AL YO QUE ERES MÁS ALLÁ
DEL YO QUE CREES SER
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Los líderes más efectivos no tienen seguidores.
La benevolencia, el servicio y el amor son las mayores fuentes de valor económico.
Si tratas a tus empleados como recursos que hay que optimizar, nunca pasarás de jefe a líder. Para conseguir hacer este salto, debes reconocer que tus empleados son seres conscientes que ansían trascender su existencia limitada a través de nobles proyectos de inmortalidad.
Bienvenido a la siempre reveladora, profundamente sincera y rigurosamente sistemática mente de Fred Kofman.
Formado como economista, con algunas paradas en su trayectoria profesional como profesor de negocios y consultor, el título oficial de Fred en LinkedIn, donde lleva trabajando desde 2012, es vicepresidente de desarrollo ejecutivo. Pero yo puedo decir lo que él hace de una forma más resumida. Yo le llamo el sumo sacerdote del capitalismo.
En la misma línea de Adam Smith, Fred reconoce el capitalismo como un tipo de búsqueda espiritual de poder moral alquímico. Para alcanzar el éxito a largo plazo en un mercado libre, donde los individuos llevan a cabo intercambios voluntarios según sus propias preferencias, las empresas y los emprendedores deben comprender realmente las necesidades y deseos de sus clientes. Después, deben servir a esos clientes de una forma útil y equitativa.
El capitalismo, por lo tanto, puede convertirse en un crisol de empatía, compasión y justicia. Y el territorio donde esto sucede es el lugar de trabajo.
Pero aunque muchas personas se preguntan cuál es el significado de la vida, muchas menos se paran a pensar profundamente sobre el significado del trabajo. Además, el capitalismo a menudo se describe como un territorio donde la ética y los valores pueden dejarse a un lado a la hora de perseguir beneficios. «Negocios son negocios» (“It’s just business”), dice la gente a menudo cuando quieren racionalizar atajos éticos o comportamientos que pueden calificarse directamente como sociopáticos.
Aun así, esta mentalidad es tóxica y de corto plazo. Reconociendo el concepto de servicio que se encuentra en el corazón del capitalismo, Fred nos anima a ver el lugar de trabajo no como un reino abstracto de indicadores de rendimiento clave y cuentas de pérdidas y ganancias, sino como un lugar supremamente humanizado, alrededor del cual las personas organizan sus vidas, se autorrealizan y donde buscan tener un significado e impacto.
Una vez que empezamos a aceptar esta verdad de un modo más consciente, podemos empezar a pasar de una mentalidad de «negocios son negocios» a otra de «negocios son justicia» (“It’s just business), donde reconocemos lo esenciales que son la compasión, la integridad, la responsabilidad y el servicio en cualquier empresa de alto rendimiento.
Esta nueva mentalidad no solo se aplica al modo en que la empresa sirve a sus clientes, sino a la forma en que sirve a sus empleados. Como Fred explica en estas páginas, los grandes líderes definen y articulan el elevado propósito de su organización y sus valores. Después, ponen esos valores en acción en pos de ese propósito e inspiran al resto de su organización a hacer lo mismo.
Así lo explicó Fred en la conferencia Wisdom 2.0 Conference de 2015, describiendo el estilo de liderazgo en LinkedIn de Jeff Weiner: «Hay un montón de líderes que empujan un barco a remo. Consiguen que todo el mundo se suba a bordo, con ellos, y les dicen: “Síganme”. Pero lo que he visto que hacen Jeff y otros grandes líderes es ir y subirse en una tabla de surf. No dicen “Sígueme” a nadie. Dicen: “Ven, únete a nosotros en esta enorme ola”».
En la primera visión todo el mundo está, literalmente, en el mismo barco, haciendo solo lo que su líder les permite hacer. En la segunda visión, todo el mundo está en la misma ola y moviéndose en la misma dirección, pero tienen mucha más libertad para improvisar, para actuar con audacia y creatividad y para marcarse su propio curso de acción.
