Contenido:
¡Cuidado!
Un genio suelto en casa
Capítulo I:
El propósito de la paternidad
Capítulo II:
Conociendo los distintos
modelos de padres
Capítulo III:
Adolescencia, la lucha de los padres por entenderla
Capítulo IV:
El rayado de cancha
Capítulo V:
El síndrome del patito feo
Capítulo VI:
Cómo ayudar a nuestros hijos
a tomar buenas decisiones
en cuanto al sexo
Capítulo VII:
1+1=1 Trabajando en equipo
Capítulo VIII:
Atrévete a soñar
Acerca de los autores
Pablo Esquivel y Evelyn Mateluna están casados hace 12 años y tienen un hijo llamado Lucas. Ambos son graduados del instituto Bíblico Nacional de Chile y trabajaron durante 12 años con adolescentes en su iglesia local formando el grupo de Jóvenes con Propósito y actualmente lo hacen en la ONG Sodem. Ambos son parte del equipo Especialidades Juveniles Chile www.ejchile.cl y en el año 2008 fundaron la organización de ayuda a la familia Relaciones con Propósito, con la cual crearon un curso para padres llamado S.O.S. Soy padre ¿quién podrá ayudarme? A través de este curso han ayudado a cientos de padres trabajando para iglesias, colegios y programas de gobierno con mucho éxito.
Capítulo III
Adolescencia, la lucha de los padres por entenderla
¡Qué hermosos son los hijos! Cuando mi esposa Patty me contó que nuestra hija mayor, Ana Patricia, venía en camino, comenzamos a experimentar sensaciones y emociones totalmente desconocidas. Nuestra vida matrimonial que ya era perfecta —pues nos amábamos, estábamos disponibles el uno para el otro y disfrutábamos cada momento— fue coronada con la noticia de su venida. La espera del bebé fue emocionante. En esa época recién se estaba implementando lo de las ecografías y era toda una novedad tratar de conocer el sexo del bebé antes del nacimiento. Nosotros fuimos conservadores y solo supimos que era “ella” al momento del nacimiento.
Poco más de dos años tenía nuestra hija mayor cuando llegó a nuestros brazos Viviana, la segunda hija. Ahora el hogar estaba aún más lleno, pues teníamos una niña corriendo por la casa y un nuevo bebé en brazos. Nuestra relación, sueños y expectativas giraban en torno a ellas y todo se proyectaba muy bien.
Después de tres años llegó una nueva noticia a casa. Patty estaba esperando un bebé por tercera vez. La tecnología había avanzado y las ganas de saber si era “ella” o “él” estaban ahí. Pero fuimos fieles a lo que hicimos anteriormente y esperamos hasta que nació Horacio. El cuadro estaba completo y ahora podíamos tener la foto familiar deseada.
A esas alturas, con una hija de 6 años, una de 4 y un bebé en brazos, todo funcionaba bien. Nuestro nivel de satisfacción relacional y familiar estaba al máximo. Todos nuestros sueños se iban concretando y día a día éramos testigos de cómo ellos se iban materializando en un ambiente de tranquilidad y armonía. Teníamos un hogar normal con tres hijos que le proporcionaban alegría y propósito a todo lo que hacíamos.
¡Qué hermosos son los hijos!
Hoy nuestro hijo menor tiene 24 años y está muy cerca de egresar de sus estudios universitarios y nuestras hijas terminaron sus estudios profesionales y están casadas. Además la mayor tiene tres hijos, por lo que somos abuelos de tres hermosos nietos. ¡Ha pasado mucho tiempo!
Entre la primera etapa que les hemos descrito y la actual, ha corrido mucha agua bajo el puente.
Estamos conscientes que nuestra experiencia como padres no tiene por qué parecerse a la suya ya que no es una fórmula a seguir, solo aspiramos a que le ilustre, especialmente si tiene complicaciones enfrentando alguna de las etapas de la vida de sus hijos. Quisiéramos que sea desafiado a investigar, buscar ayuda y reflexionar sobre cómo ser los padres que nuestros hijos necesitan, particularmente durante la adolescencia.
