Witch Willow
Aprendiz de bruja
A pesar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden en modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se aconseja, en el caso de problemas específicos —a menudo únicos— de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible. EDITORIAL DE VECCHI, S. A. U.
Traducción de Sofía Noguera.
Dibujos de Michela Ameli.
Fotografías de la cubierta: © Fotolia.com .
© Editorial De Vecchi, S. A. 2016
© [2016] Confidential Concepts International Ltd., Ireland
Subsidiary company of Confidential Concepts Inc, USA
ISBN: 978-1-68325-047-0
El Código Penal vigente dispone: «Será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años o de multa de seis a veinticuatro meses quien, con ánimo de lucro y en perjuicio de tercero, reproduzca, plagie, distribuya o comunique públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la autorización de los titulares de los correspondientes derechos de propiedad intelectual o de sus cesionarios. La misma pena se impondrá a quien intencionadamente importe, exporte o almacene ejemplares de dichas obras o producciones o ejecuciones sin la referida autorización». (Artículo 270)
Índice
Introducción
Las brujas de ayer y de hoy
Muchas personas de entre 13 y 50 años, tanto hombres como mujeres, están viviendo la brujería. Ya no se avergüenzan cuando oyen hablar de la cuestión o alguien hace referencia a una «mala bruja»; muy al contrario, se sienten incluso orgullosos.
Sin embargo, tradicionalmente las brujas han sido vistas como personas malvadas porque «adoraban a Satán, organizaban banquetes horripilantes y orgías e, incluso, se comían a los niños». Es cierto que, en otros tiempos, quienes las perseguían las consideraban asesinas, destructoras de las cosechas, responsables de tormentas desastrosas y de todas las calamidades naturales: en resumen, mujeres pérfidas. Hoy empieza a aflorar, por fin, la verdad: de hecho, las brujas no eran seres maléficos como se ha dicho, sino simplemente personas «distintas» que vivían según unas leyes antiquísimas que la mayoría no aprobaba.
Las principales acusaciones que dirigían contra ellas se referían, en general, a haber renegado de la fe cristiana y a su vinculación con Satán, al hecho de hacer uso de poderes mágicos con objetivos inconfesables, a su participación en ritos misteriosos como los aquelarres («en los que volaban cabalgando sobre escobas o animales») y a que provocaban sequías, tormentas y otros desastres naturales que arruinaban las cosechas, mataban animales y personas utilizando magia negra, impedían que las mujeres concibiesen, causaban enfermedades de todo tipo y mataban y se comían a los niños. Además, se las acusaba de chupar la sangre como los vampiros y preparar con hierbas venenosas filtros de amor o hechizos que provocaban mal de ojo.
En realidad, las brujas, gracias a sus conocimientos sobre las propiedades de las hierbas, fueron curanderas populares, capaces de medicar y sanar a hombres y animales. Eran personas que no aceptaban la moral común ni las sofocantes leyes del patriarcado y que realizaban ritos religiosos precristianos en honor a alguna divinidad pagana. Practicaban el chamanismo, sabían predecir el futuro, curar el mal de ojo y ayudar a los demás con sencillos rituales. Precisamente porque no acataban las normas impuestas por la comunidad fueron perseguidas por el tribunal de la Inquisición, los juristas laicos, los corregidores y los teólogos.
Las brujas según el Canon Episcopal
«Esas mujeres depravadas, que han optado por seguir a Satán y se han dejado deslumbrar por sus seducciones diabólicas, creen y afirman que por la noche cabalgan algunos animales en pos de Diana, diosa de los paganos y de una multitud de mujeres; dicen que atraviesan grandes espacios sumergidos en el silencio de la noche profunda y que obedecen sus órdenes como si se tratara de su señora, y también que algunas noches son llamadas a su servicio. ¡Ojalá quisiera Dios que perecieran solas en esta perfidia!, pero arrastran consigo a muchas otras en su infidelidad a Dios. Muchísimas, engañadas por esta opinión falsa, creen que todo eso es verdad, se apartan de la verdadera fe y caen en el error de los paganos porque llegan a pensar que existe otra divinidad aparte del único Dios» (Canon Episcopal, siglo x ).
Por consiguiente, según estas primeras pinceladas, podemos constatar que en el pasado eran consideradas brujas las mujeres que no acataban el poder masculino, optaban por vivir la vida a su manera y seguían antiguas tradiciones de la fe pagana en lugar de los ritos de la religión oficial. Los inquisidores llegaron a afirmar que todas las mujeres eran brujas en potencia, precisamente a causa de su sexo. De hecho, en la Biblia podemos leer: «La mujer está llena de malicia. Todas las maldades y todas las perversidades proceden de ella» (Eclesiastés 25,13).
De cualquier forma, la brujería, tal como es entendida hoy, no tiene nada que ver con la brujería de otros tiempos.
Las brujas de hoy no vuelan sobre escobas, sino que utilizan los transportes públicos y conducen sus propios coches; no se comen a los niños, y no sólo porque muchas veces son vegetarianas; no se transforman en animales, sino que tratan de parecerse a sus personas preferidas en sus aspectos más positivos; no consumen drogas o alucinógenos y no se sirven de engaños o mentiras para alcanzar sus objetivos. Naturalmente, tampoco destruyen cosechas ni matan animales o personas ni echan mal de ojo. No siguen a Satán ni le conceden poder alguno; no rechazan, necesariamente, la fe cristiana o la de otras religiones, simplemente las toleran. Tampoco hacen uso de ninguna magia para doblegar la voluntad ajena y dominar al prójimo.
Una de las características principales de las brujas de hoy en día es su gran conciencia ecológica, que ayuda a salvar el planeta: respetan la naturaleza y, por ello, tratan de no contaminar y preservar los recursos naturales. Además, practican rituales para armonizarse con el ciclo de las estaciones naturales, se curan con remedios fitoterapeúticos y practican y fomentan una alimentación natural, en muchos casos biológica.
Estudian ciencias de antigua tradición y buscan una cierta iluminación interior, mediante un proceso de individuación que les permita mejorar día a día (en este sentido desarrollan habilidades naturales como la meditación, la capacidad de prever el futuro, la telepatía, etc.). No dejan de rezar por el bien y el progreso de la humanidad, así como por la paz y la salvación del mundo (están en contra de la explotación de los seres humanos, en especial de las mujeres y los niños). Respetan a los ancianos y su sabiduría, aunque sin aceptar jerarquía alguna que les imponga un modo particular de comportarse o de pensar. Además, muestran otro aspecto fundamental: una visión gozosa de la vida y del sexo, sin los tabúes o las restricciones que impone la moral común al uso.
Wicca: la nueva brujería
La Wicca es un movimiento de espiritualidad neopagana que nació gracias a la elaboración filosófica de Gerald Gardner, considerado a todos los efectos el padre espiritual de esta creencia. En sus obras,
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