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Título original: Mindset. The New Psychology Success. How We Can Learn to Fullfill our Potential
Traducido del inglés por Pedro Ruiz de Luna González
Diseño de portada: Editorial Sirio S.A.
Composición ePub por Editorial Sirio S.A.
© de la edición original
2006 Carol S. Dweck
© de la presente edición
EDITORIAL SIRIO, S.A.
La prensente edición se ha publicado según acuerdo con Random House, una división de Random House LLC.
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E-Mail:
I.S.B.N.: 978-84-17030-490
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SOBRE LA AUTORA
La doctora Carol S. Dweck es considerada como una de las más importantes investigadoras del mundo en los campos de la personalidad, la psicología social y la psicología de desarrollo. Ha sido catedrátia en la Universidad de Columbia, y actualmente lo es del Departamento de Psicología de Stanford. Es también miembro de la Academia de las Artes y las Ciencias norteamericana. Su libro Teorías del yo, su papel en la motivación, la personalidad y el desarrollo fue nombrado Libro de Año por la World Education Fellonship. Otro libro suyo famoso es ¿Por qué cooperamos? . Sus trabajos han sido presentados en publicaciones como The New Yorker, Time, The New York Times, The Washintong Post y The Boston Globe , y aparece con frecuencia en programas de radio y de televisión. Vive con su marido en Palo Alto, California.
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Capítulo 8
CAMBIAR LAS MENTALIDADES
L a mentalidad de crecimiento se basa en la creencia en el cambio. La parte más gratificante de mi trabajo es observar el cambio en la gente –no hay nada mejor que verlos encontrar su camino hacia aquello que valoran–. Este capítulo va de niños y adultos que encontraron un camino para c analizar sus habilidades y de cómo podemos hacerlo todos nosotros.
LA NATURALEZA DEL CAMBIO
Tenía seis años y estaba a mitad del primer curso cuando mi familia se mudó de casa. De repente, estaba en un colegio nuevo. No conocía nada ni a nadie: ni a la profesora, ni a los alumnos, ni el trabajo que tenía que hacer. Esto último era lo que me aterraba. La nueva clase iba muy por delante de la anterior, o al menos así me lo parecía a mí. Escribían letras que yo todavía no había aprendido y había una forma de hacerlo todo que todos parecían conocer, menos yo. Así que cuando la profesora dijo: «Niños, escribid vuestro nombre en el sitio correcto del papel», yo no tenía ni idea de lo que quería decir.
De modo que me eché a llorar. Cada día aparecían cosas que yo no sabía hacer. Me sentía perdida y agobiada. ¿Por qué no le decía sencillamente a la profesora: «Señora Kahn, ¿podría enseñarme eso? Yo todavía no lo he aprendido»?
Una vez, cuando era pequeña, mis padres me dieron dinero para ir al cine con un adulto y un grupo de niños. Al volver la esquina antes de donde habíamos quedado, miré y vi que todos se iban. Pero en lugar de echarme a correr y gritar que me esperasen, me quedé congelada, apretando las monedas en mi mano y viéndolos alejarse en la distancia.
¿Por qué no intenté detenerlos o alcanzarlos? ¿Por qué acepté la derrota antes de haber probado algunas tácticas sencillas? Sé que, en sueños, he llevado a cabo hazañas mágicas o sobrehumanas frente al peligro; incluso tengo una foto mía con una capa de Superman que me hice. Entonces, ¿por qué no podía hacer algo corriente en la vida real como pedir ayuda o decirle a la gente que me esperase?
En mi trabajo veo montones de niños pequeños así: niños inteligentes y habilidosos que se quedan paralizados ante los obstáculos. En algunos de nuestros estudios solamente tienen que hacer lo más sencillo para mejorar las cosas, pero no lo hacen. Se trata de niños pequeños que tienen una mentalidad fija. Cuando las cosas salen mal, se sienten incapaces e impotentes. Incluso ahora, cuando algo sale mal o cuando algo prometedor parece que se esfume, todavía experimento una pasajera sensación de impotencia. ¿Quiere eso decir que no he cambiado?
No, eso significa que el cambio no es como la cirugía. Incluso cuando cambias, las viejas creencias no se eliminan simplemente como si fuesen una cadera o una rodilla estropeada que se reemplaza por una prótesis. En vez de eso, las creencias nuevas toman sitio al lado de las antiguas, y según se van haciendo más fuertes te van dando una forma diferente de pensar, de sentir y de actuar.
Las creencias son la clave de la felicidad (y de la desdicha)
En la década de los sesenta, el psiquiatra Aaron Beck en pleno ejercicio de su profesión se dio cuenta de que eran las creencias las que causaban los problemas de sus clientes. Justo antes de que sintiesen una oleada de ansiedad o de depresión, algo había centelleado en sus mentes, por ejemplo: «El doctor Beck cree que soy torpe» o bien «Esta terapia no funcionará, no me voy a sentir mejor nunca». Esta clase de creencias provocaba sus sentimientos negativos, no solamente para las sesiones de terapia, sino también para sus vidas.
No eran creencias de las que la gente fuese consciente. Así y todo, Beck averiguó que podía enseñar a sus pacientes a prestar atención y escucharlas. Y luego descubrió que podía enseñarles cómo trabajar con ellas y cambiarlas. Así fue como nació la terapia cognitiva, una de las terapias más eficaces que se hayan desarrollado jamás.
Tanto si es consciente de ello como si no, todo el mundo lleva una cuenta activa de lo que le ocurre, de lo que significa y de lo que debería hacer. Dicho de otra forma, nuestras mentes controlan e interpretan constantemente. Así es como nos mantenemos por buen camino. Pero a veces la interpretación se desvía. Algunas personas llevan a cabo interpretaciones más extremas de aquello que les ocurre, y luego reaccionan con sentimientos exagerados de ansiedad, de depresión o de ira. O de superioridad.
Las mentalidades van más allá
Las mentalidades enmarcan el flujo continuo de pensamiento que tiene lugar en nuestra mente y guían el proceso completo de la interpretación. La mentalidad fija crea un monólogo interno que se enfoca en juzgar: «Esto quiere decir que soy un fracasado», «Esto significa que soy una persona mejor que ellos», «Esto quiere decir que soy un mal marido», «Esto significa que mi pareja es egoísta».
En varios estudios hemos demostrado la forma en que la gente de mentalidad fija maneja la información que recibe. Hemos observado que evalúan de manera taxativa cada dato. Algo bueno se traduce en una etiqueta extremadamente positiva y algo malo, en una etiqueta extremadamente negativa.
Las personas con mentalidad de crecimiento también controlan constantemente lo que ocurre, pero su monólogo interno no va de juzgarse a sí mismas y a los demás de esa manera. Ciertamente, son sensibles a la información positiva y a la negativa, pero están en sintonía con sus implicaciones para el aprendizaje y la acción constructiva: ¿qué puedo aprender de esto?, ¿cómo puedo mejorar?, ¿cómo puedo ayudar a mi pareja a hacerlo mejor?
Ahora bien, la terapia cognitiva enseña fundamentalmente a la gente a refrenar sus juicios extremos y a ser más razonable. Por ejemplo, supón que Alana hace mal un examen y llega a la conclusión de que «soy una estúpida». La terapia cognitiva le enseñará a observar más de cerca los hechos preguntándose: «¿Cuáles son las evidencias a favor y en contra de esa conclusión?». Después de haberlo considerado, Alana puede salir con una larga lista de las maneras en que ha sido competente en el pasado, y puede ser que confiese: «Supongo que no soy tan inepta como creía».