M. a Antonia Maldonado
A pesar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden en modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se aconseja, en el caso de problemas específicos —a menudo únicos— de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible. EDITORIAL DE VECCHI, S. A.
© Editorial De Vecchi, S. A. 2016
El Código Penal vigente dispone: «Será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años o de multa de seis a veinticuatro meses quien, con ánimo de lucro y en perjuicio de tercero, reproduzca, plagie, distribuya o comunique públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la autorización de los titulares de los correspondientes derechos de propiedad intelectual o de sus cesionarios. La misma pena se impondrá a quien intencionadamente importe, exporte o almacene ejemplares de dichas obras o producciones o ejecuciones sin la referida autorización». (Artículo 270)
Introducción
La preocupación por las técnicas de estudio no es un tema actual. Ya a finales del siglo xix, aparecen las primeras publicaciones abordando uno de los temas fundamentales en el mundo académico del siglo xx .
Existe una serie de factores que incrementa el deseo de utilizar este tipo de técnicas por parte del estudiante. En primer lugar se encuentra la masificación de alumnos en las aulas que incide de manera directa en la competitividad y en la propia superación personal. A continuación vendría el fracaso escolar y la búsqueda de las distintas causas que lo provocan. Por último, destacaríamos un hecho paradigmático y controvertido a la vez: tanto en edad escolar como en el instituto, ¿quién enseña a estudiar a los alumnos? ¿Quién les muestra los procedimientos adecuados para optimizar el rendimiento académico? ¿Quién les enseña a subrayar, resumir o esquematizar y, ya no digamos, a leer provechosamente o a potenciar la memoria?
La respuesta a estas cuestiones es desoladora y coincide en los tres casos: nadie.
Si se examina a fondo la cuestión, se llega a conclusiones sorprendentes. Durante años, los estudiantes deben desarrollar una actividad diaria que nadie les ha enseñado, porque los planes de estudio ni siquiera la contemplan. Ante este hecho, los alumnos se convierten en autodidactos. Algunos tienen un hermano mayor que les ayuda basándose en su propia experiencia, pero el resto debe improvisar sobre la marcha, obteniendo a menudo rendimientos mediocres a pesar de dedicar muchas horas al estudio de las asignaturas.
El mundo académico actual ha experimentado un gran cambio con respecto a la escuela tradicional. Ahora la transmisión de conocimientos ya no es unidireccional y la renovación pedagógica tiene como eje central el cambio en la función de la escuela.
El profesor tiene que facilitar la labor de estudio puesto que la verdadera finalidad de la enseñanza se encuentra en el hecho de aprender, así como en la relación entre el profesor y el alumno, en la que este último debe convertirse en un sujeto activo dentro del proceso para desarrollar su capacidad personal y los medios de trabajo propios para poder resolver situaciones reales mediante una actitud crítica y creativa.
Es en este contexto que aparece el libro que usted tiene entre las manos. Un libro abierto, que se dirige a cualquier tipo de estudiante que intente sacar mayor provecho de las horas de estudio, perfeccionando el método utilizado, desde el estudiante de instituto, hasta el universitario o el opositor, pasando por profesores que se interesen por el tema.
Se trata de un manual que pretende dar a conocer una serie de técnicas de trabajo y crear a la vez unos hábitos de estudio. En ningún momento se presenta como un método milagroso que prometa éxitos deslumbrantes. Su finalidad principal es dotar al estudiante de recursos que le permitan desarrollar una serie de técnicas que le lleven a mejorar el rendimiento de las horas de trabajo intelectual.
Esta finalidad pasa por una serie de objetivos como son:
— Conocer y utilizar de manera activa las distintas técnicas de síntesis (esquemas, resúmenes...).
— Dinamizar y perfeccionar la toma de apuntes en clase.
— Mejorar la expresión escrita y la presentación de ideas en un examen.
— Estudiar siguiendo el método más adecuado para mejorar el rendimiento académico.
— Aprovechar al máximo los recursos memorísticos.
— Planificar un horario a corto, medio y largo plazo.
— Concentrarse en el estudio y encontrar una buena motivación para estudiar.
La consecución de est os objetivos pasa por la aplicación de las diversas teorías. Esa ha sido una de las pretensiones a la hora de abordar la redacción de este libro: darle un carácter práctico como forma de demostrar la aplicación de las técnicas explicadas. Así, el estudiante podrá escoger aquellas que considere más adecuadas, adaptándolas siempre a sus necesidades. Esa es la verdadera clave del éxito.
Por otra parte la exposición de las distintas técnicas de trabajo y estudio aquí expuestas no se fundamentan tan sólo en aspectos puramente teóricos, sino que responden a las necesidades creadas por los alumnos a lo largo de nuestros años de experiencia docente. De sus dudas, sus necesidades, sus preguntas y sugerencias, nace el contenido de este libro que enseña todo lo aprendido de ellos y con ellos.
Queremos dar las gracias a todas aquellas personas que con su ayuda han contribuido a que este libro salga a la luz y de manera especial a Lola por su soporte informático y a Iván, Ingrid e Isaac por sus horas de dedicación; con sus sugerencias y opiniones han contribuido a hacer realidad este proyecto.
A todos ellos nuestro agradecimiento y sincero homenaje.
Lectura de textos y localización de las ideas principales
La primera cuestión que debe tratarse en este capítulo concierne al significado de la palabra leer .
Leer no significa reconocer signos gráficos y transformarlos en acústicos con mayor o menor dificultad, sino comprender el contenido que transmite un mensaje escrito. Una lectura lenta y mecánica, realizada con poca concentración y cuyo resultado final es el recuerdo limitado de parte del contenido, no es una buena lectura.
Saber leer implica la comprensión global y total del texto leído, o lo que es lo mismo, saber captar cuáles son las ideas principales que constituyen la base del escrito.
Si comparamos un texto con la bóveda de una edificación románica apreciaremos que esta se sustenta sobre los muros, los cuales constituyen el punto de apoyo del edificio. En un texto esa función la realizan las ideas principales.
También observaremos que esos muros están reforzados por contrafuertes. En el texto esa función la realizarían las ideas secundarias o de apoyo. De este modo, una lectura comprensiva significará localizar y captar tanto esas ideas principales como las secundarias que le sirven de apoyo para descubrir así las relaciones que mantienen unas con otras.
De todo lo dicho hasta ahora podemos deducir que un texto no es un caos sino una jerarquización de ideas. Así pues nuestro primer objetivo será buscar las ideas principales o soportes temáticos del texto.