Introducción
Que tu ayuno sea un festín
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
—Mateo 5:6
Tienes hambre, de eso estoy segura. De otro modo no estarías leyendo este libro. Sin embargo, lo que anhelas no es comida. Estás apeteciendo una clase diferente de alimento.
Sin importar lo que estés anhelando—dirección para una situación laboral, sanidad de una enfermedad devastadora, sabiduría en una relación, libertad de una adicción, discernimiento a fin de tomar una decisión importante—debes saber que el Señor satisfará tu hambre mientras avanzas con fe y confías en su provisión.
Aunque a la mayoría de las personas no les agrada la sensación de estar hambrientas, la Biblia nos instruye a abrazarla: «Deseen con ansias la leche pura de la palabra, como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, crecerán en su salvación, ahora que han probado lo bueno que es el Señor» (1 Pedro 2:2). ¡El deseo más fuerte de un niño es tener leche, y tenerla tan seguido como sea posible! Es solo cuando buscamos al Señor con esa clase de determinación que podemos disfrutar de la abundante provisión de la gracia de Dios en nuestras vidas. El Ayuno de Daniel es una oportunidad única para avivar tu hambre del Señor y deleitarte en la verdad de su Palabra. Cuando ayunas, restringes tu ingestión de comidas como una forma de autonegación y adoración, dejando a un lado tus deseos físicos básicos en pos de los espirituales. Te retraes de las distracciones de la vida y te enfocas en tu Salvador a fin de ser fortalecido, renovado y restaurado. Dios está dispuesto a bendecir a todo aquel que tiene un apetito insaciable con relación a él y su Palabra. Los que anhelan al Señor y su justicia no serán decepcionados, porque como la Biblia afirma: «¡Él apaga la sed del sediento, y sacia con lo mejor al hambriento!» (Salmo 107:9).
¿Qué dices entonces? ¿Tienes hambre de Dios? ¿Estás dispuesto a vaciarte de ti mismo—de tus necesidades, planes, sueños—para experimentar la plenitud de Cristo? Si es así, estás listo para comenzar el emocionante viaje de veintiún días conocido como el Ayuno de Daniel.
Debra llegó a su trabajo un día y su jefe le informó que el puesto de enseñanza que ella tanto amaba estaba a punto de ser eliminado. Se sintió conmocionada, por decir lo menos. Siendo una madre soltera que sostenía económicamente a su hijita de doce años, no tenía idea de qué hacer. Sin embargo, Debra creía que el Señor tenía un plan, aunque ella todavía no podía verlo. De modo que decidió participar en el Ayuno de Daniel a fin de discernir la voluntad de Dios para su vida.
Después de solo tres años de casados, Tyler y Hilary se comportaban más como compañeros de habitación que como una joven pareja enamorada. Los problemas económicos y otros asuntos habían abierto una enorme brecha entre ambos, distanciándolos en la relación que mantenían entre ellos y con Dios. Entonces Taylor volvió a entregarle su vida al Señor y todo cambió. Tyler y Hilary leían la Biblia y oraban juntos. Tuvieron un crecimiento exponencial en el Señor. Entraron en el Ayuno de Daniel a fin de celebrar lo que Dios había hecho para restaurar su matrimonio y deseando buscar su dirección en cuanto a un ministerio. Los dos sentían que el Señor podría estar guiándolos a animar a otras parejas jóvenes con luchas similares. Después de ver cómo Dios había transformado su matrimonio de una manera tan drástica, experimentaban una creciente hambre de él en sus vidas.
Michelle estaba enferma y cansada del sobrepeso. El día que cumplió cuarenta años sintió que el Señor la impulsaba a realizar el Ayuno de Daniel a fin de otorgarle un completo control sobre sus hábitos alimenticios. Michelle sabía que era tiempo de confiar en Dios para liberarse de las cadenas emocionales que la habían mantenido sumida en una adicción a la comida durante muchos años.
