Cuando publiqué mi primer libro: ¡Despierta!… que la vida sigue , no imaginé la cantidad de testimonios que recibiría; todos ellos fueron de personas que lo leyeron y encontraron en él una esperanza; renovaron su entusiasmo por vivir y, con ello, afianzaron mi intención de publicar un segundo libro. Gracias, de corazón, por seguirme ya sea a través de mis publicaciones o escuchando alguno de mis discos compactos .
Agradezco a mi esposa Alma, por creer en mí y manifestarme su amor de tantas maneras.
A mis hijos, César y Alma, por el entusiasmo y capacidad de asombro que me transmiten con tanto amor.
A mi padre, por su participación activa en la revisión de todas y cada una de las reflexiones contenidas en esta obra.
A mis amigos, quienes con su presencia fortalecen mi espíritu y me ayudan a renovar el entusiasmo para realizar este trabajo que tanto quiero.
A quienes colaboran directamente conmigo, mis compañeros, pues sin su profesionalismo y entrega sería imposible llegar a tantas personas a través de conferencias, seminarios y publicaciones.
Gracias mamá, porque a pesar de tu ausencia, te siento en cada logro, al subir un peldaño más de esta maravillosa profesión, que tanto te enorgullecía.
Prólogo
Cuando la oscuridad parece inundar todo lo existente, y la noche no da signos de replegar su manto, las cosas parecen derrumbarse. El mundo se nos viene encima porque los problemas nos agobian, porque no llega una respuesta capaz de liberarnos, porque el tiempo cambia su forma y las horas trascurren lenta y, a veces, dolorosamente. Entonces, buscamos en el cielo una demostración del poder divino, algo que nos muestre la salida del laberinto, muchas veces no lo encontramos o no somos capaces de descifrarlo.
En esos momentos de oscuridad, un rayo de luz, por pequeño que sea, puede iluminar el día, darle sentido a lo que parecía perdido. Una palabra es capaz de detener el paso que está al borde del abismo, de salvarnos porque nos abre los ojos, mostrando que nos ahogamos en un vaso con agua, en un charco que confundimos con el océano. Una sola palabra tiene la capacidad de ayudarnos a ver la belleza de la vida que trasciende el cerco de problemas.
Basta un destello para mostrarnos el camino, como una mano que nos guía. Basta una frase para hacernos comprender que no todo está perdido, que la esperanza es lo único que nos queda, para asirnos de ella y evitar el naufragio. Y son precisamente esos destellos los que nos presenta César Lozano, gotas de luz vueltas tinta, reflexiones que muestran otra forma de entender la vida, palabras que detienen e impulsan; evitan el desplome e impulsan en una nueva dirección. Con estos destellos , comprendemos que la vida no es tan complicada como la hemos querido ver, que la vida es un sendero por donde camina el milagro, el privilegio de respirar, pensar, dormir y soñar con la esperanza de un nuevo día.
César Lozano no ofrece recetas o técnicas para sacarnos la lotería y “ser felices”; no da la solución a todos los problemas, ni comparte doce verdades que habrán de curarnos las penas; en cambio, en Destellos , César comparte sus reflexiones sobre la vida, a través de ellas nos da la posibilidad de mirar el mundo con otros ojos, asumir actitudes diferentes y ser positivos. La premisa es practicar el amor y la comprensión, valores que enriquecen la existencia y que, además, dotan al libro de un valor, que atrapa la atención, se disfruta y deja provechosas enseñanzas.
Basta un destello para aprender a observar la belleza que se extiende ante nuestros ojos, para dejar de mirar abajo y levantar la vista, para observar el camino interminable y sorprenderse, porque la respuesta al existir está en el interior de cada uno, y César lo entiende, por eso comparte sus textos; sabe que el libro es un amigo ejemplar que da todo lo que guarda, sin pedir, y tiene la capacidad de ablandar nuestro corazón en los momentos de dureza o nos da vigor cuando podemos flaquear. La palabra es el instrumento del ser humano, es su lenguaje, el libro lo rescata y la hace universal.
Las palabras de César Lozano son un punto de apoyo, un alto en el camino para replantear la estrategia, para renovar la energía, son una invitación a no caer, a no permanecer en la orilla; en fin, son destellos que darán luz a tu vida.
Le doy las gracias a mi amigo, el doctor César Lozano, hombre bueno y generoso, por invitarme a hacer este prólogo y ser su primer editor. Espero que disfruten la lectura de este libro.
José Luis Font
Monterrey, Nuevo León, septiembre de 2007
Introducción
Definir la palabra oscuridad es complicado, quizá podríamos decir que significa no ver nada, el color negro, o la incertidumbre que se genera al no poder identificar lo que nos rodea. Sin duda, el término que más me agrada es: la oscuridad es la ausencia de luz.
La presencia de luz, desde mi perspectiva, puede compararse con la capacidad que todos poseemos de iluminar la vida de los demás. Relaciono esta presencia de diversas maneras, quizá te han dicho, al iluminar la existencia de otro, algo como: “¡Eres un ser lleno de luz!”, ¡qué halago más grande!, ¡qué forma de hacerte saber que eres importante! Es maravilloso escuchar que con tu presencia iluminas la casa, la reunión o el trabajo.
Las personas luminosas, cuando saludan con una sonrisa, dejan destellos de luz y un aura incandescente que, simple y sencillamente, atrae a quienes no tienen luz en su vida, y no sólo eso, esos destellos hacen la diferencia en circunstancias adversas. En muchos casos, las personas luminosas no son conscientes de la luz que emanan.
Este libro está escrito con el propósito de darte destellos que te ayuden a reconocer y valorar lo que tienes. Fue construido a partir de una serie de reflexiones publicadas en prensa, revistas especializadas, o compartidas en el programa de radio Por el placer de vivir , aunque han sido enriquecidas con nuevos conceptos.
Quizá seas uno de esos seres que dejan una estela a su paso, y disminuyes la oscuridad en la que habitan quienes te rodean; tal vez regalas destellos de luz capaces de hacer volver la esperanza donde se ha perdido. “Esperanza” es una palabra que nos recuerda que no todo está perdido, que siempre hay una salida y que, por más adversa que sea la situación, todo pasa. Aun la muerte es parte de la vida, el último paso a dar en este mundo, y confiamos en que viene algo mejor.
Emanas luz cuando creas armonía donde no la hay. Cuando evitas pelear por imponer tu verdad y respetas la verdad de los otros, cuando buscas acuerdos que beneficien a ambas partes. También lo haces cuando no buscas imponerte al destruir los argumentos de los demás, porque sabes que la llave de entrada al corazón más difícil te pertenece cuando eres capaz de reconocer sus cualidades, lo mismo sucede cuando no sólo oyes, sino escuchas a quienes te rodean.
Qué luz tan intensa emanas cuando recuerdas que detrás de una persona difícil, hay una historia difícil; es decir, cuando comprendes que quizá su historia personal la lleva a actuar como lo hace.
También eres luminoso cuando le pones un valor agregado a lo que haces; cuando tu toque personal hace la diferencia en cualquier actividad, cuando eres capaz de hacer sentir bien a los otros con frases o detalles dados en el momento oportuno. También cuando atesoras esa cualidad común en los niños que, con el paso de los años, tendemos a perder: el asombro, el admirarnos por las cosas “simples” de la vida que suelen ser las más significativas. Es maravilloso asombrarnos por sentir, ver y escuchar lo que cada día nos regala y que, sin embargo, no valoramos por la prisa en que vivimos.