Dos locos de la comida deliciosa y saludable, dos paladares adictos al chocolate y a los dulces nutritivos y sin ingredientes nocivos para la salud; esos somos Rober y yo. Estábamos destinados a encontrarnos en las redes sociales. Con Rober comprobé que lo bueno sabe incluso mejor si además es beneficioso para nuestro organismo, que no hay que elegir entre sabor y nutrición, y que lo sano puede ser tan delicioso que te ponga la piel de gallina.
Es una lástima que vivamos en un mundo en el que el azúcar, los aditivos, los conservantes y no sé qué más sean la base de postres y platos que se consumen a diario en millones de hogares. Esos ingredientes hacen que un producto sea más sabroso o tenga mejor textura a un precio irrisorio, pero también nos destruyen por dentro. Intentan convencernos de que sin azúcar algo no puede ser «dulce», ¡qué gran mentira!
La alimentación es la base de nuestra vida, nuestra gasolina. La comida puede incluso afectar a nuestro estado de ánimo. Para mí, la alimentación saludable es esa que te nutre, te cuida, te protege y además te hace sonreír. Y, por más que lo intente, no recuerdo haber probado un plato de Rober con el que no haya conseguido todo eso.
Desde que descubrí a @ChefBosquet me volví su mayor fan. No hay receta que no me haya sorprendido, postre que no me haya dejado sin palabras. Ha sido un placer que nuestros caminos se cruzaran. Estoy seguro de que este libro te va enganchar igual que a mí y que se convertirá en un referente en tu recetario semanal.
QUIÉN SOY
Un chico de 33 años, casado y padre de un bebé de 2 años, a quien le gusta cuidarse, hacer deporte, pasar tiempo en familia y con amigos y, aparte de todo eso, ¡cocinar! Eso sí, he dado bastantes vueltas hasta llegar aquí.
La cocina me ha llamado mucho la atención desde pequeño. En casa, mis padres siempre han cocinado muy bien. Yo los veía, probaba sus platos y quería ser como ellos, pero era un niño y en aquella época, si tu familia no era hostelera, resultaba difícil enfocar tu vida hacia la cocina desde tan pequeño.
Siempre he sido muy inquieto, y de niño aún más, por lo que no era capaz de pararme un segundo a aprender a cocinar, me centraba en comer las cosas tan buenas que había en casa ¡y salía de nuevo corriendo!
El autor en la actualidad
¿QUÉ HAGO CON MI VIDA?
En la adolescencia comenzó la búsqueda de qué hacer con mi vida y que duró 10 años. En el colegio escuché por primera vez que «no valía para cosas muy serias» porque no era lo suficientemente constante y me recomendaron que estudiara algo práctico, sin muchas complicaciones.
Intenté hacerme electricista, pero al cabo de un mes me di cuenta de que ese no era mi oficio. Luego decidí que quería ser profesor de educación física, por lo que me puse con el bachillerato, donde no terminaba de cuajar tampoco. Empecé a ver la luz cuando hice un curso de socorrista, lo aprobé y comencé a trabajar de ello ese mismo verano. Era un empleo que implicaba convivir y ayudar a la gente. Eso me gustaba, pero solo podía trabajar de socorrista en verano, así que pensé cómo tener un trabajo del que disfrutar durante todo el año. La solución fue ¡hacerme bombero! Me parecía una profesión que unía los dos aspectos importantes para mí: la convivencia y ayudar a los demás.
Acabé el bachillerato y, cuando tuve la edad, a los 21 años, para sacarme el carnet de camión, empecé a estudiar y a prepararme para las oposiciones. Conocí a otros opositores y a más gente del entorno, y todos me insistieron: «Es muy difícil, hay pocas plazas y sin contactos es imposible. No vas a poder». Era la segunda vez que me decían que no valía.
Pasé de vivir sin más a vivir para estudiar y entrenar, pero sabía que para rendir al máximo en todo necesitaba un plus. Y ese extra lo iba a obtener con la alimentación. Comencé a investigar, pero como no tenía tiempo para cocinar, le pedía a mi madre que comprara y cocinara de acuerdo con la información que iba encontrando. Tras cuatro años de estudio y entrenamiento diarios interminables, conseguí la plaza de bombero, lo que se tradujo en tener de repente mucho tiempo libre (pero pocas ideas qué hacer con él).
Lo primero fue convertirme en duatleta y, más adelante, en triatleta, con tres horas diarias de entrenamiento (a veces más), y con tiempo muerto entre los entrenos que aprovechaba para leer sobre alimentos que me iban a hacer rendir mejor y visitas frecuentes a los supermercados. Me gustaba mucho comer de todo, tanto salado como dulce. Salado y saludable era una combinación perfecta y relativamente sencilla de realizar, pero comer dulce y saludable a la vez no lo era tanto.
Chef Bosquet en su puesto de bombero
EN BUSCA DE LA FÓ RMULA
Encontraba muchas recetas en internet, y les quitaba el azúcar y las harinas refinadas, pero el resultado raras veces cumplía con las expectativas. Estaba bien, pero lejos de lo que buscaba. Se me puso entre ceja y ceja elaborar postres lo más saludables posible y que, además, estuvieran muy buenos, así que eso se convirtió en mi nuevo reto.
Seguí usando recetas de otros, pero hacía mis propias contribuciones y cambiaba muchas cosas, hasta el punto de que cada vez quedaba menos del plato original, por lo que comencé con mis propias recetas. Era difícil, claro, porque no sabía cocinar, solo hacía «experimentos» en casa. Eso sí, horas infinitas de experimentos… El punto de inflexión llegó cuando entendí cómo funcionaban las cosas, el comportamiento de cada alimento y las razones para usar unos u otros. Fue entonces cuando comencé a cocinar de verdad.
Publicaciones de instagram @chefbosquet
HOLA , INSTAGRAM
Las recetas cada vez eran mejores, muchas muy buenas y algunas ¡hasta me quedaron vistosas! Ahora empezaba a disfrutar cocinando. Un día, Laura, mi mujer, y mi amigo Carlos me invitaron a que me creara una cuenta de Instagram. Yo no tenía ni idea de qué era eso. Me contaron que era una red social en la que mucha gente subía fotos de comida y recetas y que podía ser divertido, así que creé una cuenta. Publicaba las comidas que preparaba cada día, recetas incluidas, y, de repente, la gente comenzó a preparar las recetas. ¡No me lo podía creer! Hacían mis recetas y me agradecían que las publicara. Vi que tenía otra vía para ayudar a la gente con la alimentación. Pensé: «Si les digo que esto es saludable, les entrará por una oreja y les saldrá por la otra, pero si les digo que es saludable, que cocinado de esta forma está muy bueno y, encima, tiene buena pinta, seguro que me hacen más caso».
Cada día le dedicaba más tiempo, me esforzaba y me gustaba más, y esto se notaba en los resultados. Comencé a vivir pegado a las redes y a la cocina, mientras algunos compañeros de trabajo muy visionarios me advertían de que con esto no iba a llegar a ningún sitio.