Vivir sin enfermedad
© 2016, Luis Ernesto Espinosa
© 2016, Intermedio Editores S.A.S.
Edición, diseño y diagramación
Equipo editorial Intermedio Editores
Diseño de portada
Hernán Ricardo Mancipe
Intermedio Editores S.A.S.
Av Jiménez No. 6A-29, piso sexto
www.circulodigital.com.co
Bogotá, Colombia
Primera edición, febrero de 2016
Este libro no podrá ser reproducido
sin permiso escrito del editor.
ISBN: 978-958-757-573-6
ABCDEFGHIJ
Dedicado a Inka Lecumberri, poderosa mujer- medicina, capacitada para ver la energía y sanar a distancia con la facilidad de un ser de otra dimensión y la inocencia de un niño.
C HAMALÚ
Introducción
L a enfermedad es atenazadora, abrasivo el dolor; el cuerpo, teñido de sufrimiento, presencia impotente el desmoronamiento de su capacidad defensiva. Su fuerza autocurativa, médico interior en otros tiempos, se derrite inoperante. La vitalidad, encharcada, parpadea indecisa; es grande el daño efectuado por una alimentación que en vez de nutrir, envenena. Simultáneamente, la lucidez que antes permitía darse cuenta del error, luce congelada, aparcada a la deriva de una vida al servicio del sinsentido y la banalidad. Estamos en el siglo XXI, tiempo de tecnología y adicciones, de manipulaciones y cárceles invisibles, de infelicidades normalizadas y enfermedades aceptadas como inevitables.
El panorama luce gris, pesimista; la esperanza, con vestuario deshilachado, deambula extraviada, la mayoría de la gente vive una vida oscurecida, fue entrenada para la infelicidad y la enfermedad, mientras se le sugiere mirar para afuera. Quien se conoce germina preguntas y, por las grietas de las dudas, descubre que la vida es algo más, mucho más.
De eso se trata este libro. Vivir sin enfermedad es una valiente apuesta a la disidencia, es doblar las creencias convencionales hasta romperlas, es patear la rutina, eliminar las zonas oscuras de la vida con la luz del conocimiento. A diferencia de otros libros, esta es una invitación a la reflexión, mientras se te provee de claves, secretos y herramientas para reinventar tu vida, sobre la base de la salud y la felicidad. Es hacer un borrón y cuenta nueva, mientras lo convencional se convulsiona y la opinión pública murmura. Es afectar los intereses de quienes se lucran con el sufrimiento humano.
Vivir sin enfermedad es el pasaporte para realizar un viaje de conocimiento, con la perspectiva de recuperar el poder sobre tu salud y tu vida y comprender la importancia de nunca más delegar a otras manos algo tan valioso como la conservación de tu salud.
Viví buscando sabios en diversas culturas, pude experimentar sus secretos, beneficiándome de otra forma de vivir, salud y placer incluidos. Todo lo transcribo en estas páginas que, más que un libro, son las instrucciones para realizar el viaje al reencuentro con tu salud, si sufres de alguna enfermedad, o para elevar la calidad de tu existencia, si te encuentras sano. Sin salud nada tiene sentido y con ella, autogestionada lúcidamente, tu vida devendrá en fiesta y ceremonia, peregrinación y celebración, ofrenda y aventura y, en el fondo, el cumplimiento de una misión profundamente disfrutada.
¿Quieres vivir sin enfermarte? Es posible. Estas son las herramientas e ingredientes para lograrlo. El resto, vivir con pasión y desapego, porque la vida es un regalo maravilloso, reservado para quienes aprendieron el sagrado arte de vivir.
C HAMALÚ
Cochabamba, Bolivia. Enero 2016
E ste capítulo reúne muchas de las preguntas que me han hecho, tanto personalmente en mis conferencias alrededor del mundo, como a través de entrevistas, mensajes de correo electrónico y redes sociales. Recojo aquí, igualmente, las respuestas que he dado a estas preguntas y que revelan la esencia de mi filosofía de vida y pensamiento.
Usted es conocido como líder espiritual e ideólogo ecologista. ¿Cómo explica su incursión en el ámbito de la salud?
Al tiempo que agradecer esta entrevista, quiero comenzar aclarando que mi primera formación, mi primer aprendizaje, mi primer contacto con el conocimiento, fue con un hombre-medicina cuando tenía diecisiete años. Rememorando cosas de mi infancia, debo decir que fui curado por mi bisabuela quechua de una enfermedad declarada incurable. Ahí donde los médicos científicos fracasaron, pudo más la sabiduría natural de una mujer analfabeta pero lo suficientemente sensible como para saber que su bisnieto no moriría, pudo más la sabiduría ancestral, el ritual y la medicina de los abuelos, que desde su paradigma no admiten la existencia de enfermedades incurables, ni siquiera se habla de enfermedades como algo separado de la vida humana, sino de enfermos, de personas que infringieron las leyes naturales y están recibiendo el mensaje de la Madre Tierra, expresado en los síntomas que precisamos interpretar adecuadamente para aprender las enseñanzas.
A mis diecisiete años, luego de atravesar una crisis existencial, después de una larga búsqueda, encontré a un anciano, un hombre-medicina que vivía en la cima de una pequeña montaña al sur de Cochabamba, en Bolivia. Sus hijos, ya mayores, convertidos en migrantes, no habían regresado al país, él no sabía a quién entregar todo el conocimiento acumulado en su extensa vida, de manera que terminó accediendo a enseñarme, adoptándome simbólicamente como su hijo. Los tres años que pasé a su lado fueron mi primera iniciación en el camino de la salud desde otra cosmovisión.
Al marcharse él, heredé sus pacientes, aún no había cumplido veinte años y ya tenía un gran número de enfermos que se aferraban a la esperanza representada en ese joven inexperto, pero ansioso de ayudar y experimentar.
Durante quince años me dediqué a atender pacientes, simultáneamente continué buscando en la montaña y la selva abuelas y abuelos portadores de conocimiento. Oportunamente aprendí que ellos son una biblioteca viva, de la que podemos aprender mucho. De esa manera, me convertí también en un viajero, un empedernido buscador de conocimiento, un admirador de las culturas prehispánicas y un amante del buen vivir.
Este aprendizaje fue cambiando mi manera de ver la vida. Aquello que aprendía en la educación oficial fue tajantemente refutado por la sabiduría de los abuelos, entonces y no sin reiteradas crisis de duda e incertidumbre, tomé posición y me situé del lado del conocimiento auténtico, convirtiéndome en una persona critica de lo convencional. Esas son mis raíces; lo espiritual vino con lo indígena y lo ecológico también, de igual manera mi sensibilidad social y mi postura política, porque no puedes permanecer indiferente a una problemática social lacerante.
El ecocidio, el etnocidio, incluso en genocidio encubierto, continúa en pleno siglo XXI.
Pero usted también fue a la universidad y realizó estudios superiores. Su forma de hablar lo delata.
Me pasé la vida estudiando, investigando, experimentando, preguntándome, sigo siendo un aprendiz de la vida. En diversas épocas, estudié Terapias Alternativas y Medicina Natural en Argentina, Medicinas Holísticas en España, masaje tailandés en Tailandia, además de disciplinas sociales, Ecología y Educación. Me preocupa lo que pasa en las escuelas, esa sospechosa ausencia de educación en el sentido etimológico del término, es decir, «hacer surgir el potencial que llevamos dentro».
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