SINOPSIS
«Mi enfermedad me ha hecho vivir etapas difíciles y he tenido que pasar por muchos momentos tristes. Pero todos estos instantes me han enseñado a valorar las cosas de verdad: estar con las personas que me quieren y luchan para hacerme feliz, disfrutar de cada instante, avanzar y no rendirme nunca. Si en tu vida mantienes la esperanza, disfrutarás de una vida fantástica.»
La primera vez que estuve en el hospital conocí a un niño de nueve años, también enfermo, como yo. Se llamaba Albert y fue mi compañero de juegos durante todas las tardes que estuvimos ingresados en la misma habitación. Jugábamos a ser médicos, mirábamos películas y hacíamos todo tipo de manualidades ante la atenta mirada de nuestras madres, quienes disfrutaban de los juegos de sus hijos y deseaban que nuestras risas no se apagaran nunca.
Como recuerdo de nuestros sueños de infancia le regalé a mi amigo una maqueta del tren bala que recorre Japón. Porque ese era su sueño: ¡subir en aquel tren que, según él, era más rápido que el viento!
Por desgracia, la enfermedad de Albert era muy grave, y un día me dijeron que se había ido para siempre. Me puse muy triste; y aunque me costaba entender que no iba a verlo nunca más, me quedó claro que su enfermedad era tan fuerte que Albert no había podido vencerla.
Nunca he olvidado a Albert y aún sigue a mi lado. Su madre y su hermano me regalaron un perro de peluche y le puse su nombre para acordarme siempre de él.
Su imagen se desvanece con el paso del tiempo. Pero su recuerdo y los momentos que compartimos siempre formarán parte de mí. Como dice mi madre, una persona no acaba de irse del todo mientras sigamos hablando de ella y recordemos su vida.
A Albert.
Por todos los momentos felices que compartimos
en una habitación de hospital, mientras soñábamos
que el mundo era inmenso.
El mejor recuerdo de amigo que se pueda tener.
Introducción
La gente suele pensar que la vida de un niño está siempre llena de risas y alegrías. Que se levanta a diario y disfruta de cada instante de su vida. Pero ¿te has parado a pensar en que hay niños y niñas que viven circunstancias realmente difíciles? ¿Que cada día tienen que levantarse y luchar contra una enfermedad que ni siquiera comprenden? ¿Que tienen que aprender el significado de palabras que la mayoría de las personas no han pronunciado jamás? ¿Que se ven obligados a vivir días, meses e incluso años encerrados en habitaciones de hospital, sin poder recibir visitas de las personas que más quieren?
Yo soy uno de esos niños. Soy un niño enfermo que lleva ocho años luchando contra la enfermedad que lleva dentro. Soy un niño que espera a que los doctores encuentren la medicación o den con el tratamiento adecuado para curarme. Soy un niño que tiene que ir en silla de ruedas si quiere ir a dar un paseo, porque tengo los huesos débiles a causa del tratamiento que he recibido. Un niño que cuando piensa en sus sueños se ha de aguantar y esperar, porque hasta que la enfermedad que maltrata mi cuerpo no desaparezca para siempre, mis sueños no se harán realidad.
Esta es mi historia y quiero compartirla contigo, para que así conozcas una realidad muy diferente a la que muchos niños viven en su día a día.
Soy un niño enfermo. Tengo leucemia desde los tres años. Ahora tengo doce y puedo decir que mi vida ha sido fantástica. He tenido momentos difíciles, dolorosos y tristes, pero he estado acompañado en todos esos instantes, y eso ha sido muy importante para mí. Mi madre, mi padre, mis hermanos Pol y Biel, toda mi familia y el equipo médico del hospital (enfermeras, auxiliares, voluntarios, maestros, doctores) han sido mis referentes y mi conexión con el mundo exterior. No valoramos la presencia de quienes más queremos hasta que nos pasa algo grave de verdad.
No me acuerdo mucho de cuando me puse enfermo. Era muy pequeño, tenía solo tres años y estaba un poco asustado. Pero mirando fotos y por lo que me explica mi madre recuerdo momentos realmente felices… Como cuando cada día, a las seis o las siete de la mañana, la despertaba para que jugara conmigo al ajedrez; juntos lo pasábamos de fábula y así nos protegíamos de los temores que nos acechaban a diario.
Después de aquella primera vez que fui al médico, que podría haber quedado solo como un recuerdo de infancia, llegaron muchas más: recaídas, más ingresos y más quimios, nuevas y malas noticias, la participación en un ensayo clínico sin saber qué podía pasar, más recaídas, dos trasplantes, otros hospitales y médicos distintos… Infinidad de experiencias que han ido construyendo mi vida, porque mi vida está hecha de todo lo que me ha pasado.
La leucemia ha sido la causa de que me hayan pasado muchas cosas, algunas de ellas complicadas, pero otras fantásticas. Puede que esos momentos inolvidables no hubieran sido posibles sin la enfermedad; por eso he aprendido a valorar cada instante, porque soy un niño enfermo que ha tenido y tendrá una vida fantástica y hermosa, y he estado siempre rodeado de personas que me quieren de verdad.
Mi vida nunca ha sido oscura, a pesar de que he pasado por muchas situaciones difíciles. Pero tienes que aprender a vivir estos momentos porque son parte de ti.
SENTIMIENTOS
Si crees que pasar largas temporadas en un hospital es muy aburrido, te equivocas. Si hubieras estado conmigo durante estos ocho años sabrías lo emocionante que puede llegar a ser un hospital. Sabrías cuántos niños y niñas viven en estos centros, y que no todos pueden ir al colegio como hacéis tú y tus compañeros. Habrías descubierto un mundo que ni yo ni mi familia sabíamos que existía y que, por suerte o por desgracia, ahora conocemos. De eso no me arrepiento porque, dejando aparte la enfermedad en sí, he crecido en un mundo que me ha enriquecido de una manera inmensa.
Todos estos años de hospital me han aportado un montón de experiencias y me han enseñado infinidad de cosas. He aprendido a descifrar toda la variedad de emociones que me provoca la enfermedad; emociones que van desde la tristeza y la rabia hasta la alegría y la esperanza. Escribir y dibujar me han ayudado a entender lo que me pasaba por dentro, y creo que ha llegado el momento de compartir todos estos pensamientos con otros niños y familias que estén pasando por una situación parecida a la mía. Una situación que muchas veces hace que te sientas solo y diferente a los demás.