ALAN WILSON WATTS (Chislehurst Kent, 6 de enero de 1915 - Mt. Tamalpais California, 16 de noviembre de 1973) fue un filósofo británico, así como editor, sacerdote anglicano, locutor, decano, escritor, conferenciante y experto en religión. Se le conoce sobre todo por su labor como intérprete y popularizador de las filosofías asiáticas para la audiencia occidental.
Escribió más de veinticinco libros y numerosos artículos sobre temas como la identidad personal, la verdadera naturaleza de la realidad, la elevación de la conciencia y la búsqueda de la felicidad, relacionando su experiencia con el conocimiento científico y con la enseñanza de las religiones y filosofías orientales y occidentales (budismo Zen, taoísmo, cristianismo, hinduismo, etcétera).
Alan Watts fue un conocido autodidacta. Becado por la Universidad de Harvard y la Bollingen Foundation, obtuvo un máster en Teología por el Seminario teológico Sudbury-Western y un doctorado honoris causa por la Universidad de Vermont, en reconocimiento a su contribución al campo de las religiones comparadas.
PREFACIO
En los siguientes capítulos el lector descubrirá una perspectiva singular de la filosofía del tardío Alan Watts, uno de los principales intérpretes occidentales del pensamiento oriental. Las selecciones incluidas aquí tienen un doble origen, pues los dos primeros capítulos son ensayos de Watts, mientras que los siguientes se basan en su palabra hablada. Este libro, que se inicia con «El gurú tramposo» y «Hablando personalmente» (los ensayos), empieza con sabor autobiográfico y continua revelando las ideas de Watts en su forma definitiva y más concisa.
«El gurú tramposo» resultará familiar al lector que conozca la tradición oriental de los gurús. Quizá sea el artículo más personal escrito jamás por Alan Watts, en el que examina el mito del gurú desde afuera. Lectores, maestros y gurús por igual encontrarán este tratamiento de lo más humorístico e indulgente. El gurú pícaro aparece a la postre como un personaje irónicamente virtuoso. En «Hablando personalmente». Watts reflexiona sobre su propia vida y, de hecho, menciona su autobiografía, cuya publicación estaba próxima por entonces, refiriéndose a ella como «Coincidencia de contrarios». Más tarde cambió el titulo por el de In My Own Way, aprovechando su seminario titulado «Being in the Way» («Estar en el camino»).
Los capítulos «Cuanto más cambian las cosas» y «El trabajo como juego» se han tomado de Las conferencias esenciales de Alan Watts, una serie de programas de vídeo grabada en 1971, dos años antes de su muerte. Reflejan así la culminación de una tarea indagatoria que duró toda su vida sobre las cuestiones filosóficas básicas a las que se enfrenta la humanidad. A principios de los años setenta, Watts había reunido a una multitud de seguidores, y se esforzaba por presentar sus ideas con la mayor sencillez, de modo que todo el mundo pudiera comprenderlas. Watts llamaba a esta práctica «evitar los espantajos», lo cual, traducido libremente, significaba no utilizar palabras o conceptos místicos que pudieran ser poco familiares y, en consecuencia, produjeran confusión.
Los capítulos restantes, «El individuo como hombre/mundo», «Omnipotencia oriental» y «Psicoterapia y religión oriental» son conferencias dirigidas a públicos generales y profesionales. Watts seleccionó estas charlas entre centenares de horas de grabación para publicarlas en diversas revistas y periódicos.
MARK WATTS
Junio, 1984
EL GURÚ TRAMPOSO
A menudo he pensado en escribir una novela, parecida a Las confesiones de Felix Krüll, de Thomas Mann, que sería la historia de un charlatán que se ganara la vida como maestro gurú, iniciado en el Tíbet o quizá presentándose como la reencarnación de Nagarjuna, Padmasambhava o algún otro gran sabio histórico de Oriente. Sería un relato romántico y fascinante, sazonado con el aroma a pinos de los valles himalayos, jardines en lugares remotos de Alejandría, templos en las montañas de Japón y reuniones e iniciaciones secretas en casas de campo situadas en las afueras de París, Nueva York o Los Ángeles. También plantearía algunas cuestiones filosóficas inesperadas, como las relaciones entre el misticismo auténtico y la magia como espectáculo. Pero no tengo la paciencia ni la habilidad del novelista, por lo que no puedo hacer más que bosquejar la idea para uso de algún otro autor más dotado.
