Somos un breve instante en el universo del tiempo .
Hay una gran diferencia entre estar y vivir .
Que los recuerdos te lleguen sólo para aprender de lo vivido y atesorar los buenos momentos, no para entristecer tu presente .
Resérvate el derecho de admisión de tus pensamientos .
Que tus malas decisiones y tus malas relaciones del pasado no atormenten más tu presente; tienes derecho a equivocarte y a perdonarte .
Aprende de tus aciertos y de tus fallas son parte de tu vida y gracias a ellos siempre querrás ser mejor .
Deja siempre un legado de fortaleza, disciplina y esperanza, para que quienes te rodean deseen imitarte, igualarte y superarte .
Encuentra siempre una lección en tus fallas, que te haga vivir con intensidad tu presente, sin amargarte ni amargar a quienes te tratan, te quieren o te admiran .
Que en tu presente siempre esté una sonrisa, una palabra de aliento, una muestra de afecto y un valor agregado. Plasma tu esencia en todo lo que toques, digas y hagas .
No dejes que la incertidumbre del futuro te haga perder el entusiasmo y el amor por el presente, que es lo único que verdaderamente tenemos .
Vive con intensidad tu presente para que tu futuro esté lleno de anécdotas dignas de compartirse y disfrutarse .
Al final de nuestros días nos pedirán cuentas: ¿Cuánto amor y felicidad tuviste? ¿Compartiste estas bendieiones y los momentos maravillosos?
Disfruta el verdadero placer de vivir .
Introducción
Existe una gran diferencia entre vivir y estar.
Hay gente que está, pero literalmente no vive, y mucho menos vive con alegría; se preocupa por basar su vida en encontrarle un sentido de trascendencia.
Si en teoría todos creemos que la vida es un regalo, ¿por qué pocos lo vemos como tal? Vivimos por vivir, mientras avanza el tiempo, el hastío y la rutina se apoderan poco a poco de nuestros actos.
Agregar a nuestros días el sentido del placer de vivir es todavía un reto mucho mayor. No hay verdad más grande que constatar el paso del tiempo. Mientras más pasan los años más rápido se va la vida. Las decisiones que tomemos hoy para disfrutarla se verán reflejadas en años de calidad.
Hay muchas formas de querer o de amar la vida, pero ¿sabes cuál es la más importante? Es cuando disfrutamos cada momento, cada instante, cada sonrisa, cada abrazo, cada palabra, todo, intensamente, incluyendo los momentos de dolor; cuando valoramos lo que tuvimos, lo que éramos y ya no somos, lo que vivimos y se fue. Si nuestra mente no está en paz, es porque está revisando en el pasado algún evento que puede despertar una emoción no placentera, como enojo, nostalgia o tristeza. Añoramos lo que no se puede cambiar, o quizá sufrimos ausencia de paz por pensar siempre en un futuro incierto que nos deparará un sinfín de posibilidades, y nos preocupamos por situaciones que en esencia no dependen de nosotros o que probablemente nunca ocurrirán.
Tomar conciencia del presente, del aquí, del ahora, de lo que en este momento hacemos, es la mejor alternativa para disfrutar la vida. Desafortunadamente, a veces nos enfrascamos en alternativas que la mente nos ofrece y muchas de ellas no son nada esperanzadoras. Perdemos una gran cantidad de tiempo y energía si no vivimos en el presente.
¿Te has puesto a pensar en lo breve que es la vida y en lo rápido que pasa el tiempo?
Te invito a que analices lo siguiente: ¿Cuántos años pasaron antes de que tú nacieras? Miles y miles de años. Y, ¿cuántos años pasarán después de que te vayas de este mundo? Bueno, eso sólo Dios lo sabe, pero yo espero que falten miles de años más. Aunque es necesario afirmar que muchas personas, cuyas vidas están llenas de hábitos destructivos: mala alimentación, alcoholismo, ira incontrolada, preocupaciones constantes, ingesta de productos nocivos para la salud, vida sedentaria y rutinaria, estrés, pueden pronosticar que su existencia no será muy duradera. Me duele afirmarlo pero es la verdad. El estilo de vida que llevamos puede ser un termómetro para medir la duración y la calidad de vida que tendremos.
Hay que reconocerlo, somos un breve instante en el universo del tiempo. La vida es relativamente breve, ¿no crees que es muy corta como para complicarla con situaciones, momentos o visiones fatalistas que no hemos vivido, y que probablemente no viviremos como nuestra mente las crea?
Deseo que disfrutes este libro, que encuentres en él las respuestas que estás buscando sobre tantos conceptos mal aprendidos, por ejemplo, creer que venimos a este mundo sólo a aprender lecciones dolorosas, que la vida está llena de sufrimientos y es parte de nuestro existir. De verdad deseo que cuando termines la última hoja de este libro te quedes con la sensación de que vale la pena no sólo estar, sino llenar de momentos memorables tu existencia, sólo ¡por el placer de vivir!
Por el placer de vivir ante la adversidad
Por supuesto que nuestra vida vale más que todos nuestros problemas. Dificultades siempre habrá. Motivos para afirmar que la vida no es justa, también.
Es cierto, la vida no es justa y las alternativas que tenemos para responder a las injusticias son las siguientes:
1. Ser parte de la injusticia como ejecutor o como víctima .
2. Ser sólo un observador. Quejarse amargamente de lo que vemos, criticar constantemente lo que ocurre a nuestro alrededor sin cambiar ni mejorar .
3. Ser un sujeto de cambio que transmita amor por medio de acciones y contrarreste de alguna forma la injusticia, la falta de luz y de armonía con quienes nos rodean .
Mi primer aprendizaje sobre lo injusto de la vida me ocurrió cuando era estudiante de primaria: injustamente fui acusado por el profesor de algo que no cometí. Recuerdo con claridad esa mañana. Hacíamos un examen de matemáticas y quien estaba atrás de mí me dijo en voz baja: “¡La cuatro!” Volteé y le dije: “¿Qué?” “Pásame la respuesta cuatro”, me contestó.
En ese momento el profesor me quitó el examen y me puso un horroroso y espantoso ¡CERO! con color rojo, escrito con saña, así, con un lapizote rojo y marcado con más fuerza que de costumbre, como poniendo todo su coraje en la calificación, con los bordes claramente delimitados y la mala vibra implícita en ese cero. El cero más espantoso que he visto en mi vida, y más porque me lo pusieron a mí.
Si hubieran visto mi cara de asombro cuando me regresó el examen, con un: “César, puedes salir del salón”. Le respondí angustiadísimo: “¡Maestro! ¡No es justo! No me estaba copiando.” Obviamente, quien ocasionó esta crisis (bueno, así la interpreté en ese momento) se quedó callado, sin expresar la verdad ante la situación injusta.
“Maestro, no es justo”, dije en voz baja, claro, con acento de víctima incomprendida y producto de las circunstancias que confabulaban en mi contra. Peor me sentí al ver la cara de todos mis compañeros con mirada de asombro y de reproche.