A todas las personas que iluminan nuestras vidas
y en especial a Paula García Marín,
Martina García Marín
y Silvia Echeverría Aparicio.
Liam MacMahon y su madre os dedican este libro.
I NTRODUCCIÓN
Salvo en ocasiones puntuales en las que experimentamos dolor o nos sentimos amenazados, la mayoría de nosotros, al igual que los animales, estamos hechos para ser felices. Y no estoy hablando de una felicidad como la que describe Hollywood en sus películas, en las que parece que estamos drogados con éxtasis o anunciando pasta de dientes, sino de aquella que podemos disfrutar todos los días.
La vida tiene momentos de placer y de dolor, y entre medias, momentos de rutina diaria que podemos paladear, degustar y que nos hacen sentir bien. Si esto es así, ¿por qué cada vez estamos más preocupados por todo? ¿Por qué reaccionamos de manera desproporcionada y agresiva con gente que no se lo merece? ¿Por qué nos cuesta dormir? ¿Por qué nos sumergimos en competiciones, comparaciones y cotilleos absurdos? ¿Qué falta en nuestra vida que nos está causando tanto sufrimiento? La respuesta no está en lo que nos falta, sino en lo que nos sobra.
El día a día está lleno de cosas que nos hacen daño, que tienen un efecto acumulativo y que se vuelven tóxicas. Pueden hacer que nos pongamos enfermos e incluso pueden acabar siendo letales. No es casualidad que ahora muchos productos se vendan por lo que no tienen: sin conservantes ni colorantes, sin lactosa o sin gluten.
Estamos en la era de quitarnos todo aquello que nos contamina. Sabemos que hay que sacar las sustancias tóxicas de la comida y muchos estamos volviendo a los productos biológicos. También somos conscientes de la contaminación ambiental y estamos reduciendo la emisión de gases, pero ¿qué hacer en el plano emocional?
La toxicidad emocional tiene un mecanismo de acción casi perverso, ya que no la vemos venir, entra en nuestra vida sin que nos demos cuenta y se instala sin que sepamos reaccionar a tiempo. No funciona como un veneno potente que te mata al instante, sino que va penetrando poco a poco en tu sistema. De manera gradual vas haciendo pequeñas concesiones que cambian totalmente la dirección donde querías ir, que te llevan a un sitio donde nunca quisiste estar y a ser una persona que nunca quisiste ser.
¿Sientes que estás intranquilo o que no eres feliz? Más que abrirte los ojos, este libro cambiará tu forma de enfocar las cosas, será como si llevaras gafas de aumento que resaltan lo que te está envenenando emocionalmente. Te ayudará a identificar qué cosas de tu estilo de vida, de tus relaciones y de tu pensamiento están haciéndote daño. Descubrirás qué tóxicos emocionales te impiden disfrutar la vida. Unos pueden hacerte daño a ti o a los que quieres, otros te aíslan y otros literalmente pueden llevarte a la más profunda oscuridad emocional e incluso a la muerte.
Lo que te propongo es un plan de desintoxicación o depuración emocional. Vamos a tratar los cuatro aspectos que nos están intoxicando poco a poco: los pensamientos, las relaciones, los ambientes y los medios digitales. Vamos a ir al epicentro de lo que causa la mayoría de los terremotos emocionales: los pensamientos.
Si los pensamientos generan una emoción y las emociones acaban creando reacciones en la conducta y en nuestro cuerpo, la pieza clave en este proceso será identificar las atribuciones y creencias erróneas que tienes sobre ti y lo que te rodea. Ya que parte de lo que somos se debe a nuestras relaciones y a los entornos en los que vivimos, vamos a sumergirnos en la naturaleza de tus amistades. ¿Por qué sigues siendo amigo de esa persona que te envidia? ¿Te has parado a pensar cuál es el coste emocional de tener cerca de ti gente que sufre con tus éxitos? También vamos a analizar qué tipo de concesiones y pensamientos dañinos tenemos en nuestra relación de pareja —¿eres de los que justifica un maltrato diciendo que se portó así porque le pusiste nervioso?—.
