Florinda Donner - El Sueño de la Bruja
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El Sueño de la Bruja: resumen, descripción y anotación
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EL SUEÑO DE LA BRUJA
Florinda Donner
Í NDICE
Para todos aquellos cuyos nombres no puedo mencionar.
La obra de Florinda Donner tiene un significado muy especial para mí. En realidad concuerda con mi propia obra y, al mismo tiempo, difiere de ella. Es como si Florinda Donner y yo fuésemos colaboradores. Ambos estamos comprometidos en el mismo empeño, los dos pertenecemos al mundo de don Juan Matus. La diferencia radica en que ella es una mujer. En el mundo de Juan, hombres y mujeres siguen la misma dirección, el camino del guerrero, pero por diferentes márgenes. Por consiguiente, las perspectivas de los fenómenos obtenidos desde ambas posiciones diferirán forzosamente en detalle aunque no en su cualidad distintiva.
En cualquier otra circunstancia esta afinidad con Florinda Donner habría engendrado inevitablemente un sentimiento de lealtad más que de impecable análisis, pero, según las premisas del camino del guerrero que ambos seguimos, la lealtad se expresa únicamente en función de autoexigirnos lo mejor, y esa cualidad superior que nos proponemos implica el análisis riguroso de cuanto hacemos.
Según las enseñanzas de Juan y aplicando la premisa del guerrero, he sometido a un implacable examen la obra de Florinda Donner y, según mi criterio, he descubierto que existen en ella tres niveles distintos, tres esferas diferentes de apreciación.
El primero es el rico detalle de su narrativa y descripciones. Para mí, semejante detalle es etnografía. Los pormenores de la vida cotidiana, los tópicos del escenario cultural de los personajes que describe, resultan totalmente desconocidos para nosotros.
El segundo se relaciona con el arte. Me atrevería a decir que el etnógrafo también debería ser escritor. A fin de situarnos indirectamente en el horizonte que describe, tendría que ser algo más que un experto en ciencias sociales: debería ser un artista.
El tercero es la honradez, sencillez y claridad de la obra. Sin duda es éste el punto en que soy más exigente. Florinda Donner y yo hemos sido modelados por la misma fuerza; por consiguiente, su obra debe conformarse a unas pautas generales en su esfuerzo por alcanzar la perfección. Don Juan nos ha enseñado que nuestra obra ha de reflejar por completo nuestra existencia.
No puedo dejar de sentir la admiración y el respeto del guerrero hacia Florinda Donner, que, a solas y enfrentándose a fuerzas superiores, ha mantenido su ecuanimidad, ha seguido fielmente el camino del guerrero y ha observado al pie de la letra las enseñanzas de don Juan.
CARLOS CASTANEDA.
El estado de Miranda, al noreste de Venezuela, estuvo poblado por indios caribes y ciparicotos en tiempos precolombinos. Durante la época colonial sobresalieron otros dos grupos raciales y culturales; los colonizadores españoles y los esclavos africanos que los primeros llevaron a trabajar en sus plantaciones y minas.
Los descendientes de aquellos indios, hispanos y africanos constituyen la población mestiza que actualmente habita en las pequeñas aldeas, pueblos y ciudades diseminados por el interior y por la costa.
Algunos pueblos del Estado de Miranda se han hecho famosos por sus curanderos y brujos. Como también espiritistas, médiums y brujos. Como quiera que a la sazón yo estudiaba antropología y estaba interesada por las técnicas curativas, trabajé con una curandera. Respetando sus deseos de mantener el anonimato la llamaré Mercedes Peralta y daré el nombre de Curmina a su pueblo.
Ciñéndome a la mayor precisión y exactitud, y autorizada por la curandera, anoté en unos apuntes de campo todos los aspectos de nuestra relaciones personales desde el momento en que llegué a su casa y también registré por separado todo cuanto me contaron algunos de sus pacientes acerca de sí mismos.
