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Laurent Gounelle - El hombre que quería ser feliz

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Laurent Gounelle El hombre que quería ser feliz

El hombre que quería ser feliz: resumen, descripción y anotación

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Cuando, por curiosidad, el protagonista de esta novela decide acudir a un curandero antes de finalizar sus vacaciones en Bali, está lejos de sospechar que padece «infelicidad». Se inicia entonces una larga y fructífera conversación con el curandero en la que Julián verá derrumbarse, uno a uno, los pilares que sostienen su vida. Como muchos occidentales, Julián ha llevado siempre una vida muy ajetreada aparentemente feliz y exitosa, pero que esconde en realidad un poso de amargura que amenaza con arruinar su vida. A lo largo de sus repetidos encuentros con el curandero, Julián deberá descubrir cómo liberarse de lo que le impide ser realmente feliz y decidirá tomar, por fin, las riendas de su vida. Una reflexión, en forma de parábola, acerca del auténtico sentido de la felicidad.

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El hombre que quería ser feliz — leer online gratis el libro completo

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LAURENT GOUNELLE Especialista en desarrollo personal lleva más de catorce - photo 1

LAURENT GOUNELLE , Especialista en desarrollo personal, lleva más de catorce años recorriendo el planeta para conversar con los mejores especialistas en todo lo que atañe a la psicología y a las distintas formas de mejorar nuestra vida. Gounelle sabe extraer lo más relevante de cada cultura y adaptarlo en libros asequibles, reconfortantes y que permiten al lector replantearse si realmente lleva la vida que quiere llevar. Su primera novela, El hombre que quería ser feliz, se convirtió rápidamente en un bestseller internacional.

Somos lo que pensamos Con nuestros pensamientos construi- mos el mundo - photo 2

«Somos lo que pensamos. Con

nuestros pensamientos, construi-

mos el mundo.»

B UDA

Título original: L'homme qui voulait être heureux

Laurent Gounelle, 2008.

Traducción: Álvaro Abella Villar

Diseño/retoque portada: Enylu & Mística

Nº Páginas: 121

Editor original: Enylu & Mística (v1.0)

ePub base v2.0

Cuando, por curiosidad, el protagonista de esta novela decide acudir a un curandero antes de finalizar sus vacaciones en Bali, está lejos de sospechar que padece «infelicidad». Se inicia entonces una larga y fructífera conversación con el curandero en la que Julian verá derrumbarse, uno a uno, los pilares que sostienen su vida.

Como muchos occidentales, Julian ha llevado siempre una vida muy ajetreada aparentemente feliz y exitosa, pero que esconde en realidad un poso de amargura que amenaza con arruinar su vida. A lo largo de sus repetidos encuentros con el curandero, Julian deberá descubrir cómo liberarse de lo que le impide ser realmente feliz y decidirá tomar, por fin, las riendas de su vida. Una reflexión, en forma de parábola, acerca del auténtico sentido de la felicidad.

Laurent Gounelle El hombre que quería ser feliz ePUB v10 Enylu Mística - photo 3

Laurent Gounelle

El hombre que quería ser feliz

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Enylu & Mística13.07.12

Para Zoé mi amor 12 L evantarme pronto iba a terminar por convertirse en un - photo 4

Para Zoé, mi amor.

12

L evantarme pronto iba a terminar por convertirse en un hábito. Necesitaba ver al curandero ese día como fuese, y albergaba ciertas dudas sobre si podría hacerlo, debido a su ausencia de la víspera. Me arreglé a toda prisa y salí a todo correr a por el coche, sin olvidarme de coger las notas que había tomado. Conduje con cierto exceso de velocidad. Me divertía pensar que si atropellaba a uno o dos peatones les estaría ofreciendo la oportunidad de reencarnarse antes de lo previsto.

Me sentí aliviado cuando, al presentarme ante la joven a la entrada del campan, la escuché decir: «Sígame, por favor». Más relajado, aspiré el aire perfumado del jardín y con sincera alegría saludé al maestro Samtyang cuando me recibió.

—Ayer me llevé un gran chasco por no poder verle —le confesé.

—¿Ha realizado algún progreso en sus reflexiones acerca de su vida?

—Sí.

—¿Ve como no me necesita tanto? —dijo sonriendo.

Nos sentamos en el suelo, sobre la esterilla, como de costumbre.

—Entonces, ¿ha encontrado datos interesantes sobre los placebos? —me preguntó.

—Sí, y lo que he leído me ha dejado estupefacto —reconocí.

