el significado de una emoción. Al escribir, esencialmente aprendemos una nueva forma de comunicar, establecemos un simple contacto, aunque a veces las palabras quieren que sea algo más, mucho más, y se convierten en un vehículo que cuenta su propia historia, un mundo imaginario en el que unos personajes nos invitan a descubrir su vida, sus secretos, sus motivos y sus propósitos. Solo tenemos que atrevernos a aceptar el reto.
Definir la escritura creativa posiblemente sea un auténtico desafío. Seguramente cada uno la entendemos de un modo distinto y aunque hallásemos un significado común, una definición completa y universal, tendríamos que reconocer que tanto escribir como crear, son dos verbos libres, incapaces de adaptarse a reglas fijas y con una extraordinaria capacidad de expansión. Por tanto, en este libro, vamos a ver la escritura creativa —crear con palabras— como una propuesta, o mejor, un juego, que mediante algunas directrices, ciertas normas gramaticales, una brújula y mucha intuición, intentará servir de ayuda a quienes han decidido iniciarse en el sorprendente mundo de la construcción literaria.
Como un buen maestro, el presente manual pretende iluminar un camino que, afortunadamente, deberá recorrer cada escritor por sí mismo. Los siguientes capítulos tienen como finalidad principal servir de orientación, mostrar herramientas que ayuden a jugar con las palabras de un modo eficiente, o dicho de otro modo, que aporten buenos consejos para que podamos ordenar un discurso, divertir, sugerir, enseñar y alcanzar nuestros propósitos a través de la ficción. Normas adaptables, reglas que parten de la observación y la práctica, que necesitan evolucionar del mismo modo que el propio lenguaje, igual que cada escritor y su historia personal, y que no pretenden en ningún caso suplantar al proceso creativo sino acompañarlo. Al fin y al cabo, se trata sencillamente de un punto de partida, el inicio de un viaje que aún tenemos que escribir. En palabras de García Márquez: «El deber de los escritores no es conservar el lenguaje sino abrirle camino en la historia».
Antes de comenzar necesitamos un primer paso, una decisión que cada uno debe tomar a su modo y que, con buena parte de sus raíces en ese elemento tan misterioso que llamamos vocación y muchas ganas de improvisar, sirve para lanzarnos en medio de cualquier parte sin mapas y sin manual de instrucciones. Afortunadamente tenemos brújula, y voluntad, dos herramientas que quizá no aprendamos a valorar hasta que pase un tiempo pero constituyen la primera base sólida de la construcción literaria. La brújula, nuestra intuición, nos enseñará a elegir la mejor estrategia narrativa en cada caso, a menudo antes de saber lo que significa, y la voluntad nos servirá de guía en un viaje de largo recorrido en el que a veces nos fallarán las fuerzas, perderemos la confianza o encontraremos muros difíciles de saltar.
A partir de ahí, la escritura tendrá un significado distinto para cada uno, aparecerá como un gran desafío, como una forma de libertad, como un orden, o un caos, una seña de identidad o como un universo desconocido con un extraordinario poder de atracción. Puede que se convierta incluso en una forma de vida o en un patrón obsesivo, en algo que cuanto más se conozca menos se pueda explicar, en un golpe de suerte, una intención o un propósito. En cualquier caso, si al menos despierta nuestra curiosidad, no dejemos que pase de largo.
LA MONTAÑA MÁGICA
En 1924, el escritor alemán Thomas Mann terminó una larga novela, escrita en dos partes, que cuenta una historia de transformación en lo alto de una montaña. Dicho de este modo, parece que se trata de un mundo alejado de la realidad, inaccesible, habitado por un ser que sufre una terrible mutación de origen desconocido y se dedica a perseguir a los pobres montañeses…, pero no es así. La montaña es nuestro propio mundo, filtrado a través de los ojos del narrador, y la transformación no es otra cosa que un aprendizaje, el paso de la inocencia a la madurez de Hans Castorp, el protagonista, a través del camino que propone toda historia bien contada: el descubrimiento.
Y lo primero que descubrimos es que la escritura creativa se parece mucho a dibujar, de hecho, cuando nos encontramos frente a un texto bien escrito dejamos de ver palabras y nos transportamos a un mundo lleno de trazos, colores, matices y sombras, en el que puede ocurrir cualquier cosa. Nos dejamos llevar, cuando el dibujo nos fascina y la composición creada por el escritor se presenta como una tentación irresistible.
Este manual, un libro para diseñar tentaciones, describe las piezas que necesita un escritor para afrontar un proyecto literario, desde las herramientas estrictamente estructurales hasta las que permiten jugar con el tiempo del relato, dar vida a toda clase de personajes o manejar la sintaxis para dirigir la atención del lector a un lugar, en el instante preciso. A partir del siguiente capítulo se explica el componente creativo junto a la técnica, mediante un desarrollo similar al que se produce cuando se afronta la misteriosa tarea de escribir ficción. Y entre misterios y sentido común, con algunos trucos, muchos ejemplos y alguna reflexión, este manual de escritura creativa presenta un procedimiento de trabajo que ante todo quiere ser ameno y eficaz. La mecánica disciplinará la imaginación y esta, por su parte, se encargará de que cada proyecto sea mucho más que un artefacto bien construido y en perfecto funcionamiento.
Escribir ficción es proponer un juego, y mientras tengamos eso en mente todo lo demás buscará su lugar, sin prisa, con orden, hasta que cada pensamiento, cada emoción e incluso cada silencio, ocupe su espacio dentro del texto. Como ocurre con el personaje central de la novela de Mann, el protagonista de una historia se convierte en el intérprete del escritor, en el mensajero que se ajusta hábilmente a las reglas de este juego tan particular. Reglas extrañas, que escogen una estructura desordenada y cambiante y ponen en contacto a dos personas que posiblemente no se conozcan ni vayan a conocerse nunca. Es la comunicación diferida, como se ha definido muchas veces, que convierte una historia personal en multitud de pensamientos y sentimientos ajenos, en interpretaciones que casi siempre desconocen la intención del autor pero multiplican su efecto.
El escritor esconde las piezas del puzle, el lector las descubre, y en esa peculiar conversación el contenido, escrito quizá siglos atrás, adquiere una importancia fundamental. Debe ser un desafío, como una gran montaña, que suponga un reto y al mismo tiempo una invitación difícil de rechazar. Debe guardar un secreto, o varios, que estimulen constantemente la curiosidad de quienes han decidido comenzar la subida. Debe ser un trayecto que solo pueda recorrerse a pie, que muestre paisajes asombrosos, toda clase de seres vivos, algunos peligros, manantiales, terrenos resbaladizos, refugios, estrellas y puestas de sol, y que al llegar a la cima regale un instante de absoluta tranquilidad. En lo más alto de una gran historia, en esa cima de la montaña, llega el momento de inspirar profundamente, contemplar el camino recorrido y admirar una parte del mundo que solo desde allí tiene una perspectiva única e inolvidable.
¿Jugamos?
UN MUNDO POR DESCUBRIR
Paso del caos creativo a la imagen concreta. De la pulsión narrativa al desarrollo ordenado del discurso. Contar una historia es, esencialmente, conseguir que se comprenda. Y para hacerla comprender sin prescindir de las emociones, hay que permitir que el lector la viva, que participe en ella, que la descubra. ¿Y ahora qué? se debe preguntar en cada página, y mientras permanezca intacta su capacidad de asombro, la historia cumplirá su objetivo.