Otra fuente de daño emocional es la intoxicación digital. Hace poco más de diez años que entraron en nuestra vida los móviles «todo incluido». No solo pueden hacer llamadas, sino también mandar fotos, vídeos o mensajes de texto. Y la mayoría ya estamos, en mayor o menor medida, intoxicados digitalmente. Esto no parece preocuparnos mucho, pero si te dijera que algunos tienen una dependencia mayor de su whatsapp que el ludópata al juego y que el subidón y la activación cerebral al llegar el mensaje que esperan es parecida al subidón cerebral del adicto a la cocaína, ¿qué me dirías? Si te dijera que algunos de los culpables del insomnio, de la falta de memoria, de la irritabilidad y del trastorno explosivo intermitente son tu móvil, ordenador o iPad, y que muchas relaciones de pareja se hubieran salvado de poner freno a tiempo a los medios digitales, ¿qué pensarías?
Con este tipo de tecnologías todavía estamos a tiempo y podemos poner límites para que no intoxiquen nuestro entorno y sobre todo, para proteger a los más jóvenes.
También vamos a analizar el ambiente laboral —¿eres de los que da gracias por tener trabajo aunque hagas muchas horas?—. Si gradualmente antepones los intereses de la empresa a los tuyos, llegará un momento en que dañarán tu autoestima, te dejarás maltratar y acabarás intoxicándote. En estos entornos aparentemente inofensivos necesitarás saber identificar las dinámicas tóxicas para sacarlas de tu vida o, si no es posible, poner tus límites para evitar que te lastimen.
Si eres un lector en serie de libros de autoayuda y superación, después de leerlo no lo aparques en la estantería de los libros olvidados. No importa cuánto sepas, sino lo que haces con ese conocimiento. No hay fórmulas mágicas ni secretas, pero este libro te va ayudar a identificar qué tienes que sacar de tu vida para depurarte emocionalmente y descubrir la persona que realmente eres. Solo depende de ti y el triunfo será solo tuyo.
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RELACIONES TÓXICAS
Nuestras relaciones van a ser determinantes para definir quiénes somos y nuestro destino. El viejo dicho «dime con quién andas y te diré quién eres» nunca ha estado más vigente. Por eso es importante conocer de quién nos rodeamos y con quién estamos más en contacto. Según Jim Rohn, acabamos convirtiéndonos en la combinación de las cinco personas con las que pasamos más tiempo, hasta tal punto que no solo terminamos comiendo como ellos, sino también hablando como ellos, viendo lo que ellos ven e incluso tratando a la gente del mismo modo. Cuanto más robustos son nuestros valores y más robustos seamos emocionalmente, menos influenciables vamos a ser o, mejor dicho, los valores de las otras personas pasarán por el filtro de los nuestros, integrando solo aquellos que están en línea con nosotros y desechando los que no lo están. El problema se presenta cuando las personas que nos rodean —a veces sin darse cuenta— no respetan nuestros valores y empiezan a romper nuestros límites e invadir nuestros espacios. Quieren apoderarse de nuestra vida porque en muchas ocasiones nosotros, conscientemente o no, se lo permitimos.
Por lo general, la toxicidad emocional que tiene más secuelas —si no se lidia con ella a tiempo— es la que generamos con los padres. En la niñez forjamos los pilares de nuestra robustez emocional y en su construcción, ellos son los que más contribuyen.
Existen casos extremos en los que un solo individuo puede cambiar completamente el curso de nuestra vida. Tienes que tener en cuenta que el impacto de una persona tóxica es mayor cuanto menos maduros emocionalmente somos. De ahí que en la adolescencia, cuando para muchos jóvenes los amigos se vuelven familia, un amigo cercano pueda cambiar su dirección vital. En la mayoría de los casos de adicción, un amigo fue el que lo introdujo en el mundo de las drogas o lo incitó a cometer un delito. A muchos no les atraían las drogas pero se sintieron forzados a drogarse ante la presión grupal de sentirse rechazados por los amigos.