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Andoni Rodelgo - El mundo en bicicleta

Aquí puedes leer online Andoni Rodelgo - El mundo en bicicleta texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2015, Editor: ePubLibre, Género: Ordenador. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Andoni Rodelgo El mundo en bicicleta
  • Libro:
    El mundo en bicicleta
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2015
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El mundo en bicicleta: resumen, descripción y anotación

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A ORIENTE EN BICICLETA
(Parte 1)
UN MUNDO EN CICLO-REMOLQUE
(Parte 2)
AGRADECIMIENTOS

Quiero dar las gracias a todas las personas que nos ayudaron y nos abrieron las puertas de sus casas de par en par. Sin ellos, este viaje no habría sido posible. Y a todos los anónimos por su generosidad.

Asimismo, me gustaría mostrar mi agradecimiento a todas las personas que me animaron a escribir este libro.

ANDONI RODELGO Ermua España 1974 Ingeniero industrial Conoció a Alice - photo 1

ANDONI RODELGO (Ermua, España, 1974). Ingeniero industrial. Conoció a Alice Goffart (Bruselas, 1977) en Escocia donde vivieron dos años. Estudiaron en Londres y trabajaron en Bruselas, y en 2004 lo dejaron todo con un único propósito, alcanzar Extremo Oriente en bicicleta. Tardaron 2 años en cumplir ese sueño pero viajar en bicicleta se convirtió en su droga, así que tras llegar a Japón siguieron pedaleando hasta 2013. En total: más de 75.000 kilómetros cruzando los 5 continentes. Durante ese periplo nacieron sus dos hijos, con los que siguieron viajando.

Blog personal «El mundo en bicicleta» (http://www.mundubicyclette.be/2-viaje/Presentacion.html).

LA RUTA DE NOORDZEE Y WADDENZEE

Bélgica y Países Bajos

(junio, 2004)

Sobre las once de la mañana empieza a llegar la gente que hemos invitado para la despedida. Muchos familiares y amigos vienen para festejar nuestra salida y darnos ánimos. En los días anteriores, he estado tan ocupado que no he tenido tiempo para pararme a pensar en lo que vamos hacer en los próximos meses, pero verme ya preparado para partir y todo el mundo haciéndome miles de preguntas empieza a ponerme nervioso. Por primera vez me doy cuenta de a qué nos vamos a enfrentar y siento miedo.

La impaciencia puede con nosotros y a la una de la tarde partimos. Antes, Alice derrama algunas lágrimas, mientras yo tengo ese nudo en la garganta que me impide despedirme de algunas personas. Algunos amigos nos acompañan en bicicleta en los primeros kilómetros. Henri, el hermano de Alice, es el último en dejarnos. Nada más perderle de vista, nos paramos, y, tras mirarnos el uno al otro fijamente, empezamos a llorar de tantas emociones. Prácticamente hemos dejado todo atrás y enfrente tenemos un futuro eventual. Los primeros treinta kilómetros se hacen duros psicológicamente: no paro de pensar en lo ocurrido esta mañana y en nuestro viaje, pero, sobre todo, en si seremos capaces de ir hasta el Extremo Oriente en bicicleta.

En los siguientes días estamos más relajados y descansados anímicamente, con ganas de hacer este viaje. Pedaleamos tranquilamente por los canales en Flandes. Caminos que antiguamente servían para que los caballos arrastrasen las balsas desde la orilla. Hoy en día estas vías son utilizadas como ciclopistas. Antes de llegar a Brujas un señor nos pregunta sorprendido mientras le rebasamos:

—¿A dónde vais tan cargados?

—¡A Japón! —le respondemos como si estuviéramos de guasa.


Ya en la costa comenzamos a pedalear por la ruta ciclista del mar del Norte, Nordzee-LP1, que nos guiará hasta el norte de los Países Bajos. Sin darnos cuenta, entramos en el país de los tulipanes sin tener la oportunidad de ver ese primer cartel de cambio de país que nos habría hecho mucha ilusión ver y parar a retratarnos unto a él.

