Anónimo - Ansiedad: Una síntesis detallada del libro de Scott Stossel en sólo 25 páginas

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Scott Stossel comienza el primer capítulo de su libro relatando las sensaciones, tanto fisiológicas como emocionales, de las que es víctima el día de su boda. Mareos, sudoración, tensión, temblores en piernas y brazos, son algunos de los malestares que el autor enumera para contar lo que le ocurrió en esa fecha. Y expresa, además, la contradicción que significa sentirse al borde del colapso en uno de los momentos más felices de la vida.

La boda, sin embargo, no fue la primera ni la última ocasión en la que sufrió semejante trance. En su enumeración de padecimientos, que van desde crisis nerviosas hasta sensación de angustia existencial, incluye la ocasión en la que nació su primer hijo, una entrevista de trabajo, viajes en avión e incluso momentos comunes y corrientes como hablar por teléfono o jugar al tenis. Asimismo, Scott Stossel declara que sufre “una serie de fobias o miedos concretos. Por citar solo algunos: a los espacios cerrados (claustrofobia), a la altura (acrofobia), al desmayo (astenofobia), a quedar atrapado lejos de casa (una variante de la agorafobia), a los gérmenes (bacilofobia), al queso (turofobia), a hablar en público (un tipo de fobia social), a volar (aerofobia), a vomitar (emetofobia) y, naturalmente, a vomitar en un avión (aeronausifobia)” .

Luego de relatar sus diversas fobias, miedos y neurosis (que sufre desde los dos años), y tras confesar que desde los diez ha intentado superar su ansiedad a través de múltiples vías como terapias, libros de autoayuda, psicofármacos y hasta diversas bebidas alcohólicas, el autor concluye que “ninguno de estos tratamientos ha reducido la ansiedad de fondo que parece inscrita en mi alma y conectada a mi cuerpo, y que a veces convierte mi vida en un penoso sufrimiento”.

Stossel enmarca sus padecimientos personales relacionados con la ansiedad en el contexto de la civilización occidental contemporánea. “Como se ha dicho muchas veces desde el principio de la era atómica, vivimos en una época de ansiedad, y ello, aunque sea un cliché, parece haberse vuelto incluso más cierto en los últimos años, cuando Estados Unidos se ha visto asediado en una rápida secuencia por el terrorismo, el desastre económico y una transformación social generalizada”.

Vivimos, según Stossel, en una época caracterizada por la ansiedad y el estrés crónico. Una época en la cual, a pesar de los avances en la investigación sobre el tema, continúan las divergencias en relación a cuáles son los tratamientos más recomendables. “Los psicofarmacólogos y los psiquiatras que he consultado me dicen que los medicamentos son un tratamiento para mi ansiedad; los terapeutas cognitivoconductuales con los que a veces he hablado me dicen que los medicamentos son en parte la causa de la misma”.

El autor dedica los siguientes párrafos del capítulo al conflicto entre estos dos tipos de abordaje de la ansiedad: el de la psicología cognitivoconductual, cuyos pioneros filosóficos fueron Spinoza, Epicteto y Platón, y el de la psicofarmacología, con las antiguas voces médicas de Hipócrates y Aristóteles sentando sus bases. Tras una breve genealogía de ambas corrientes, Stossel señala que “lo cierto es que la ansiedad depende al mismo tiempo de la biología y la filosofía, del cuerpo y de la mente, del instinto y la razón, de la personalidad y la cultura. Aún cuando la ansiedad se experimenta en un plano espiritual y psicológico, es mensurable a nivel molecular y fisiológico. Es producto de la naturaleza y es producto de la educación. Es un fenómeno psicológico y un fenómeno sociológico”.

Por otra parte, Stossel observa, siguiendo a Darwin, que una dosis justificada de ansiedad es conveniente para la supervivencia. “Un influyente estudio realizado hace cien años por dos psicólogos de Harvard, Robert M. Yerkes y John Dillingham Dodson, demostró que los niveles moderados de ansiedad mejoran el rendimiento en los humanos y en los animales. Demasiada ansiedad, obviamente, perjudica el rendimiento, pero demasiada poca también”.

“El enigma de la ansiedad”, título de la primera parte del libro de Stossel, resume, en cierto modo, el espíritu exploratorio hacia la comprensión de una patología muchas veces difusa y difícil de aprehender. A las indagaciones sobre este concepto en la historia, la literatura, la filosofía, la cultura popular y la investigación científica, Stossel le agregará su propia experiencia como paciente. Esa experiencia, y el incentivo de su terapeuta, el doctor W., fue lo que lo llevó a escribir su libro, con el objetivo de aliviar sus padecimientos o encontrar, en todo caso, una forma de redención. De hecho, el autor descubrió que, lejos de incrementar su sentimiento de vergüenza, el acto de reconocer un aspecto sumamente personal en el relato provocó que llegara a un público empático, numerosas víctimas de los mismos padecimientos.

Si bien Stossel afirma que la tarea no le resultó sencilla (entre sus hallazgos se encuentra la brutal realidad biológica de la ansiedad: somos, en definitiva, presos de nuestro cuerpo), el camino emprendido lo condujo hacia ideas reveladoras que hace muchos años ya habían expresado Kierkegaard y Freud. Estos autores llegaron a la conclusión de que “las amenazas que generan más ansiedad no radican en el mundo que nos rodea sino en nuestro interior, en nuestra incertidumbre sobre las elecciones vitales que hacemos y en nuestro temor a la muerte. Enfrentarse a ese temor y arriesgarse a la disolución de la propia identidad expande el alma y supone la realización del ser”.

Stossel, en tanto, se aventura al desafío de escribir este libro como parte de sus esfuerzos por aprender a enfrentar ese temor. Es decir, “aprender a vivir la ansiedad de la forma debida”.

Tras un recorrido por el modo en el que la historia reciente de la psiquiatría ha definido y diagnosticado la ansiedad, Stossel se pregunta a qué nos referimos precisamente cuando hablamos de esta patología. Y descubre que la aproximación a una respuesta satisfactoria es dificultosa por varios motivos. Por un lado, observa que la definición de la ansiedad difiere según a quién se le pregunte. Para Jaspers, por ejemplo, es “una sensación de que uno no ha concluido algo”; para Harry Stack Sullivan, es “lo que uno experimenta cuando ve amenazada su autoestima”; para Reinhold Niebuhr, es “la condición previa del pecado […], la descripción interior del estado de tentación”. Por otro lado, el autor percibe que la línea que divide la salud mental de la enfermedad mental no sólo es producto de la ciencia sino también de la política y el marketing de la industria farmacéutica.

Frustrado (y ansioso), Stossel opta por la taxonomía de definiciones proporcionada por su terapeuta, el doctor W. “Según el doctor W., las distintas teorías (y tratamientos) de la ansiedad que rivalizan entre sí actualmente pueden agruparse en cuatro categorías básicas: la psicoanalítica, la conductista y cognitivoconductual, la biomédica y la experiencial”. Estas perspectivas teóricas, si bien se presentan como conceptual, política y comercialmente rivales, con frecuencia se superponen.

A pesar de haber aclarado su panorama con ese esquema taxonómico, Stossel le pide al doctor W. que sintetice a la ansiedad en una sola frase, a lo cual éste responde: “Es el temor de un futuro sufrimiento: la anticipación aprensiva de una catástrofe insoportable que uno no puede impedir”. Ahora bien, si este temor no es llevado al nivel de la conciencia para ser resuelto, se suele transformar en ataques de pánico, fobias, o ansiedad general flotante.