Tal vez seas como Debra y puedas usar la sabiduría divina para guiarte. Quizás te identifiques con los problemas que experimentaron Tyler y Hilary y hayas perdido la esperanza de que las cosas cambien algún día. O puede ser que sepas muy bien lo que es batallar contra algo que controla tu vida, como en el caso de Michelle, y necesitas desesperadamente liberación y sanidad. Sin importar lo que estés atravesando en tu vida en este preciso momento, no estás solo. Dios ve tu necesidad. El Señor desea que clames a él para venir a tu rescate.
El ayuno es una poderosa disciplina espiritual que te permite conectarte con Dios a un nivel más profundo. Cuando ayunas, renuncias a la comida—o a ciertas comidas—durante un período específico de tiempo como un acto de rendición. Básicamente estás diciendo: «Dios, necesito tu ayuda en esta situación. No sé qué hacer y estoy dispuesto a sacrificar mi tiempo, mi comodidad física y mis deseos para oír tu voz».
El ayuno, cuando va acompañado de una oración ferviente, te ayudará a desarrollar una intimidad con el Señor como ninguna otra cosa lo hará. Algo sobrenatural ocurre cuando te humillas delante de Dios y lo buscas con una pasión genuina. Experimentarás un mayor sentido de su presencia en tu vida, el gozo indescriptible que viene de caminar en obediencia, así como las más ricas bendiciones de Dios, cuando lo busques de todo corazón.
Cuando comencé mi primer Ayuno de Daniel, no sabía que cambiaría mi vida. Para darte una idea del trasfondo, unos años antes del ayuno había escrito un libro de cocina, pero nunca lo publicaron. En realidad, mientras me encontraba en las etapas finales de la edición, el archivo del manuscrito se arruinó no se sabe cómo y perdí todo lo que había escrito. Un día lo abrí para hacer unas revisiones y toda la información se había perdido. El archivo estaba vacío. Tenía una copia del libro, pero no estaba actualizada, lo que significaba que necesitaba empezar todo de nuevo.
Dejé a un lado ese libro de cocina por más de un año. De vez en cuando tomaba mis notas y comenzaba a trabajar en él de nuevo, pero nunca sentía la bendición de Dios mientras lo hacía. En cambio, me ponía ansiosa y estresada. Continuaba sintiendo que el Señor me decía que esperara, así que finalmente guardé el libro de cocina en una caja en el estante superior de mi armario.
Alguna que otra vez le echaba una mirada a la caja y oía una voz diferente: «Nunca lo terminarás. Eres un fracaso». Sin embargo, en esos momentos elegía escuchar mejor la voz de mi Salvador. Dos versos en particular me sostuvieron durante ese tiempo: «¡Espera en el Señor! ¡Infunde a tu corazón ánimo y aliento! ¡Sí, espera en el Señor!» (Salmo 27:14, RVC) y «Espero al Señor, lo espero con toda el alma; en su palabra he puesto mi esperanza» (Salmo 130:5).
Casi dos años después del incidente con el libro de cocina, mi iglesia, la Asamblea de James River, organizó un Ayuno de Daniel como preparación para la inauguración de nuestro segundo lugar de reuniones en el campus de Wilsons Creek. Creíamos que Dios nos estaba guiando a alcanzar a la parte sudeste de Springfield, Missouri, con el amor de Cristo, pero necesitábamos su ayuda. Nuestro pastor, John Lindell, nos pidió que oráramos y buscáramos la sabiduría y el favor del Señor para avanzar en fe. Unos días antes de que el pastor le anunciara el ayuno a toda la congregación, ya había planeado realizar un ayuno de siete días por mi cuenta, y una de las principales cosas por las que quería orar era por lo del libro de cocina. En ese punto estaba dispuesta a hacer cualquier cosa que Dios me dijera, incluso si eso significaba que el libro nunca sería publicado. De modo que cuando nuestro pastor invitó a la congregación a unirse al equipo de liderazgo a fin de participar en un Ayuno de Daniel, sentí mucha emoción y expectativa. Sabía que Dios estaba a punto de hacer algo asombroso en mi vida y en la vida de nuestra iglesia.