CAPÍTULO 1
Un trabajo no es suficiente
La autocomplacencia no es algo que llegue de la noche a la mañana. Nadie despierta, sale de la cama, se mira en el espejo y piensa: “Creo que estaré satisfecho de mí.” Luego se encoge de hombros y se vuelve a dormir. Más bien se acerca sigilosa y te agarra desprevenido. Al principio de mi carrera, acepté un puesto que sabía que no me ajustaba bien. Cuando firmé el contrato, las mariposas en el estómago confirmaron mis dudas, pero no tenía otra opción y necesitaba lidiar con una montaña de deudas estudiantiles. En mi tercer mes de trabajo, cuando dormía una siesta de 45 minutos sobre el escritorio a media tarde, me di cuenta de que me había vuelto complaciente de manera peligrosa. Al día siguiente, empecé una búsqueda de empleo y pronto hice el catastrófico cambio a AIG.
Después, en el periodo posterior a la crisis financiera global, descubrí que no era tan fácil moverse a otro puesto. En el postapocalipsis de la economía, estaba atrapado en AIG. En vez de hacer algo productivo o sólo tomar una siesta, esta vez elegí el mal humor. Quité todos los signos de vida de mi oficina (libros, cuadernos, fotos sobre mi escritorio) y los puse en gabinetes y cajones hasta que la oficina de cristal se veía vacía por completo desde el pasillo. En esencia, me borré del lugar de trabajo en un gesto simbólico que de manera sarcástica llamo: “limpieza total.”
En este preciso momento, la complacencia está generalizada en los empleos de Estados Unidos. Incluso si no estás roncando bajo tu escritorio o tomando la actitud pasivo-agresiva que yo asumí, deberías considerarla. La encuesta Gallup de 2015 sobre la situación de los lugares de trabajo de los norteamericanos descubrió que casi 70 por ciento de la gente está “no comprometida” o “activamente desocupada”. Según mis cuentas, eso significa que diez millones de trabajadores deberían hacer una “limpieza total” porque sus cabezas están en otra parte.
CUANDO LAS APUESTAS SEGURAS YA NO LO SON
No es de sorprender que mucha gente sea sonámbula y camine su ruta hacia la vida profesional dormida. Ascender en la escalera corporativa ya no es el barómetro del éxito que era. Más bien es el sueño de ayer. En una época en que la economía global oscila de una crisis financiera a otra con una regularidad alarmante, poca gente espera seguir en una compañía el tiempo suficiente para cobrar las perlas de la virgen al retirarse. Además tenemos los ciclos económicos. Es casi imposible planear para el futuro gracias a la fusión, deslocalización, subcontratación y recortes de personal que de manera constante redefinen el lugar de trabajo moderno.
La oficina de estadísticas laborales en Estados Unidos reporta que un miembro promedio de la generación de los baby-boomer cambia de trabajo cada 3.5 años, entre los 22 y los 44 años. En otras palabras, la antigua mentalidad meritocrática a través de la cual nos enseñaron a ver nuestras carreras (“trabaja duro, mantén la cabeza abajo y muévete hacia adelante”), ya no aplica en un mundo donde alcanzar el siguiente peldaño de la escalera no es una estrategia viable.
Incluso los paradigmas de prestigio, carreras como finanzas, leyes y medicina, ya no garantizan el éxito económico. No hay cosas seguras, y no sólo debido al daño causado por la crisis financiera global de 2008. En los últimos cinco años, el número de empleados “directivos” en las firmas de Wall Street (gente como banqueros especialistas en inversiones y traders) cayeron 20 por ciento de manera global. Mientras, los cambios en las estructuras de pago y un fuerte incremento en la regulación, afectó la remuneración de modo impresionante.
Si no tienes el triunfo asegurado en las industrias que se supone eran pan comido para el éxito, entonces, ¿qué decir del resto del mercado laboral? El hecho de que no haya apuestas seguras no quiere decir que todo está perdido para la siguiente ola de profesionales. ¿Por qué ir a la escuela por años y acumular vastas sumas de préstamos estudiantiles cuando el pago ya no es seguro? Es un acuerdo terrible (y el mejor y más brillante conocido). Como resultado, quieren más que un simple y mediocre empleo de oficina sentado-en-un-cubículo, trabajando-veinte-años-para-ascender. Para ellos, la respuesta es iniciativa empresarial.
Visita un campus universitario en la actualidad y encontrarás más aspirantes a Mark Zuckerberg que a banqueros especialistas en inversiones (y eso que a los banqueros tradicionalmente les dicen “Maestros del Universo”). No es sólo porque Zuckerberg use jeans y sudadera para trabajar y sea súper rico (aunque eso también influye). Las compañías empresariales proveen el tipo de escenario en el cual quienes acaban de salir de la escuela hace pocos años pueden construir carreras que combinan autonomía y ventajas financieras, todo dentro de una cultura corporativa atractiva a sus valores. También adquirir las herramientas para un día lanzar un proyecto empresarial por su cuenta, si lo deciden. ¿Quién podría culparlos de ser seducidos por este nuevo paradigma? Como la tecnología afecta y transforma de la noche a la mañana hasta a las industrias mejor establecidas, pensar como emprendedor es esencial en la actualidad.
INICIATIVA EMPRESARIAL, S.A.
Por desgracia, pensar como emprendedor tiene poco que ver con la versión hollywoodense de iniciativa empresarial que captura la imaginación del público. Así como en la década de los ochenta teníamos a Gordon Decko en Wall Street y su famosa frase, “La codicia es buena”, ahora tenemos La red social y la serie de HBO Silicon Valley. En este sentido, los emprendedores se convierten en un estilo, como los yuppies o hípsters. Con el tiempo, de alguna manera dirigen las cosas para generar nuevos niveles de publicidad. Hojea una revista enfocada en iniciativa empresarial o lee algunos blogs de startup. Descubrirás que casi todos son retratados como independientes, brillantes, atrevidos y tan innovadores que están más allá del reproche. El mensaje es claro e inequívoco: los emprendedores son los nuevos pioneros, un ejército valiente de guerreros visionarios que harán incalculables sumas de dinero. Ellos serán los dueños del futuro.
Me gusta llamar “Iniciativa empresarial, S.A.” a esto que vemos. Con la combinación de creatividad y desfachatez, la gente responsable de la “Iniciativa empresarial, S.A.” hizo un trabajo extraordinario en producir y destacar un esfuerzo humano relacionado más con el glamour que con el trabajo. Como resultado, la sociedad adoptó una idea romántica y distorsionada de lo que significa construir un negocio desde el polvo. La compleja iniciativa empresarial-industrial sabe que mostrar la manera real de empezar una compañía es posicionando productos que fracasan y diciéndole a la gente que el trabajo duro no es atractivo. La verdad es que la iniciativa empresarial es una elección de carrera que consume todo el tiempo disponible, y a menos que seas masoquista, no hay nada romántico en fallar una y otra vez hasta que encuentres la fórmula correcta.
Además, las compañías no ayudan porque enturbian el agua con sus historias de origen. Parece como si cada nueva empresa fuera inventada en un garaje, un dormitorio o al contemplar la puesta de sol en una playa en Tailandia. Contar estos inicios es mucho más inspirador que admitir que se te ocurrió tu idea