Le conté el resultado de mi búsqueda de la víspera en el Amankila:

—Pensaba que iba a encontrar pruebas del efecto de los placebos sobre afecciones en las que la psique desempeña un papel evidente, como los problemas del sueño, por ejemplo. Sin embargo, me sorprendió descubrir su impacto sobre enfermedades «palpables», e incluso los efectos que podían tener directamente sobre el cuerpo. Es impresionante.

—Sí, es cierto.

—Me parece que es una pena que no se aprovechen estos estudios para reflexionar sobre el medio de utilizar el mecanismo de las creencias para curar a la gente.

—Cierto, sobre todo si tenemos en cuenta que esto no se descubrió ayer. Hace ya dos mil años Jesucristo lo practicaba.

—¿Qué?

—Nunca se habla de ello, pero Jesucristo se apoyaba en las creencias de la gente para curarlos.

—¿Está de broma? ¿O es que está pensando en escribir la segunda parte de El Código Da Vinci?

Sin responder, se acercó a su pequeño cofre de madera de alcanforero y, para mi sorpresa, extrajo de su interior una Biblia.

—¡¿Es usted cristiano?!

—No, pero eso no me impide interesarme por la Biblia.

Pasó con tranquilidad las hojas y se puso a leerme un pasaje.

—Mire lo que Jesús respondió a unos ciegos que le estaban suplicando que les curase (Mateo 9, 28): «Jesús les dijo: “¿Creéis que puedo yo hacer esto?”. Respondiéronle: “Sí, Señor”. Entonces tocó sus ojos, diciendo: “Hágase en vosotros conforme a vuestra fe”».

—¿De verdad dijo eso?

—Léalo usted mismo —me propuso, tendiéndome la Biblia abierta—. Fíjese que Jesucristo no dijo: «Yo, Jesús Todopoderoso, tengo el poder de curaros». No, sólo les preguntó si creían que él tenía ese poder, para después decirles que obtendrían aquello en lo que creían. Es muy diferente.

No podía salir de mi asombro. Releí varias veces el pasaje del Evangelio según San Mateo. Era increíble. ¿Cómo había podido Jesús saber algo que en el siglo XXI casi nadie conocía? ¿Cómo pudo comprender hasta tal punto el funcionamiento de los seres humanos en lo más profundo de su ser? Debo reconocer que estaba conmocionado por lo que acababa de descubrir.

La voz del curandero me sacó de mis sueños:

—Un investigador americano ha llevado a cabo recientemente un experimento sobre la eficacia de todos los tratamientos utilizados hasta nuestros días para curar el cáncer, basándose en resultados extraídos de un grupo de enfermos. Ante la disparidad de los resultados obtenidos, decidió llevar su experimento más allá y descubrió que, en ese grupo, los enfermos que manifestaban mejorías habían seguido tratamientos muy distintos los unos de los otros. Sin embargo, todos tenían un elemento en común.

—¿Cuál?

—Todos los que se curaron estaban totalmente convencidos de antemano de que iban a sanar. Manifestaban una confianza total en sus médicos y en la elección del tratamiento. Para ellos, estaba claro que se iban a curar.

—Entonces, poco importa el tratamiento, lo que realmente cuenta es creer en él, ¿no es así?

—Podemos decir que sí.

—¡Qué locura! Pero el cáncer no es una enfermedad psicosomática, se puede constatar su presencia en el organismo con pruebas irrefutables.

—Todavía no se conocen bien todas las causas posibles del cáncer. Es cierto que existen motivos hereditarios o ambientales, que la contaminación y la alimentación influyen… Pero es probable que también haya, en ciertos casos, una dimensión psicológica todavía desconocida.

—¿Cómo es posible?

—Hace algunos años se dio un caso extraño que todavía nadie ha sabido explicar.

—¿El qué?

—Una mujer que tenía síntomas de un cáncer en la sangre, una leucemia, ingresó en urgencias en un hospital estadounidense. Inmediatamente, le hicieron un análisis de sangre que dio como resultado una formulación sanguínea propia de la leucemia. El protocolo del hospital exigía que se le realizara un contraanálisis para confirmar los resultados de la primera prueba. Sin embargo, la segunda toma de sangre reveló una formulación sanguínea completamente normal. Sorprendidos, los médicos solicitaron un tercer análisis que dio unos resultados similares a los del primero. Los médicos pensaron que el segundo análisis no se había hecho bien y que sus resultados eran erróneos. Para asegurarse del todo, ordenaron una cuarta toma de sangre. El problema es que de nuevo se confirmaron los resultados… ¡del segundo análisis! Estupor e incredulidad. Sólo más tarde supieron que la mujer padecía un trastorno de doble personalidad. Era capaz de cambiar su personalidad de un instante para otro, y estos cambios habían tenido lugar entre los distintos análisis. Una de sus personalidades estaba enferma de cáncer, pero la otra no.

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