Esta obra está constituida por los fragmentos de mis apuntes de campo y por las historias de los pacientes escogidos por la propia Mercedes Peralta. Aunque las partes procedentes de mi diario aparecen escritas en primera persona, he redactado las historias de los pacientes en tercera. Esta es la única libertad que me he tomado con dicho material, aparte de cambiar los nombres y los datos personales de los personajes a los que me refiero.
Todo comenzó con un suceso trascendental, un acontecimiento que configuró el curso de mi vida. Conocí a un indio del norte de México que era un nagual. El diccionario de la Real Academia Española define la voz nagual como la adaptación española de una palabra que significa hechicero o brujo en la lengua náhuatl hablada en el sur de México.
En el México moderno circulan historias y tradiciones sobre naguals, hombres de tiempos antiguos que poseían poderes extraordinarios y realizaban actos inimaginables. Pero actualmente, en ambientes urbanos e incluso rurales, los naguals son seres puramente legendarios; parecen encontrarse tan sólo en los cuentos populares, en los rumores o en el mundo de la fantasía.
Sin embargo el nagual que conocí era real; no había nada ilusorio en él. Cuando a impulsos de mi ingenua curiosidad le pregunté qué le había convertido en nagual, me ofreció una explicación al parecer sencilla y sin embargo profundamente compleja en cuanto hacía y de lo que era. Me dijo que el nagualismo comienza con dos certezas: la seguridad de que los humanos son seres extraordinarios que viven en un mundo también extraordinario y la de que ni el hombre ni el mundo deben ser aceptados como tales en ninguna circunstancia.
De tan sencillas premisas, dijo, surge una conclusión también sencilla: el nagualismo se desprende al punto de una máscara y aparece con otra. Los naguals se quitan la máscara que nos hace vernos a nosotros mismos y al mundo en que vivimos como corrientes, sin brillo, previsibles y repetitivos, y que se ponen la segunda máscara que nos ayuda a considerarnos a nosotros mismos y a nuestro entorno como realmente somos, acontecimientos asombrosos que florecen un vez en una existencia transitoria y que nunca vuelven a repetirse.
Después de conocer a aquel inolvidable nagual, tuve una momentánea vacilación únicamente debida al temor que experimentaba de analizar tan impresionante paradigma: deseé huir del nagual y de su búsqueda, pero no pude.
Algún tiempo más tarde tomé una decisión drástica y me uní a él y los suyos. Pero esta narración no trata de aquel nagual, aunque sus ideas e influencia afectan intensamente todo cuanto hago. No me propongo escribir acerca de él ni siquiera mencionarlo: ya se encargarán de ello otros miembros de su grupo.
Cuando me uní a ellos, el nagual me llevó a México para presentarme a una mujer extraña y sorprendente sin confesarme que acaso se trataba de la persona más inteligente e influyente de su entorno. Se llamaba Florinda Matus y pese a que vestía con descuido tenía la elegancia innata de las mujeres altas y esbeltas. Su rostro pálido, delgado y severo estaba coronado por una trenza de cabellos blancos y en él destacaban sus grandes y luminosos ojos. Su voz ronca y alegre y juvenil risa aliviaron el irracional temor que había despertado en mí. El nagual me confió a ella. Ante todo le pregunté a Florinda si también era nagual. Sonrió algo enigmáticamente y me aclaró en seguida la definición de la palabra.
-Un brujo, hechicero o mago no es necesariamente nagual, pero cualquiera de ellos puede serlo si dirige y es responsable de un grupo de hombres y mujeres comprometidos en una búsqueda específica de conocimiento -me dijo.
Cuando le pregunté a qué clase de búsqueda se refería, me respondió que, en el caso de aquellas personas, consistía en tratar de descubrir la segunda máscara, la que nos ayuda a vernos a nosotros mismos y al mundo como somos realmente, como acontecimientos asombrosos.
Pero tampoco me propongo narrar la historia de Florinda, pese a que ella es quien guía todos mis actos, sino más bien describir una de las múltiples cosas que me hizo llevar a cabo.
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