ALAN WILSON WATTS (Chislehurst Kent, 6 de enero de 1915 - Mt. Tamalpais California, 16 de noviembre de 1973) fue un filósofo británico, así como editor, sacerdote anglicano, locutor, decano, escritor, conferenciante y experto en religión. Se le conoce sobre todo por su labor como intérprete y popularizador de las filosofías asiáticas para la audiencia occidental.
Escribió más de veinticinco libros y numerosos artículos sobre temas como la identidad personal, la verdadera naturaleza de la realidad, la elevación de la conciencia y la búsqueda de la felicidad, relacionando su experiencia con el conocimiento científico y con la enseñanza de las religiones y filosofías orientales y occidentales (budismo Zen, taoísmo, cristianismo, hinduismo, etcétera).
Alan Watts fue un conocido autodidacta. Becado por la Universidad de Harvard y la Bollingen Foundation, obtuvo un máster en Teología por el Seminario teológico Sudbury-Western y un doctorado honoris causa por la Universidad de Vermont, en reconocimiento a su contribución al campo de las religiones comparadas.
Título original: OM Creative Meditations
Alan Watts, 1980
Traducción: David Rosenbaum
Editor digital: Titivillus
Corrección de erratas: Bryan9 y ronstad
ePub base r2.1
No vienes a este mundo, surges de él. Eres un síntoma del estado del Universo; una parte integral del cosmos. Todo lo que viene a ti es el regreso de todo lo que ha salido de ti. Cuando dejas de pensar, descubres que estás en un eterno aquí y ahora. Hay que ser muy sensible para descubrir la línea de menor resistencia, el camino o la corriente. Quien lo logra, consigue fluir. Cualquier visión que se tenga del mundo no es más que una manera de ver las cosas. Y existen infinitas maneras de ver. Imagina a Dios Madre en lugar de a Dios Padre. Y en vez de una luz resplandeciente, una obscuridad impenetrable de la cual surge todo. OM. He aquí una nueva meditación póstuma del gran Alan Watts, cuya obra se agiganta y va ganando millones de lectores en todo el mundo.
Alan Watts
OM La sílaba sagrada
La sílaba sagrada
ePub r1.2
Titivillus 29.10.21
OM
Trae un higo de esa higuera.
Aquí lo tienes, señor.
Ábrelo.
Está abierto.
¿Qué ves en su interior?
Estas diminutas semillas, señor.
Abre una.
Ya está.
¿Qué ves en ella?
Señor, no veo nada en absoluto.
Hijo mío, esa esencia sutil que no ves
es el Ser de todo el universo.
Eso es lo Real.
Eso es el Ser.
Las siguientes meditaciones fueron transcritas a partir de conferencias que, tras muchas horas de atenta escucha, surgieron como ejemplos extraordinarios de las enseñanzas habladas de mi padre. Mis selecciones fueron cuidadosamente corregidas y adaptadas por Judith Johnstone, quien ha demostrado gran maestría en la delicada tarea de transferir las palabras habladas a escritas. Me complace mucho ver cómo se ha capturado la fuerza y el sabor originales de estas charlas.
Al leer estas páginas, el lector verá que el texto aún contiene el ritmo fácil de su hablar y quizás encuentre agradable leer algunos pasajes en voz alta para sí mismo o para sus amigos.
MARK WATTS
Mill Valley, California
Primavera de 1980.
YO: UN CASO DE IDENTIDAD EQUIVOCADA
No venimos a este mundo, surgimos de él. Cada uno de nosotros es un síntoma del estado del universo.
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Me parece que si somos sinceros con nosotros mismos, la pregunta más fascinante del mundo es:
¿QUIÉN SOY?
¿A qué nos referimos cuando decimos la palabra YO?
¿Qué sentimos cuando decimos yo mismo?
Creo que no puede haber una preocupación más absorbente. Resulta tan misteriosa, tan escurridiza.
Lo que somos en nuestro ser más profundo escapa a nuestro examen de la misma manera que no podemos vernos directamente los ojos sin utilizar un espejo, que no podemos mordernos los dientes y que no podemos tocarnos la yema del índice derecho con la yema del índice derecho. Por eso hay siempre un elemento de profundo misterio en el problema de quién somos.
Este problema me ha fascinado durante muchos años y he realizado muchas investigaciones sobre lo que la gente cree que es, lo que quieren decir con la palabra yo. Resulta que existe un cierto acuerdo en todo esto, especialmente entre la gente que vive en la civilización occidental.
La mayoría de nosotros piensa que yo, el ego, yo mismo, mi fuente de consciencia, es un centro de atención y una fuente de acción que reside en medio de una bolsa de piel. Y así tenemos una concepción de nosotros mismos que yo llamo un ego dentro de una cápsula de piel.
En nuestro lenguaje cotidiano utilizamos la palabra yo de una manera muy especial. No estamos acostumbrados a decir: «Yo soy un cuerpo»; en lugar de ello decimos: «Tengo un cuerpo». No decimos: «Yo lato mi corazón», de la misma manera que decimos: «Yo camino, hablo, pienso». Pensamos que nuestro corazón late por sí mismo y que no tenemos gran cosa que ver con ello.
Así, no consideramos que Yo, yo mismo sea un ser idéntico a todo nuestro organismo físico. Consideramos que es algo que está dentro de él.
La mayoría de los occidentales sitúan su ego dentro de la cabeza. Te encuentras en algún lugar entre los ojos y los oídos y el resto de ti pende de ese punto de referencia. Esto no sucede en otras culturas. Cuando los japoneses o los chinos quieren situar el centro de sí mismos apuntan hacia la zona del corazón. Otros pueblos se sitúan en el plexo solar. Pero nosotros, occidentales, generalmente nos situamos en el medio de la cabeza, como si dentro de la cúpula del cráneo hubiese un pequeño cuartel general. En realidad nos concebimos como un hombre pequeñito, situado dentro de nuestra cabeza, que lleva auriculares para recibir mensajes de los oídos, que está sentado frente a un televisor para recibir mensajes de los ojos, que va cubierto de electrodos que le traen sensaciones de la piel y que preside un panel de botones, palancas y apagadores que, más o menos, controlan el cuerpo. Aun así, ese pequeño ser no es la misma cosa que mi cuerpo, ya que yo me hago cargo de lo que considero las acciones voluntarias de mi cuerpo. Sin duda, lo que se llama acciones involuntarias de mi cuerpo me suceden a mí y se me imponen, pero hasta cierto punto puedo controlar mi cuerpo.
Esta es, creo yo, la concepción occidental ordinaria del yo.
Veamos el tipo de preguntas que hacen unos niños que han sido influidos por nuestro ambiente cultural:
«Mamá, ¿quién habría sido yo si mi padre hubiese sido otra persona?».
Como vemos, nuestra cultura da al niño la idea de que el padre y la madre suministraron un cuerpo en el que él no apareció en algún momento. Si esto sucedió en el momento de la concepción o del nacimiento queda un poco confuso. En toda nuestra manera de pensar encontramos la idea de que somos un alma o esencia espiritual aprisionada dentro de un cuerpo y que vemos al mundo como si fuese algo extraño para nosotros, como lo expresó el poeta A. E. Housman al decir «Yo, extraño y atemorizado, en un mundo que nunca hice».
Hablamos de
confrontar