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Juan Luis Lorda Iñarra - Virtudes. Experiencias humanas y cristianas.

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    Virtudes. Experiencias humanas y cristianas.
  • Autor:
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    Ediciones Rialp
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    2015
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Virtudes. Experiencias humanas y cristianas.: resumen, descripción y anotación

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La persona buena es un tesoro, un descanso, un triunfo para la humanidad. Pero, realmente, ¿se puede mejorar? La experiencia dice que sí, aunque no sea fácil, pues tenemos límites y defectos muy arraigados... La búsqueda de esa mejora nos coloca ante la historia del humanismo, de la sabiduría clásica y de la virtud como hábito positivo. Nos empuja al conocimiento propio y al control de los impulsos, para someterlos al imperio de la razón. El autor analiza los principales hábitos que construyen la personalidad: prudencia, justicia, fortaleza y templanza, considerados por el cristianismo como claves de la perfección humana. Aborda también las nuevas virtudes cristianas -humildad, capacidad de perdonar, pobreza, etc.-, las virtudes teologales y los dones del Espíritu Santo.

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LAS CUATRO VIRTUDES VIRTUDES EXPERIENCIAS HUMANAS Y CRISTIANAS Juan Luis Lorda - photo 1

LAS CUATRO VIRTUDES

VIRTUDES. EXPERIENCIAS HUMANAS Y CRISTIANAS

Juan Luis Lorda

VIRTUDES

EXPERIENCIAS HUMANAS Y CRISTIANAS

EDICIONES RIALP, S.A.

MADRID

© 2013 by Juan Luis Lorda

EDICIONES RIALP, S. A., Alcalá, 290.

28027 Madrid

(www.rialp.com)

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopias, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ISBN: 978-84-321-4272-7

ePub producido por Anzos, S. L.

CAPÍTULO 1

LA IDEA DE VIRTUD

¿Se puede mejorar?

¿Se puede ser mejor, es decir, mejor persona? Es una buena pregunta. Y ¿quién se atrevería a responder que no, que él no puede mejorar?

Una parte de nuestra cultura moderna diría que la cuestión no le interesa en absoluto, que ser bueno es un aburrimiento; y que le parece más interesante no serlo. Seguramente, tiene alguna razón.

En una película suelen ser más interesantes los papeles de los malos que los de los buenos. Y si sólo hacemos una película con buenos, por así decir, nos saldría un aburrimiento insoportable. En cualquier argumento de la literatura o del cine, hay que poner algo de maldad. Si no, no tiene profundidad humana. Es verdad. La maldad pone emoción en el mundo. Pone retos que hay que superar, obstáculos que hay que vencer, injusticias que hay que arreglar. Sin esto, no hay emoción en la vida.

Pero a nadie le gustaría tener un hijo, un esposo o una esposa, un jefe, y, no digamos, una madre o un padre que prefiere ser malo en lugar de bueno. El resultado sería bastante amargo, y puede hacernos la vida insoportable. Es mucho mejor tener alrededor gente buena, que procura cumplir con sus deberes, tratarnos bien y ayudarnos cuando nos hace falta. Cada persona buena es un tesoro, un descanso, un apoyo y, podríamos decir, un triunfo de la humanidad.

Por eso, pese a lo que opinen sectores marginales, que sólo son capaces de complicarse la vida a sí mismos y a los demás, resulta bastante interesante intentar ser bueno. O, por lo menos intentar mejorar. Pero ¿realmente se puede mejorar?

La experiencia de la vida dice que sí y que no. Por un lado, sabemos que se puede ser mejor; poniendo empeño e interés. Y, por otro, que no es fácil; que cada persona tiene límites, defectos y maneras de ser muy arraigados; que una vez y otra caemos en lo mismo; y que es difícil sacar la vida del raíl donde la hemos metido.

El resultado, según la experiencia común, es que se puede, por lo menos en parte, aunque es difícil. Entonces la pregunta siguiente es: ¿vale la pena intentarlo?, ¿merece la pena en cualquier edad y circunstancia intentar mejorar?

Los que nos rodean dirían que sí, que merece la pena que lo intentemos, porque ellos conocen y padecen nuestros defectos. Y nosotros diríamos lo mismo de los demás. Pero lo interesante es planteárselo uno mismo: ¿vale la pena intentar mejorar?

En cuanto respondamos que sí, nos tropezaremos con la siguiente pregunta. Y ¿cómo mejorar? Y, en cuanto hagamos esta pregunta, tendremos delante la experiencia de la humanidad desde que empezó a pensar y a escribir: es la historia del humanismo.

