Conviene que nos detengamos en ese desfiladero, en ese paso estrecho, en el que Freud mismo se detiene y retrocede con un horror motivado. Tú amarás a tu prójimo como a ti mismo —este mandamiento le parece inhumano. ¿No puede decirse que Sade nos enseña una tentativa de descubrir las leyes del espacio del prójimo como tal? —ese prójimo en tanto lo más cercano al que tenemos a veces, aunque más no sea para el acto del amor, que tomar nuestros brazos. No hablo aquí de un amor ideal, sino del acto de hacer el amor. Sabemos muy bien cómo las imágenes del yo pueden contrariar nuestra propulsión en ese espacio. ¿No tenemos algo que aprender acerca de las leyes de ese espacio, en la medida en que él nos engaña la captura imaginaria por la imagen del semejante, de aquel que avanza en él en un discurso más que atroz? (Del capítulo XV).
Jacques Lacan
Libro 7. La ética del psicoanálisis
1959-1960
El Seminario de Jacques Lacan - 07
ePub r1.0
Titivillus 26.03.16
Título original: Le Séminaire de Jacques Lacan, Livre VII. L’Ethique de la psychanalyse
Jacques Lacan, 1973
Traducción: Diana S. Rabinovich
Responsables de la edición en castellano de El Seminario: Jacques Alain-Miller & Diana S. Rabinovich
Editor asociado: Juan Granica
Diseño de la portada: Spleen
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
JACQUES-MARIE ÉMILE LACAN (París, 13 de abril de 1901 — ídem, 9 de septiembre de 1981) fue un médico psiquiatra y psicoanalista francés conocido por los aportes teóricos que hiciera al psicoanálisis basándose en la experiencia analítica y en la lectura de Freud, incorporando a su vez elementos del estructuralismo, la lingüística estructural, la matemática y la filosofía.
Sus aportes los define él mismo como un «retorno a Freud» y a sus teorías, por un lado, y como su radicalización, nueva interpretación («Freud contra Freud») o desarrollo ulterior, por otro. Lacan buscó reorientar el psicoanálisis hacia la obra original de Freud, ya que consideraba que el psicoanálisis post-freudiano se había desviado cayendo en una lógica a veces biologicista, u objetivadora del sujeto propio del psicoanálisis. Lacan acusó a muchos de los psicoanalistas coetáneos por haber distorsionado y parcializado la teoría de Freud. Reinterpretó y amplió la práctica psicoanalítica. Incorporó además a nivel teórico nociones de origen lingüístico, filosófico y topológico que lo llevaron a redefinir muchos de los principales términos del léxico psicoanalítico y, por ejemplo, a formular la tesis: «El inconsciente está estructurado “como” un lenguaje».
Su obra, lejos de haber cosechado aceptación universal, es fuente de grandes controversias (incluso dentro de la comunidad psicoanalítica). Los filósofos Slavoj Žižek y Alain Badiou han sido algunos de sus más fuertes defensores. En contrapartida, Lacan fue objeto de críticas epistemológicas de los físicos Alan Sokal y Jean Bricmont así como del lingüista Noam Chomsky, y filosóficas por parte de Jacques Derrida y de autores feministas. Más allá de las críticas, resulta indiscutible su fuerte influencia en la práctica del psicoanálisis en algunos países europeos y latinoamericanos.
I
NUESTRO PROGRAMA
El atractivo de la falta.
De Aristóteles a Freud.
Lo real.
Los tres ideales.
Anuncié este año, como título de mi seminario, La ética del psicoanálisis.
No pienso que sea éste un tema cuya elección, en sí misma, sea para nada sorprendente, aun cuando deje abierta para algunos la pregunta de saber qué podría colocar realmente bajo él.
Ciertamente, no me decidí a abordarlo sin experimentar antes un momento de vacilación, incluso de temor. Me decidí a hacerlo porque a decir verdad, este tema se engarza con el desarrollo de nuestro seminario del año pasado, siempre y cuando podamos considerar dicho trabajo como plenamente logrado. Sin embargo, nos es necesario avanzar realmente. Bajo el término de ética del psicoanálisis se agrupa lo que nos permitirá, más que cualquier otro ámbito, poner a prueba las categorías a través de las cuales creo darles, en lo que les enseño, el instrumento más adecuado para destacar qué aporta de nuevo la obra de Freud y la experiencia del psicoanálisis que de ella se desprende.
¿Algo nuevo acerca de qué? Acerca de algo que es a la vez muy general y muy particular. Muy general, en tanto la experiencia del psicoanálisis es altamente significativa de cierto momento del hombre, que es aquel en el que vivimos, sin nunca poder situar, salvo raramente, qué significa la obra, la obra colectiva, en la que estamos inmersos. Muy particular, por otro lado, al igual que nuestro trabajo cotidiano, a saber, la manera en que debemos responder, en nuestra experiencia, a lo que les enseñé a articular como una demanda, la demanda del enfermo a la cual nuestra respuesta da su exacta significación —una respuesta cuya disciplina debemos conservar severamente para impedir que se adultere el sentido, en suma profundamente inconsciente, de esa demanda.
Al hablar de ética del psicoanálisis, me parece, no escogí al azar una palabra. Moral, habría podido decir también. Si digo ética, ya verán por qué, no es por el placer de usar un término más raro.
1
Comencemos señalando lo siguiente, que vuelve el tema eminentemente accesible, incluso tentador —pues creo que nadie en el psicoanálisis dejó de estar tentado de tratar el tema de una ética, y no soy yo quien creó dicho término. Asimismo, es imposible desconocer que, hablando estrictamente, nadamos en problemas morales.
Nuestra experiencia nos condujo a profundizar, más de lo que nunca se había hecho hasta entonces, el universo de la falta. Este término es el que emplea, agregándole un adjetivo, nuestro colega Hesnard: El universo mórbido, dice, de la falta. En efecto, no cabe duda de que lo abordamos, en su punto máximo, bajo este aspecto mórbido.
En verdad, es imposible disociar este aspecto del universo de la falta como tal, y toda la reflexión moral de nuestra época está marcada por el sello del vínculo entre la falta y la morbidez. Resulta incluso singular ver a veces —tal como lo señalé aquí en ciertas oportunidades, al margen de mis afirmaciones— no sé qué vértigo invade, ante lo que les ofrece nuestra experiencia, a quienes se ocupan de la reflexión moral en los medios religiosos. Es llamativo observar cómo ceden a veces a algo así como la tentación de un optimismo que parece excesivo, hasta cómico, al pensar que una reducción de la morbidez podría conducir a una suerte de volatilización de la falta.
De hecho, nos enfrentamos nada menos que con el atractivo de la falta.
¿Cuál es esa falta? Indudablemente, no es la misma que la que comete el enfermo a fin de ser castigado o castigarse. Cuando hablamos de necesidad de castigo designamos, efectivamente, una falta que se encuentra en el camino de esa necesidad y que es buscada para obtener ese castigo. Pero, en este punto, tan sólo nos vemos remitidos aun más lejos, hacia váyase a saber qué falta más oscura que clama por dicho castigo.