RIL® editores, por la bibliodiversidad Lecturas de transformación • © Copyright 2005, by Paul Anwandter Inscripción 145.336
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A GRADECIMIENTOS Una cosa que me encanta es agradecer. Para mí, es como la emoción que deviene de la magia de un nacimiento. A cada agradecimiento, un nuevo nacer. Son tantas las personas a quienes debo agradecer que, sin duda, necesitaría más que este libro para mencionarlas, pues ellas, todas ellas, están en mi corazón. Por eso, quisiera mencionar, en esta ocasión, solo a aquellas que tuvieron, conscientemente o sin saberlo, una relación directa con la existencia de este libro, y que han ayudado a que exista tal como es.
Este libro no hubiese sido escrito sin la existencia de Milton Erickson. A través de sus trabajos, he tenido una guía y he aprendido un camino. Tener contacto con su obra me ha permitido conocer un modelo de calidez humana y humildad. Ha sido una fuente inagotable de aprendizaje de cómo usar el lenguaje para ayudar al prójimo y un motivador para disfrutar y aprender de cada día y, por cierto, de la próxima estación. Quisiera también agradecr a mi esposa Janet por su excelente trabajo y colaboración, ya que de forma estoica, motivada y alentadora, ha revisado innumerables veces el texto de este libro, haciendo que pueda ser entendido sin las deformaciones propias e inconscientes de quien cree que habla este idioma, pero aún piensa en portugués. ¡Gracias por eso! Para que pudiese ser desarrollada la «imagen» del libro, tuve previamente la suerte de contar con la ayuda de mi amiga Rosa (Pocha) del Corral D., quien de manera fabulosa hizo un excelente plan de conceptualización del libro. ¡Muchas gracias por ese plan! Este libro se ha transformado en algo mucho más que un simple libro gracias a esos conceptos. ¡Muchas gracias por ese plan! Este libro se ha transformado en algo mucho más que un simple libro gracias a esos conceptos.
También quisiera agradecer a mi amiga y psicóloga Silvia Quiroga D. por sus palabras siempre positivas y sorprendentes, así como al excelente profesor de Neurolingüística y amigo, Alan Frenk L., quien siempre ha estado presente con sus patrones lingüísticos y el amor por la PNL. No podría dejar de agradecer y mencionar a mis hijos: Christian, quien ha hecho un gran aporte con su revisión y muchas sugerencias para mejorar el lenguaje con su maestría en literatura; y Alex, que generosamente ha brindado su tiempo y talento para que la música sea parte de este sueño. Finalmente y muy importante, me gustaría agradecer a Fabiola Aldana y Alfonso Mallo, de RIL editores; sin su confianza, profesionalismo y talento, este proyecto no se hubiese concretado. Paul Anwandter L. Santiago, 7 de julio de 2005 A la memoria de Arturo Anwandter Paz y Erich Anwandter Thumm Prólogo Te detienes.
Recuerdas aquella vez que miraste hacia arriba. El cielo estaba relativamente claro. Las nubes pasaban en forma plácida, tranquila. Cada nube tenía la imagen de algo conocido, pero no sabes exactamente lo que es. Sensación de haberlo vivido en algún lugar, momento. O, tal vez, ¿sería algo que algún día conoceremos? ¿Cómo saberlo? Algunas raíces luchaban por volver a entrar al suelo.
Enterrarse profundamente en la tierra. Cada rama, con sus hojas buscando la luz. Sientes que hay vida por todos los lados. ¿Sabías que para reconocerla tienes que estar vivo? ¿Será realmente? Dentro de ti, busca la imagen de un cielo con miles de estrellas. El tiempo se detiene y empieza, poco a poco, ahora, a vivir tantos recuerdos que son parte de lo que eres. Tu mente feliz comienza este viaje libremente.
Reconoce, a tu lado hay infinitas cosas en las cuales no te habías fijado. Entonces, intuye que algo distinto ocurrirá. ¿Existirá eso de un pozo de la felicidad? El sonido del agua. Una suave brisa que corre. Una plaza vacía. Un pájaro que aletea en el aire.
Un día que ya no es, pues pasa a ser parte del otro día cuando este ya pertenece a nuestra memoria. Las estaciones llegan y se van. Independientes de nosotros. Pero, si no estamos, dejan de existir. El corazón estará más abierto. Al final, son tantos cuentos de amor.
El mundo seguirá igual, pero algo en ti será distinto. Eso lo cambiará todo. Con curiosidad, avanzas en la lectura y vas notando cómo empiezas a darte permiso para jugar, reír y amar, volver a la infancia, ser adulto, envejecer y morir. Vivir mil vidas. No más reducir lo mágico a la razón. Dejar que las sensaciones y las emociones sean parte de ti.
Volverá el encantamiento de cuando te sorprendías. Esa voz, que tanto cariño te entregó, también estará contigo. Así será. Otoño Niños, no disparen Es cierto que él lo sabía. Tenía el poder de ser lo que quería. Héroe o villano.
Al instante. Enfermero o doctor. Cowboy, indio o hada. Madre o profesor. Los vuelos se hacían en un cerrar de ojos. El planeta Tierra ha sido rescatado en innumerables ocasiones, solamente tirándoles a los enemigos (por supuesto, malos) un gran cuesco de palta.
El logro era inmediato. Si no fuera así, todo tendría un cuestionamiento permanente. Tenemos el control de la naturaleza. Casi total. Sólo el compartir realidades a veces era complicado. La realidad ya no era tal, cuando existía un amigo al lado.
Aunque este no tenía muy claro cuáles eran las reales realidades. En general, quería ser «él» quien decidiera los destinos del Planeta y los juicios sobre el Mundo. Qué idea más tonta. ¿Compartir el poder? Ni pensarlo. Bueno, para mantener algo de convivencia y, ya que se encuentra en nuestra casa, le aceptaremos una que otra. Será motivo de consideración.
Ahora, claramente, tiene que saber que el poder es totalmente nuestro (es mejor hablar así, para que no se dé cuenta) y que, incluso, esta concesión de escucharlo existe debido al mismo poder que emana de nosotros (lo engañé, ¿cierto?). Lo otro sería mantener todo el poder y generar más personajes y, de esta manera, podría evitar este desagradable tema de negociar y decidir si quienes salvarán el Planeta seremos nosotros. Eso es obvio. Tengo curiosidad por saber si los caracoles tienen un mundo fascinante. No sabemos exactamente en qué piensan. Pero sí tienen un entorno bastante protegido.
A menos que alguien los pise. Entonces se transforman en algo verde. Nunca he visto a alguno que se encuentre con otro caracol dentro de su concha y que después deba empezar a ceder derechos que le son naturales, solo porque el otro está de visita. Hay alternativas. Como decirle al invitado que es alguien que se transformará en algo que está por arriba del poder total del Universo y que ahora se encuentra camuflado en la Tierra como un Cactus (eso para que tenga algo de protección natural y no se dé cuenta). Su poder es tal que su sola presencia inmóvil genera las soluciones y el orden entre el bien y el mal.
Es un buen intento. Los Cactus tienen su grado de suspicacia y, después de un par de minutos, a pesar del poder que poseen, resienten la inmovilidad y vamos otra vez con negociar pequeñeces. A qué tribu queremos pertenecer es algo que genera en los hombres una serie de interrogantes. Es atractivo, pues se anda sobre el lomo de un caballo con el dorso desnudo y uno galopa realmente rápido en cuanto vamos disparando con un arco y una flecha con mucha pericia. La parte que complica es que al otro lado existen soldados norteamericanos que disparan con rifles. Bien, hagamos entonces que los indios galopen entonces con rifles.
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