El carro alado de Platón

«Conócete a ti mismo» es el lema más importante de la sabiduría clásica, el lema que presidía el pórtico del templo de Apolo en Delfos, y es el lema que escogió Sócrates, padre de la filosofía, para orientar su misión en Atenas.

Cada uno lleva dentro un microcosmos y un compendio de la humanidad. Conociéndose bien, podemos saber mucho de los demás y dirigir nuestra vida. Pero no se trata de meterse en solitario en una cueva para autocontemplarse. Todas las personas somos bastante parecidas. Por eso, además de la experiencia propia, podemos aprender de los demás.

El plano de la interioridad humana está trazado casi desde el inicio del pensamiento. Platón, el gran discípulo de Sócrates, comparó el alma o la interioridad humana a una biga, uno de esos hermosos carros griegos de dos ruedas, tirados por dos caballos. En el alma hay un conductor que dirige el carro. Es la razón, con su capacidad de decidir, que es la libertad. Y los dos caballos son las dos tendencias del alma; o como se decía clásicamente, los dos apetitos.

Uno de los caballos representa los deseos de placer. Según el ejemplo de Platón, es un caballo negro y díscolo. Difícil de dominar, porque está siempre revolviéndose con todas las cosas que nos apetecen. A la razón le cuesta controlarlo, sujetarlo con las riendas, pero si no lo controlara perdería la libertad. Así sucede en algunas vidas o, por lo menos, en algunos casos.

El otro caballo es el ánimo, el deseo de lo que es noble y bonito, que se alimenta con el ejemplo de las grandes hazañas de los héroes que han hecho algo valioso. Es la capacidad de enfrentarse con los grandes retos de la vida, el ánimo para afrontar las luchas y también para padecerlas sin venirse abajo. Este, según Platón, es un caballo blanco, noble y dócil.

No es que uno sea el malo y otro el bueno. Uno es más noble que otro, pero los dos son necesarios para tirar del carro. Si no tuviéramos deseos de comer, no podríamos vivir. Pero si sólo nos dejáramos llevar por los deseos de comer, nuestra vida sería bastante miserable.

La imagen del carro con sus dos caballos es muy útil para ilustrar lo que es el alma humana. En nuestra vida hay una guía, que es la inteligencia, que tiene que saber gobernar las tendencias: tanto los múltiples deseos de placer, como el ánimo por los grandes ideales. No podemos vivir sin comer, pero tampoco podemos vivir sin ideales. Con los dos caballos avanza el carro. Y saberlo es mucha sabiduría y una clave del humanismo.

Los hábitos según Aristóteles

Aristóteles es uno de los genios del pensamiento humano. Aunque vivió en el siglo iv antes de Cristo, ha marcado los fundamentos del pensamiento occidental. Todavía mucho de lo que decimos hoy sobre lo que es la inteligencia y la libertad se inspira en él.

Quizá la más conocida de sus obras es la Ética a Nicómaco . Se trata de un curso que desarrolló para sus discípulos, del que conservamos las notas corregidas y mejoradas. Ética significa la teoría sobre la conducta humana. Aristóteles se plantea fundamentalmente una pregunta: ¿cuál es la manera de vivir que le conviene al ser humano? ¿Cuál es la manera más digna de vivir para un ser humano?

Primero trata de lo que son los hábitos o costumbres morales y cómo se forman. Después, de las virtudes, que son los hábitos buenos. La parte central y más extensa de la Ética a Nicómaco está dedicada a explicar la justicia. Después, trata de lo que es el conocimiento y la prudencia. Y la última parte está dedicada a la amistad.

Aristóteles observa que muchos rasgos de las personas se fijan por repetición de actos libres. Los oficios se aprenden adquiriendo con mucha paciencia las habilidades necesarias; por ejemplo, para hacer muebles, dirigir un barco o tocar el violín. Al principio, las acciones se hacen con torpeza, pero, si se ejercita, pronto se aprende a obrar con eficacia. Se ha logrado la habilidad por repetir actos conscientemente bien hechos. En adelante se hará con menos esfuerzo, con más gusto y con más eficacia.

Lo mismo sirve para otras esferas de la vida. Cuando se pone interés en hacer alguna cosa bien, se mejora poco a poco. Eso son los hábitos. El que pone empeño en ser más valiente lo consigue. El que pone empeño en concentrarse antes de ponerse a estudiar, gana en eficacia. Y el que pone empeño en beber menos quizá también puede conseguirlo.

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