G. J. D?az - Miliana La Bruja. Primera Parte
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Miliana La Bruja. Primera Parte: resumen, descripción y anotación
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Miliana
La bruja
G.J. DÍAZ
El año mil ciento sesenta estaba ya casi llegando a su fin, Miliana había pasado ya cinco año de su vida formándose en la magnífica Universidad de Córdoba sin levantar ninguna sospecha entre sus compañeros; cada día de esos cinco años de estudio se había esforzado por ser la mejor entre ellos y cada noche había acudido al despacho de Averrhoës para tomar lecciones particulares sobre esas artes ocultas y milenarias descritas en los libros egipcios que tenía Averrhoës guardados a buen recaudo. Los dos, Averrhoës y ella habían cumplido el trato al que llegaron años atrás y ambos habían obtenido su beneficio en ese trato.
Esos estudios nocturnos en el despacho del maestro Averrhoës estaban haciendo de Miliana una autentica maestra del dominio de la mente, además combinaba esos estudios con prácticas que le iba procurando Averrhoës, prácticas que hacía metiéndose en las mentes de los enemigos más peligrosos que podían existir, los enemigos de la ciencia y del saber, aquellos que querían hundir aquel maravilloso mundo de claridad y sabiduría en algo oscuro, lúgubre y tenebroso llevando al extremo los pensamientos radicales de aquel pueblo invasor. Para conseguir esa información tan valiosa, daban grandes paseos por Córdoba en los que él le ponía pruebas a Miliana como por ejemplo le pedía que le dijera que estaban hablando un personaje con otro, o el pensamiento de alguien en concreto.
Una mañana de domingo de ese año, salieron a pasear como muchas otras, pero en esta ocasión tenían un objetivo concreto, se trataba de un alto cargo del gobierno que se dedicaba por completo a la persecución de los judíos, este individuo había creado toda una red con una sistemática bien urdida de acoso y derribo contra ellos y la posterior repartición de sus propiedades; en su haber contaba ya la muerte de más de mil personas que había mandado asesinar de una manera o de otra y la expulsión de familias enteras a las que había mandado al exilio, se jactaba de haber limpiado de escoria judía al–Ándalus eliminado a más de treinta mil personas de este país, aunque siempre afirmaba que aún le quedaba mucho trabajo por hacer.
Córdoba tenía antes de llegar los almohades un millón de habitantes más que ninguna ciudad del mundo, tenía sus calles pavimentadas e iluminadas, una red de alcantarillado y otra de abastecimiento de agua, kilométricas ambas. Veintisiete escuelas gratuitas para niños y niñas, una universidad a la que llegaban personas de todas partes de Europa a cursar estudios y la mayor biblioteca del mundo tras la de Alejandría con más de cuatrocientos mil volúmenes en sus estanterías. Pero la inquina que demostraron los almohades por este esplendor desde el primer momento, les había marcado como meta el desmantelamiento de aquella ciudad hasta hundirla en la miseria. Para ello habían elegido pasar todo su corte a Sevilla una pequeña ciudad corriente abajo del Wuadi al Kebir al lado de una antigua e importante población romana que se llamó Híspalis.
Efectivamente, aquel hombre y otros como aquel eran los encargados directos de este desmantelamiento y si él con sus propias manos había eliminado a tantas personas, muchas más se habían marchado voluntariamente para no sufrir su acoso y la persecución a la que eran expuestos todos los que no comulgaran con estos ideales. Córdoba había bajado a estas alturas su población en medio millón de personas.
–perfecto, ahí está Abdul Muqaddim y mira que suerte está con Dawu ibn Sulaiman el almuédano de la mezquita, dos pájaros de un tiro. ¿Podrás con los dos Miliana?
–creo que sí, los veo muy animados en su conversación el camino alfa estará totalmente abierto, creo que será fácil.
Aquellos dos hombres estaban al lado de una columna romana que adornaba una pequeña plaza empedrada con la rosa de los vientos en tonos negros, grises y blancos. Miliana y Averrhoës se situaron justo en el punto cardinal que marcaba el Sur mientras que el objetivo estaba al otro lado de la columna romana ocupando el ancho del triángulo que marcaba el punto cardinal opuesto. Miliana se situó de manera que veía la cara de Dawu perfectamente, este era su objetivo por ahora, si lograba entrar en su corriente, podría extraer parte o la totalidad de sus discusión. Esperó pacientemente hasta que aquel hombre miró descuidadamente hacia ellos, ese fue el instante en que Miliana dio un paso adelante y como si impulsara una fuerza irrefrenable desplazó su energía en una proyección recta que casi se materializo en el movimiento de la frente de su contrario que experimentó un leve movimiento hacia atrás como si un golpe de aire lo hubiese obligado a moverse primero, y restablecer su postura un instante después. Pero no era eso lo que le había pasado, sino algo bien distinto, había sido la energía de Miliana que había impactado en su mente y ahora se abría paso a través de las corrientes neuronales de aquel hombre, invadiéndolas y ocupándolas de una en una como si de un tinte intenso se tratara, un tinte que iba impregnando sus axones y los iba espesando sin dejarlos respirar, asfixiándolos hasta que soltaban su último aliento. Ella era ahora la dueña de aquel desgraciado, ella dejaba o impedía salir el flujo de ideas, la visión, el habla y hasta sus impulsos vitales dependían ahora de su voluntad, su poder era tal a aquellas alturas que podía hacer incluso que aquel hombre entrara en un sopor tal, que le causara la muerte, dejarlo con una parálisis irreversible o devolverlo a su estado natural cuando hubiese terminado de escudriñar sus destartaladas y obtusas neuronas.
–¿Que está ocurriendo Miliana? ¿De qué hablan? –preguntó Averrhoës.
–Es muy grave maestro.
–Dime por favor de que se trata.
–Están hablando de la familia de Maimónides, están elaborando un plan para eliminarlos a todos.
–No puede ser, ¿estás segura? Maimónides y su familia se pasaron al Islán hace ya tres años por recomendación mía precisamente.
–Sí pero parece que alguien quiere su palacio y sus negocios y ya ha pagado por ello, ese es el nuevo objetivo de Abdul Muqaddim y por lo que están hablando, lo quieren hacer en breve.
–¿cuánto tiempo tenemos?
–un mes como mucho.
–habrá que avisarles, hay que prepararlo todo para su exilio.
–un momento –dijo Miliana
–¿qué pasa? Miliana
–Abdul Muqaddim ha estado hablando con alguien más de este tema, déjame unos segundos, tengo que entrar en la memoria reciente de Abdul.
Miliana que había terminado su trabajo en la mente de Dawu ibn Sulaiman el almuédano, ahora buscaba el sendero que comunicaba su mente con la de Abdul Muqaddim su interlocutor que era el poseedor de esa nueva información que necesitaban. Así que su energía caminó por aquel entramado tranquilamente como el que camina por un bosque con multitud de senderos hasta que encontró el apropiado, Miliana lo tomó y paseo virtualmente por un camino largo e iluminado con bifurcaciones a un lado y otro que ella iba eligiendo con absoluta precisión hasta llegar a una puerta negra, tan negra como el alma de su propietario. Miliana alargó su mano, empujó la puerta y aunque esta ofreció una leve resistencia, no fue suficiente para vencer su fuerza.
Cuando pasó aquella puerta se encontró en un mundo distinto del que acababa de salir, mientras que la mente de Dawu ibn Sulaiman estaba perfectamente ordenada, en esta otra estancia el caos era absoluto, ningún orden, ninguna razón de posición, todo estaba como si aquel hombre no razonara absolutamente nada con lógica.
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