¿Cuántas veces al día sientes que alguien no entiende lo que tratas de explicar? ¿Te resulta difícil conectar con personas desconocidas? ¿Dejas de intervenir en una conversación porque crees que no tienes nada interesante que aportar? ¿Te incomoda hablar en público?
Si poder hablar y saber comunicar significaran lo mismo, este libro no tendría sentido. Pero lo cierto es que, sea en el ámbito personal o en el profesional, muchos tenemos un problema de comunicación aunque no lo sepamos. Este libro nos enseña a entrenarnos adecuadamente para aprender a hablar claro y defender mejor nuestras ideas sin dejar de ser nosotros. Hablemos con quien hablemos: en el trabajo, en casa o con desconocidos; en persona, tras una pantalla o en redes. En un futuro ya presente en el que todo lo que sea susceptible de automatización será automatizado, la capacidad de las personas para aportar valor con sus ideas resultará, más que nunca, imprescindible. Para nuestra supervivencia profesional, para nuestra diferenciación personal y para poder crear vínculos de confianza.
Un libro práctico, útil, retador y transformador que, a través de historias, demostraciones y ejercicios, nos ayuda a entender, practicar y aplicar en nuestro día a día lo que de verdad nos convertirá en supercomunicadores.
porque han sido mis primeros verdaderos maestros.
PRÓLOGO
Voy a ser breve, porque quiero que os pongáis enseguida a leer a Aurora.
La conozco desde hace tiempo. Compartimos obras de teatro, amigos, charlas infinitas, alguna que otra cena de Nochevieja, jamón, que no falte, y sobre todo curiosidad. Mucha curiosidad por lo que nos rodea. Aurora es una trotamundos que ha sorteado terremotos en los mares del sur o cabalgado horas en una yegua para hacerse un buen mate en una remota aldea argentina. Le gusta mirar el mundo desde cerca, oliéndolo, tocándolo, manchándose si hace falta, huyendo de los filtros que ahora embellecen las redes sociales y que nos generan una falsa sensación de complacencia. Y yo comparto con ella esa visión de la vida, esa búsqueda constante de retos, de nuevas preguntas, de sorpresas. Y de eso va este libro. De sorpresas.
Hay personas con aura. Y Aurora, que casi la lleva en el nombre, es una de ellas. Tiene un magnetismo especial para generar a su alrededor una sensación de bienestar que invita al sosiego. A la conversación pausada y argumentada. Sus años en Nueva York estudiando arte dramático perfilaron su forma de ser y de comunicar, su forma de estar en el mundo, su manera de hablar, de sentir. Y toda esa sabiduría, queridas y queridos lectores de este prólogo, es la que nos regala en las siguientes trescientas páginas.
Lo bueno de los grandes libros es que descubres cosas maravillosas que ni siquiera sus autores eran conscientes de haber escrito. Y desde mi punto de vista, esto es lo que ha pasado con Supercomunicadores. Que a Aurora le ha salido mucho más que una guía sobre cómo mejorar nuestras dotes de comunicar. Este libro destila humanismo. Contiene reflexiones extraordinarias sobre nuestra sociedad y sobre cómo nos organizamos. Nos suelta frases del tipo «si pensamos peor, nos comunicamos peor» o aforismos como «discutirás menos y debatirás más», que a un periodista hecho y derecho como el que escribe le habría gustado oír durante la carrera universitaria.
A ninguno de vosotros se os habrá escapado ya que si los comunicadores que nos aturullan a diario desde sus pulpitos mediáticos, los políticos mediocres que elegimos o los tertulianos chillones elevados a nuevos profetas se aplicaran frases e ideas como las que Aurora va a dejaros leer en las siguientes páginas, nuestra sociedad, nuestra estabilidad emocional, sería bastante mejor. Al menos, bastante más equilibrada. Por eso insisto en que, además de las muchas cosas que nos cuenta y nos enseña, a Aurora le ha salido, casi sin quererlo, un tratado sobre la posverdad; una brújula para desenvolverse en este nuevo entorno donde las mentiras se elevan a categoría de axiomas y la comunicación se ha convertido en el arte de la distorsión. Aurora nos ilustra acerca de cómo conjugar conocimiento y generosidad, cómo ser creíble sin necesidad de manipular, cómo gustarnos más desarrollando nuestra capacidad de expresarnos o, simplemente, cómo pillar a los mentirosos. Comunicar bien no es solo «juntar palabras con gracia».
Este libro huye del buenismo y de la happycracia que nos venden en las estanterías de muchas librerías. No, Aurora ha creado un entrenamiento para que trabajéis. Ella no vende humo. Ella reparte sabiduría. Porque este libro, lo vuelvo a escribir, nos va a hacer mejores personas. A nosotros y a los que nos rodean, porque ellos y ellas también lo van a notar. ¡Atención, padres! Aurora insiste constantemente en el libro en la necesidad de desarrollar el potencial de comunicación de nuestros hijos, de que crezcan sin vicios, que no tengan que desaprender, como nos ha pasado a muchos que, al fin y al cabo, aprendimos por imitación y no siempre bien.
Con una pedagogía cariñosa y amable, nuestra autora, porque ya es nuestra, ¿verdad?, nos va a retar, nos va a poner a trabajar para mejorar nuestras habilidades sociales. Nos va a enseñar a leer desde qué lugar nos escuchan los demás. Nos va a regalar herramientas de inteligencia emocional que antes ni nos habíamos planteado y que descontaminarán nuestro lenguaje. Esto no es coaching. Este libro no vende felicidad. Vende esfuerzo y constancia. Y ofrece resultados. Decía Zygmunt Bauman, el señor de los tiempos líquidos, que ahora «todas las ideas de felicidad acaban en una tienda». Aurora pone las cosas en su sitio. Huye de consejos de gurú del bienestar o de idioteces de manual de autoayuda. Todo lo que escribe lo ha experimentado. Lo ha vivido. Y lo ha asimilado.
¿Qué es más importante, lo que se dice o lo que no se dice? ¿Tenemos que seguir admitiendo que alguien auténtico es siempre alguien original? Aurora nos da muchas respuestas, más de las que buscábamos al empezar este libro. Una de ellas, sobre la que a menudo hemos reflexionado ambos, Aurora en sus formaciones y yo en mis documentales, es la idea que compartimos de que mostrar nuestra vulnerabilidad nos hace más fuertes. Parece un oxímoron o una incoherencia semántica, pero no puedo estar más de acuerdo. Cada vez que en una entrevista me preguntan si paso miedo en las guerras les respondo lo mismo: «En las guerras me cago de miedo... y por eso estoy vivo». Aurora recurre a ejemplos mucho menos escatológicos para hacernos entender que mostrarnos como somos, con nuestras debilidades y nuestras inseguridades, nos hace más auténticos, y esa es una herramienta de comunicación insuperable. Aurora nos ayuda a identificar los «pensamientos negros» de las personas extremadamente cautelosas, que bloquean más que protegen, o nos acerca a esas expresiones que tanto hemos oído, nos han dicho o hemos comentado: «Tú solo oyes lo que te interesa», «Yo ya me entiendo» o «A ti te pasa algo que no me estás contando». Madre mía, Aurora, ¡parece que has hablado con mi madre!