Alice quiere acampar por libre, prefiere dormir tranquilamente a la intemperie que plantar la tienda de campaña en un camping entre caravanas y pagando unos precios elevados. Pero en los Países Bajos no es tan fácil encontrar un terreno disponible. El mínimo metro cuadrado está aprovechado en un país donde continuamente sus ciudadanos están luchando con el mar para ganarle terreno. Aunque yo no estoy por la labor de acampar a la intemperie, al contrario que Alice, no me siento a gusto acampando en cualquier sitio y desconfío de cualquier transeúnte. Así que a la hora de acampar es cuando estamos más en desacuerdo. Alice quiere encontrar un lugar para acampar por libre; yo prefiero ir directamente a un camping. Aunque la provincia de Zelanda está plagada de campings caros y hay muchísima gente, así que pedaleamos hasta casi de noche para instalar la tienda de campaña en la misma pista-ciclista, en un lugar no muy transitable. Mi primera noche a la intemperie no es tan mala como creía.

En Katwijk-Aan-Zee no podemos contactar con los miembros de la lista de hospitalidad Warm Showers y a las siete de la tarde seguimos pedaleando en busca de un camping. Después de muchas vueltas damos con uno ideal y económico. Por primera vez no hay que pagar por la ducha y hay papel higiénico en los servicios. Además hay mucha tranquilidad, la cual necesitamos después de recorrer nada menos que ciento treinta y tres kilómetros. No lo podemos creer, toda una marca para unos principiantes cicloviajeros.


Tras un día de descanso seguimos pedaleando por la costa a través de las dunas, esos muros de arena naturales que protegen a los neerlandeses del mar, ya que muchas zonas están por debajo de su nivel. Al estar aburridos de tantas dunas, nos metemos al interior. Los molinos y canales son más atractivos, a través de las dunas siempre rodamos en sus pies y nos priva de vistas al mar. Ya estamos hartos de los campings, son caros, aunque yo no estoy por la labor de acampar a la intemperie, así que se nos ocurre la idea de preguntar a los granjeros si podemos instalar nuestra tienda de campaña en su terreno, pero nunca aceptan. Siempre nos dicen que a escasos kilómetros hay un camping. Otros ganaderos aprovechan parte de su terreno para alquilárselo a autocaravanas o tiendas de campaña. Suelen ser más económicos, pero son muy básicos. Como todavía estamos fuera de temporada, somos los únicos. Así que es como si estuviéramos acampando a la intemperie, en un camping y junto a una granja. Aunque a las seis de la mañana siempre nos despierta la máquina ordeñadora con un ruido fuerte que no nos deja dormir.

Una mañana para desayunar le preguntamos al granjero si nos puede vender un poco de leche recién ordeñada, pero nos mira con cara rara, como si estuviéramos locos. Y nos dice, sin más, que no puede vender leche directamente al consumidor, que estaría rompiendo la ley. Hay que regularla y antes pasar por la fábrica y la tienda. Así son los neerlandeses, un ejemplo de cómo nunca infringirían la ley y jamás se saldrían de aquellas normativas que siguen rigurosamente.

Antes de llegar a Wirdum, donde nos espera Juuk Slager, miembro de la lista de hospitalidad ciclista Warm Showers, atravesamos la inmensa presa de Afsluitdijk. Menos mal que tenemos un fuerte viento a favor, si fuera lo contrario, aquello sería una tortura. El dique tiene nada menos que treinta y cinco kilómetros, y separa dos mares, el exterior salado y el interior de agua dulce. Esta presa, construida en 1932, fue la última gran batalla ganada por los neerlandeses al mar para obtener más tierras. Al pasar al otro lado entramos en la provincia de Frisia y una nueva ruta, Waddenzee. De causalidad encontramos a Juuk, justamente cuando sale del pueblo en coche para hacer algunas cosas. Nos indica dónde está su casa. No tiene pérdida, ya que es la única casa del pueblo que tiene el tejado cubierto de paneles solares y la hierba del jardín sin cortar. La puerta de atrás está abierta y podemos entrar sin problemas. Menuda confianza, sin conocernos, nos deja toda su casa para nosotros. Juuk regresa sobre las nueve de la tarde y salimos a dar un paseo por el pueblo. Cuando pasamos junto al bar del pueblo, oímos un gran griterío; está jugando nada menos que la selección holandesa contra la alemana en la Eurocopa, futbolísticamente, eternos rivales. Propongo tomar una cerveza y presenciar el ambiente. Nada más entrar, todo ese mar de camisetas naranja gira la cabeza y se queda muro. Hay algún murmullo que otro: «Slager ¿en el bar? ¿Con forasteros? ¿Viendo fútbol?».

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