Los atractivos de ser un gurú tramposo son numerosos. Están los del poder y la riqueza, a los que se añade la satisfacción de ser un actor sin necesidad de escenario, que convierte en un drama la «vida real». No es, además, una empresa ilegal, como vender acciones de empresas inexistentes, hacerse pasar por médico o falsificar cheques.
No existen cualificaciones reconocidas y oficiales para ser gurú, aunque ahora que algunas universidades ofrecen cursos de meditación y yoga Kundalini, quizá pronto sea necesario pertenecer a la Fraternidad Norteamericana de Gurús. Pero un auténtico y hábil tramposo debiera eludir todo eso e inventar una disciplina completamente nueva más allá de toda forma conocida de enseñanza esotérica.
Hay que comprender desde el principio que el gurú tramposo cubre una auténtica necesidad y realiza un servicio público indiscutible. Millones de personas buscan afanosamente un verdadero padre-mago, sobre todo en una época en que los clérigos y los psiquiatras son poco convincentes y no parecen tener el valor de sus convicciones o sus fantasías. Quizá han perdido ánimo debido a una valoración excesiva de la virtud de la sinceridad, como si un pintor sintiera la necesidad de dar a sus paisajes la fidelidad de la fotografía. Para poner en práctica esta compasiva vocación, el gurú tramposo ha de ser, ante todo, muy animoso. También debe haber leído mucha literatura mística y ocultista, tanto lo que es históricamente auténtico y bien establecido por la erudición, como lo que se presta a debate, por ejemplo, los escritos de H. P. Blavatsky, P. D. Ouspensky y Aleister Crowley. No es nada conveniente que sorprendan la ignorancia de uno con respecto a detalles que ahora conoce un amplio público.
Tras estos estudios preparatorios, el primer paso consiste en frecuentar los círculos donde los gurús son especialmente buscados, como los diversos grupos de culto que siguen religiones orientales o formas peculiares de psicoterapia, o simplemente el medio artístico e intelectual de cualquier gran ciudad. Ha de ser silencioso y solitario, no hacer nunca preguntas, pero, en ocasiones, añadir una observación muy breve a lo que ha dicho alguien. No ha de ofrecer voluntariamente información sobre su vida personal, pero de vez en cuando, con aire distraído, dejar caer algún nombre para sugerir que uno ha viajado ampliamente y ha pasado algún tiempo en el Turquestán. Puede esquivar el interrogatorio detallado dando la impresión de que el simple viaje es un tema sin importancia del que apenas merece la pena hablar, y que los intereses de uno se encuentran realmente en niveles mucho más profundos.
Si usted se comporta así, la gente no tardará en pedirle consejo. No lo dé enseguida, y sugiera que la cuestión es bastante profunda y habría que comentarla por extenso en algún lugar tranquilo. Concierte una cita en algún restaurante o café agradable, no en su casa, a menos que tenga una librería impresionante y no haya señal alguna de que tiene lazos familiares. Al principio no responda nada, pero, sin un interrogatorio directo, haga que la persona se extienda sobre su problema y escuche con los ojos cerrados, no como si durmiera, sino como si estuviera percibiendo las profundas vibraciones internas del otro. Finalice la entrevista con una orden ligeramente velada de hacer algún ejercicio más bien extravagante, como tararear un sonido y luego detenerse bruscamente. Instruya cuidadosamente a la persona para que sea consciente de la más ligera decisión de detenerse antes de hacerlo realmente, e indique que de lo que se trata es de poder detenerse sin ninguna decisión previa. Concierte otra cita para ver los progresos.