Debemos confesar que los primeros años de crianza de nuestros hijos, el rol fundamental fue ejercido por Patty. No estamos diciendo que Horacio estuvo ausente o que fue indiferente, pero sin lugar a dudas, y por mutuo acuerdo, mamá pasaba más tiempo con ellos y satisfacía en calidad y cantidad las necesidades de cada hijo. Horacio, cumplía otros roles y, a través de ellos, puso su marca afectiva en cada uno de los hijos.
Cuando nuestra hija mayor comenzó a vivir su adolescencia, las cosas cambiaron. No nos entienda mal. Tuvimos la bendición de estar cerca de ella y ver sus cambios en todo sentido, físicos, emocionales, sociales, psicológicos y espirituales. De alguna manera nuestro papel de padres se hizo cuesta arriba. Lo más significativo es que ya no reaccionaba como sus hermanos. Ahora estaba apareciendo una personita diferente que quería hacer y ser independiente y, de algún modo, eso nos comenzó a complicar, o al menos, a llamar la atención. A estas alturas no bastaba dar una instrucción, ahora frente a la orden había una pregunta, no siempre audible, pero pregunta al fin y al cabo. Ya no era tan fácil abrazar y acompañar, para que decir vestirla u opinar de su arreglo personal.
¡Qué hermosos son los hijos!
Si tiene hijos adolescentes en casa y puede seguir afirmando ¡Qué hermosos son los hijos! le felicito. La verdad es que los padres frecuentemente nos complicamos ante ese escenario. En un hogar con adolescentes puede pasar cualquier cosa: frustración, rabia, rebelión, gritos, riñas, violencia, descalificaciones, abandono, culpabilidad, castigos, mentiras, etc. Si ponemos cuidado, nos preparamos y cambiamos el modo en que estamos enfrentando la situación con nuestros hijos adolescentes, no tendremos que lamentar consecuencias que van a durar para toda la vida.
Hay algo muy elemental que no debemos perder de vista. El adolescente es su hijo(a) y no al revés. Se supone que la adolescencia es un estado entre la niñez y la adultez. No lo olvide, su hijo está en tránsito. El adulto es usted.
En muchos casos, los adolescentes no son conscientes de su adolescencia. Ellos no entienden muy bien lo que les está sucediendo e incluso están sorprendidos y enojados por los cambios que, en algunos casos, pueden ponerlos felices y, en otros, aterrar. El hecho que ellos no puedan controlar esos cambios puede llevar a varias situaciones, por ejemplo, que los adultos —padres incluidos— se burlen, se enojen, que piensen que sus hijos están enfermos o que se contagiaron de algo. La adolescencia no es una enfermedad, sin embargo puede causar buenos dolores de cabeza. Si cuidamos cada etapa que hemos de vivir como padres de adolescentes, el nivel de satisfacción volverá a mostrar un alza cuando el último de los adolescentes de casa haya partido.
Muchos padres al lidiar con la adolescencia de sus hijos olvidan que también pasaron por esa etapa. Para algunos de ellos este fue un periodo traumático y se auto-convencieron de que ésa era la forma de vivirla, y más aún, creen que sus hijos deben repetir lo que a ellos mismos les hizo daño y lo que aún siguen reclamando contra sus propios padres.
Cuando hablamos de adolescencia nos referimos a muchachos y muchachas que comienzan a transitar entre la niñez —que quieren dejar atrás— y la adultez —que quieren alcanzar—. Cuando enfrenta el tema de un hijo adolescente en casa y no lo hace bien, se va a encontrar con un hogar lleno de conflictos y frustraciones que no se limitarán solo a las relaciones con su hijo adolescente, sino que podrán contaminar la relación con su esposa(o) y con sus otros hijos, dejando heridas que marcarán a padres, adolescentes y a las relaciones entre ellos. Tenga presente que los hijos crecerán y madurarán con o sin su ayuda y que el nido volverá a quedar vacío como al inicio de su matrimonio.
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