Fíjense en que, además, se trata de una «enorme ola».
Lo que vemos una y otra vez en Silicon Valley es cómo las empresas que crecen más rápidamente, tienen un rendimiento más constante y se convierten en los jugadores dominantes de sus sectores (las empresas que hacen lo que yo denomino «blitzscaling», crecer a la velocidad del rayo) son aquellas que definen sus misiones corporativas en términos increíblemente ambiciosos, nobles y grandes. Google quiere organizar la información de todo el mundo. Facebook quiere conectar al mundo. Microsoft quiere que las personas y las organizaciones sean más productivas. Airbnb quiere que sus clientes se sientan como en casa en cualquier lugar. LinkedIn quiere que todo el mundo pueda disfrutar de las mejores oportunidades económicas.
Estas empresas se comprometen a un servicio a escala global y sus misiones, grandes y definidas con claridad, atraen a profesionales con talento que buscan la autorrealización a través de un trabajo con sentido e impacto reales.
Pero un objetivo grande y noble no es suficiente. También necesitas contar con el tipo de cultura adecuada.
Ser emprendedor, como digo a menudo, es como tirarse por un acantilado y construir un avión durante la caída. Tienes un plan, sí, pero tus recursos son limitados y te estás quedando sin tiempo. En los primeros meses caóticos tras empezar una nueva aventura, tu futuro, por defecto, es la muerte. Para escapar a este destino, tienes que revertir este curso descendiente de tu trayectoria, y hacerlo rápidamente.
Pero este es el quid de la cuestión: el éxito (y, especialmente, el éxito arrollador) no elimina el peligro de sufrir un tremendo choque. Cuando una start-up pasa de una caída en picado a crecer a la velocidad del rayo, añadiendo clientes, aumentando los ingresos y aumentando el tamaño de su plantilla a velocidades de vértigo, el trabajo del fundador se hace todavía más difícil y complejo.
En esa fase del desarrollo de una empresa, ese emprendedor con una idea innovadora también tiene que convertirse en un líder que inspira a los demás. El exceso de control, al fin y al cabo, no es un mecanismo para un crecimiento rápido. Para desarrollarse rápidamente, una organización debe darles a sus empleados la libertad de trabajar con velocidad y creatividad, corriendo riesgos. Lo que, en definitiva, implica que las organizaciones más productivas, las que proporcionan mayores ganancias a la sociedad, además de a sus inversores, son aquellas construidas sobre las bases de la confianza y la integridad.
Así que léete este libro tan revelador. Pero no te detengas al final. Del mismo modo que los mejores líderes no tienen seguidores y los mejores maestros no tienen alumnos, los mejores libros no solo se leen. Se ponen en práctica.
En estas páginas podrás encontrar una gran inspiración en las reflexiones y acciones de Fred. Pero es en tus propios valores, en tu propio llamado al servicio, donde encontrarás finalmente la sensación de propósito que te impulsará a trabajar (y a vivir) de una forma más consciente y productiva, con el mayor impacto posible.
La revolución del sentido es una llamada no a seguidores, sino a colegas surfistas.
¿Estás listo para subirte a la ola?
TU TRABAJO NO ES TU TRABAJO
El éxito, como la felicidad, no puede perseguirse: debe ocurrir, y solo se da como efecto secundario inesperado de la dedicación personal a una causa superior a uno mismo.
—Viktor Frankl
Era un sofocante día de julio en Las Vegas así que, por supuesto, la sala de conferencias estaba helada. Los participantes de mi taller de «La empresa consciente» se arrebujaron en sus chaquetas entre muecas. No solo tenían frío; estaban cabreados. Me dirigieron miradas heladas. Sabía qué estaban pensando.
Había estado en situaciones así muchas veces. En la mayoría de los casos, los típicos gerentes de una empresa cuyo director me contrató me dan una bienvenida tan cálida como la que le ofrecerían a una gripe. Tenía la sensación de estar en un cómic de
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